Capítulo XVII Pedida de mano

169 28 22
                                    

Albert~

—Ya se estaban tardando —comenta Terry— Sobre todo porque puede que dentro de pocos meses Karen y tú le den a la familia Andley el tan ansiado ¨heredero¨

—¿Qué? —pregunto—. ¿Acaso Karen está...?

—Tranquilo hermano Lo digo porque te he visto salir cada mañana del apartamento de Karen, con una sonrisa que amenaza con desfigurarte el rostro. Nadie en su sano juicio opinaría que ustedes dos no han perdido el timpo —me dice Terry colocando su mano en mi hombro mientras los demás caballeros que están atentos a lo que dice el castaño, ríen por la broma que me acaba de hacer.

—Hubieras visto tu cara —dice Bruce entre risas.

—No, mejor imaginen la cara que la tía abuela pondrá cuando se enteré que el heredero de los Andley ya viene en camino —expresa Stear.

—¿Sigue sin aceptar a Karen, tu tía, Albert? —cuestiona Richard.

—Creo que nunca lo aceptará —comento ya resignado—. Para mi tía Elroy no hay nadie mejor que Tamara Hill

—Como sea, yo aplaudo lo que estás haciendo Albert —felicita Terry—. Algún día la aceptará y si no es así, pues confórmate que junto a Karen tendrás todo el amor y la compresión que junto a tu tía jamás vas a poder tener.

—Terry tiene toda la razón —apoya Bruce—. Lo mejor será disfrutar de está noche Caballeros, ¿se les ofrece un trago mientras esperamos a la novia?

Todos aceptan y se van cerca de la mesa.

Los rebeldes de Candy y Terry nos insistieron que ellos nos prepararían la cena de la pedida de mano, lo insistieron tanto que a Karen y a mí no nos quedó de otra más que aceptar.

Más que todo esta cena representa una formalidad, porque Karen ya aceptó a ser mi esposa y el anillo de compromiso ya lo lleva en su dedo anular.

Así que tendré que pedirle la mano a Richard Grandchester y Eleanor Baker quienes Candy asegura han adoptado de forma sentimental a mi amada Karen.

Estoy a punto de unirme a los demás para tomar alcohol, pero el timbre del apartamento de los rebeldes suena y voy a abrir.

—¡George! —exclamo al ver a mi amigo a quien aseguro estaba muy enojado conmigo, ya que en estas tres semanas no respondió ninguno de mis telegramas y cartas a pesar de su urgencia.

—¿No me piensas invitar a la pedida de mano de tu novia? —pregunta Aparentemente su voz es calmada, pero sé que en fondo aún sigue bastante enojado conmigo por lo que pasó a principios de año.

—Debemos de hablar —digo apartándome de la puerta para que George pase— Vamos al balcón.

George me sigue al pequeño, pero bonito balcón que este departamento tiene.

—Por principio debo de pedirte una disculpa por haberte dejado durmiendo en mi cama aquella noche, sabiendo que Tamara llegaría —pido perdón, pero el tan solo recordar aquella escena tan graciosa es suficiente para hacerme reír, aunque claro ahora me aguanto la risa— Perdóname.

—Mi enojo no es por lo que sucedió esa noche —asegura George viéndome muy serio.

—¿Entonces?

—Es porque estas huyendo de los problemas como cuando eras un adolescente Te he dicho miles de veces que huir de los problemas no soluciona nada, ¿no has aprendido nada?

—¿Y qué quieres que haga? Mi tía no soporta la presencia de Karen, ¿acaso quieres que la lleve a la mansión para que mi tía le haga daño? —cuestiono alzando la voz.

Entre el amor y el deber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora