CAER EN EL PECADO

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Un BMW blanco avanzaba a toda velocidad sobre el asfalto; al volante se encontraba un hombre joven de imponentes ojos dorados y piel blanca cual jade. Su bello rostro lucía sereno, con la misma templanza de siempre.

Pero, en sus ojos una latente chispa de obsesión enfermiza brillaba.

A la velocidad que iba, le tomó sólo algunos minutos llegar a su destino.

Estacionó su auto y caminó hasta la recepción – Jiang Cheng

–        ¿Perdón?– le contestó una joven beta

Un hombre mayor se levantó de su silla – ¡Ah! ¡Usted debe ser la persona a quien el joven Wanyin espera! – exclamó con una brillante sonrisa. Él no era nadie para meterse en los asuntos de las celebridades; así que si el renombrado modelo quería a una carita blanca, no era su problema.

–        ¡Oye tú! Rápido, dale el número de habitación – ordenó a la beta quien asustada procedió a darle rápidamente la información que necesitaba

–        Piso 10, Habitación 745 – dijo con voz temblorosa

–        Mmn – Lan Zhan no esperó más, subió al elevador y presionó el número de piso.

Una suave melodía comenzó a sonar, la impaciencia de Lan Zhan crecía a cada segundo; para su suerte, nadie subió. Un momento después las puertas se abrieron.

 Comenzó a buscar; habitación 745, la última del fondo. Tocó suavemente la puerta.

Segundos después ésta se abrió ligeramente revelando unos curiosos ojos amatistas – creí que no vendrías, pasa.

Sin darle tiempo de pensar, Lan Zhan se abalanzó sobre el joven alzándolo en sus brazos quien sonrió suavemente enredando como serpiente sus esbeltas piernas en el cuerpo del contrario.

Jiang Cheng quería hacer que el siempre impecable Alpha revelara un lado completamente diferente frente a él. Quería hacer que el correcto Lan Zhan fuera lascivo frente a él. Eso no era amor, él lo sabía, sólo el fuerte deseo de venganza. Y no le importaba entregar su cuerpo si con ello hundía a Wei Ying en la desesperación.

Sus ojos quedaron a la misma altura, sus miradas estaban niveladas. Lan Zhan lo miró en silencio por un momento para luego fortalecer poco a poco sus manos. Mientras él presionaba, sus rostros iban acercándose, pero se detuvo cuando sus narices se rozaron.

Sus ojos dorados brillaron, su aliento estaba acelerado. Sus frentes chocaron mientras susurraba suavemente

 – “vayamos despacio”.

Antes de que Jiang Cheng pudiera decir algo, él presionó sus labios. El beso fue ligero y suave. Sin embargo, no duró mucho. Mandando al diablo su control, el beso que siguió fue voráz. Su lengua caliente sondeó los labios de él y se introdujo en su boca.

Fue  caliente y salvaje.

Su lengua aterciopelada vagaba dentro de Jiang Cheng. Cuando lo soltaba, se abría paso una y otra vez. En cuestión de segundos, el torso pálido y lechoso de Jiang Cheng quedó expuesto.

Al encontrarse con la brisa fresca que entraba por la ventana abierta sus pequeños y rosados pezones se irguieron. Los ojos de Lan Zhan bailaron sobre ellos; los tocó con entusiasmo como si fueran un juguete divertido.

Su piel se tensó… sus botones rosados se entrelazaron con los largos dedos de jade que los frotaban en círculos pellizcándolos a su gusto.

De repente, su boca se desplazó hacia un lado de su cuello, saboreó y mordisqueó con hambre.

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