Capítulo XXXIX Desaparecida

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Albert ~

—No hay rastro de la niña, señor Grandchester —Oigo una voz desconocida para mí.

—¡Demonios! —exclama Terry enojado Abro los ojos y me encuentro con Terrence hablando con dos hombres los cuales nunca los he visto—. Sigan con todas las medidas Cierren todas las entradas de Escocia, y revisen bien a todo aquel que salga y entre. Tenemos la esperanza de que esa mujer no haya salido de Escocia, y con todas las entradas obstruidas y vigiladas menos se va atrever a salir.

—Sí, señor Así lo haremos —responden los dos hombres obedeciendo a las ordenes que Terrence les dio.

—Terrence —lo llamo sintiendo la garganta demasiado seca, como si no hubiera hablado por días.

—¿Albert? -pregunta Terry y se voltea a verme—. Albert, has despertado.

Terry me alcanza un vaso de agua que hay en buro, y yo me lo tomo.

—¿Qué me ha ocurrido? —le cuestiono después de haberme tomado el agua y sintiéndome más capaz de hablar.

—Tu tía te ha disparado muy cerca del hígado —explica y los recuerdos me vienen a la cabeza.

Elroy amenazando con quererse llevar a Silvia y matarme. Yo pidiéndole a Karen que se aleje de ella y proteja a Silvia, Elroy queriendo ir tras Karen, pero yo se lo impedí y por eso me disparó.

—¡Por Dios si es cierto! ¿Dónde está Karen? ¿Y mi hija?

—Esa es la peor parte Albert —dice Terry muy serio y yo me pongo alerta—. Tu fiel George persiguió a Karen y como no quería entregarle a Silvia le disparó en la espalda. La bala le daño el pulmón. Y también se ha llevado a Silvia.

—¡No! Eso no puede ser cierto —digo. No puede ser verdad.

—Karen está viva de milagro, pero el médico explicó que por su pérdida de sangre ha caído en una especie de coma, por eso aún no despierta —agrega Terry mientras me coloca una mano en el hombro—. Pero no tenemos ningún rastro de Silvia.

—Esto ha sido mi culpa —expreso sintiendo el más profundo de los desprecios hacía mí mismo—. ¡Esto es culpa mía! Si Karen se muere o si yo no vuelvo a ver a mi hija será por mi culpa.

—Basta, Albert —Terry intenta calmarme—. Basta hermano. Tú no sabías que Elroy solo fingió su muerte para distraernos y así ella poder mataros a Karen y tú, y de paso llevarse a Silvia.

—Aun así, he sido un tonto un completo imbécil —digo. Creo que jamás me había sentido tan patéticamente mal y tonto—. Pero esto no se quedará así. Voy a buscar a Silvia en este momento.

—No puedes Albert —sentencia Terry—. Por Dios te estas recuperando de una operación. Estas débil y necesitas recuperar fuerzas.

—Pero yo tengo que...

—Pero nada. Déjame que mi padre, sus hombres y yo ya estamos trabajando desde hace tres días y no nos vamos a rendir hasta que encontremos a mi sobrina —agrega Terry muy decidido—. Confía en mí así como yo estoy confiando que no harás ninguna tontería y no te levantarás de esa cama, porque si lo haces yo mismo le pediré al médico que te amarré.

—Por favor encuentrala —le suplico a Terry y él asiente.

Se acerca hasta la puerta, pero antes de que salgo lo detengo.

—Gracias por todo lo que estas haciendo Terry.

—Para eso estamos los amigos —responde sonriendo.

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Entre el amor y el deber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora