Capítulo XLII Castigo

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Albert~

—¡Pues sí, siempre he sido mejor que tú. Más buena, más bondadosa, más linda! ¡Todos me quisieron más a mí que a ti, inclusive tus propios hermanos! —oigo decir a tía Lorna—. Si quieres echarme la culpa de eso, pues esta bien, si eso te hace sentir mejor ¡hazlo! Pero quien en realidad tiene la culpa eres tú. Solo tú.

—Deja de hacer enojar a Elroy. Por favor Lorna —dice tío Angus, aunque eso sonó más a un ruego que una petición—. Te va a matar.

—Eso siempre es lo que ha querido —responde tía Lorna viendo a tío Angus—. Y si eso te hace feliz, Elroy. Adelante puedes matarme y vivir feliz por lo que te quede de vida.

¿Qué está haciendo tía Lorna? ¿Será acaso que quiere desahogarse por todo el daño que le ha hecho daño Elroy?

—Gracias, Elroy por decirme lo mucho que me odias y decirme cuanto te encanta verme sufrir y en la peor de las desgracias.

Elroy tiene a tía Lorna enfrente de ella, y le apunta con la misma arma que me hirió a mí. No sé que pueda pasar, pero si de algo estoy completamente seguro, es que si tía Lorna sigue haciendo enojar a su prima mayor, ella la matará.

—Al oír tus palabras solo me doy cuenta de lo patética que eres. De lo podrida que estas por dentro y de lo miserable que te sientes para desear y sentir felicidad al verme a mí o cualquiera de tu familia sufriendo dolor y angustia. —Tía Lorna prosigue con su monólogo y de reojo veo un destello de miedo en la mirada de tío Angus.

—Por favor, Elroy. Lorna. Ya basta —pide tío Angus —. Ya dejémonos de tonterías los tres por favor.

—Si verme sufrir te gusta, adelante, hazme sufrir, Elroy. Que lo único que despiertas en mí es… lastima.

Parece que la última frase ha hecho algo en Elroy porque tira la pistola al suelo y se aleja lentamente de tía Lorna.

Tío Angus aprovecha y se acerca a tía Lorna para protegerla con su cuerpo en caso de que Elroy decidiera volver y apuntarle nuevamente con su arma.

—Tienes razón. Siempre ganaste, siempre fuiste amada —dice Elroy en un sollozo.

Los guardias se acercan a ella para capturarla de una vez, teniendo en cuenta que Elroy ya se encuentra desarmada.

—Más bonita, más bondadosa y llena de amor —oigo esa confesión como si le estuviera costando a Elroy pronunciar cada palabra.

Se queda quieta y se agacha, para segundos después lanzar un grito, que apuesto a que a horrorizado a la mitad de los presentes.

—Soy patética, muy patética que lo único que puedo dar es lástima —expresa levantándose y siguiendo caminando de retroceso.

Con espanto, me doy cuenta que se está acercando a un acantilado.

—Soy tan patética, que no merezco vivir —grita y de un momento a otro deja de caminar y corre con todas sus fuerzas hasta la orilla del acantilado, en el cual se tira al vacío.

—¡Tía Elroy! —grito y corro en un intento inútil de retenerla de hacer su locura, pero ya es demasiado tarde.

—Ya, Albert. Se ha acabado —me dice Terry mientras me agarra para que ya no siga corriendo—. No vale la pena.

—Tienes razón —respondo viendo anonado el lugar donde mi tía Elroy se acaba de quitar la vida.

—Ustedes, busquen el cuerpo —les ordena Terry a un grupo de guardias—. Ustedes llévense a los señores Andley y a mi padre. Que yo me encargaré de Albert.

Entre el amor y el deber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora