Capítulo XXVIII Reencuentros

187 32 13
                                    

Albert ~

—¿Me puedes explicar que diablos pasa en esta familia? —pregunta exasperado Angus Andley.

Él es el más anciano de toda el clan Andley. Es bastante conservador y machista. Chapado a la antigua, para él, el divorcio no existe y la familia y el deber están antes que cualquier amor y capricho.

Luego de que descubriera el secreto que tenían Elroy y George, que Tamara se fuera y dejará una carta de Karen donde me encuentro que tengo una hija, los ancianos del clan se enteraron por boca de Elroy que Tamara se ha largado con dinero y joyas de la familia, y lo que es peor; yo he decidido ir en busca de mi hija a Londres.

El líder de los ancianos es mi tío Angus, y agradezco al supremo creador que solo él ha venido a Chicago a reclamarme.

—¡Angus! ¡Gracias al cielo que has venido para convencer a William que no haga ninguna tontería! —dice Elroy acercándose a tío Angus y hasta parece que va arrodillarse y besarle la mano por la forma tan devota en que lo mira.

—¡Ninguna tontería! —reclamo yo—. Me parece increíble que usted todavía quiera opinar de mi vida. Por su culpa yo he perdido a la mujer de mi vida y muchos momentos especiales, pero a mi hija no estoy dispuesta a perder.

Al ver mi enojo, tanto Elroy como tío Angus retrocede varios pasos hacia atrás. Agarro mi equipaje y decido a irme hacía el puerto de una vez por todas.

—Vámonos Aliestear —le indico a mi sobrino que junto a su novia me acompañaran a Inglaterra—. ¡Ah, tío Angus! Que su prima le cuente como engatuso a un pobre hombre al cual le dobla la edad para convertirse en madre.

Elroy me grita algo, después tío Angus pide una explicación y esa explicación tía Lorna se la da.

Salgo de la mansión rumbo al puerto. Los minutos pasan y por fin estamos ya en el transatlántico rumbo a Inglaterra.

Pasaron tres días desde el día de las verdades y en esos tres días ni yo busqué a George para que me diera una explicación de lo sucedido ni él me busco a mí.

Con ese comportamiento, me queda claro que el fiel servidor de mi padre, no me fue del todo fiel a mí, si no a mi tía, a su amor de juventud y por lo visto de la adultez también.

Vaya pensar en ellos dos juntos se me es imposible y me da repulsión en tan solo imaginar que tendría un primo hijo de George y  mi tía.

Llevamos cinco días de embarcación, dos días más y por fin llegaré a Inglaterra.

Stear y Patty han tomado estos días como una luna de miel adelantada, a penas y los miro a pesar de que compartimos el mismo camarote. La razón por la que quiero darles su espacio es sencilla; porque en este momento no soy una buena compañía para ninguno.

Me encuentro ansioso, nervioso, enojado y muy indignado.

Más el último término. Aún no sé como voy a enfrentar a Karen, a la mujer que amo. Y tampoco sé como voy a hacer para alejarla de nuestra hija.

—¡Discúlpame, pero has perdido el juicio! —exclama Stear cuando le cuento de mis intenciones—. ¿Cómo le vas a quitar el hijo a una madre? ¡Eso no es de caballeros!

—Y tampoco de damas no decirle a un hombre sobre su paternidad —respondo contradiciendo y confesando el sentimiento que me ha estado atormentando desde que supe que era papá.

—¿Estás enojado con Karen por no decirte sobre que iban a ser padres? —cuestiona mi sobrino, pero antes de poder darle una respuesta él sigue hablando—: porque si es así te recuerdo, que ella cree que estás casado ante la ley y la iglesia con otra mujer.
《¿Qué hubiera ganado Karen diciéndote que iban a tener un hijo estando tú casado? Su actitud me parece la más lógica teniendo en cuenta todo el daño que ha recibido de la familia Andley.

Entre el amor y el deber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora