Luna creció en una bella casa junto a sus padres. Rita y Alejandro llevaban cuatro años de casados cuando por fin pudieron dar a luz a Luna.
Alejandro era Ingeniero Civil, siempre destacó desde su infancia lo inteligente y pragmático que era. Tenía veintiuno cuando ingresó a la práctica en la empresa donde trabajaba y cuando por fin se tituló lo contrataron de inmediato. Nunca estuvo muy interesado en otra cosa que no fuera el trabajo, a esa altura él no se sentía unido a su familia y en realidad a nadie mucho más allá de una amistad sencilla. Todo cambió cuando conoció a Rita y su forma de ver el mundo dio un giro.
Rita a diferencia de él, no quiso estudiar una carrera y no porque quisiera vivir a expensas de otros, sino que quería explorar un poco más de la vida, saber lo que quería y qué le gustaba. Odiaba la idea de decidir una carrera para el resto de su vida a los diecisiete años y sus padres podían permitirle ese gusto. Su familia era acomodada, tenían plantaciones y terrenos por toda la ciudad. Su padre era español y conoció a su madre cuando vino al país a buscar tierras que explotar, tuvieron tres hijos, Rita la mayor.
Vivían de apariencias, ostentación y religión. Por el contrario, que su hija quisiera esperar antes de entrar a la universidad no era motivo de vergüenza, de hecho servía para demostrar que eran capaces de permitir eso.
Rita era el alma libre de la casa. Más de una vez se envolvió en discusiones con su padre, sobretodo cuando le hablaba sobre el feminismo. Ella iba a ser una mujer de bien, católica, madre de varios hijos y jamás una ama de casa, porque ella tendría el dinero para pagar con su esposo a dos criadas como mínimo. Rita ya estaba la cansada de eso y contaba cada día para que llegara su graduación y poder correr de ahí.
La celebración de su graduación fue ostentosa, como se esperaba del colegio particular que asistía, cada una de sus amigas hizo una celebración coordinando todo para que cada día celebraran en un lugar diferente. Rita solo se comprometió a la de su mejor amiga, Isidora, porque al día siguiente ella tomaría su mochila y comenzaría su aventura.
Ahorro desde los catorce sus mesadas, su padre no estaba de acuerdo con ese viaje, pero ella lo convenció de que iría con Isidora al norte, hija de un conocido empresario de la zona. Claramente era una mentira ya que esta aventura sería sola o no contaría cómo un sueño cumplido.
El día antes de su viaje fue donde la ansiedad le ganaba y el exceso de energía no le permitió dormir en toda la noche. Isidora era consciente de que no podría detenerla y decidió ayudarla mientras ella la llamara al menos día por medio, con el compromiso además de que volvería en máximo dos semanas ya que su plan contemplaba no poder ser vista por los padres de Rita. Incluso falsificaron juntas un permiso para que pudiera salir del país sola.
En el terminal de buses se dio cuenta de la burbuja en la que vivía, estaba fascinada con lo pintoresco y ruidoso que era todo.
Consiguió sentarse después de comprar su ticket, apoyó la mochila en el piso mientras lo guardaba en su chaqueta cuando vio a Alejandro.
Alejandro era un tipo alto, de cabello color caramelo, ondulado, con cejas rectas que acompañaban sus ojos color miel y labios carnosos. Rita nunca se interesó mucho en hombres, mucho menos sus compañeros los cuales tachaba de imbéciles neandertales que van tras pelotas de rugby, pero Alejandro la flechó. Sabía que podía atraer su mirada, sabía lo atractiva que era, de hecho casi todo el camino hasta el asiento recibió comentarios (en su mayoría asquerosos) sobre su apariencia. Linda o no, destacaba y tenía una oportunidad con el hombre que se enamoró a primera vista.
Alejandro paró en seco intentando leer el número del andén y sus ojos, tan claros que brillaban, bajaron lentamente hasta encontrarse con Rita que parecía que levitaba por cada movimiento que él hacía. En ese momento es que Alejandro sintió que alguien lo fulminaba con la mirada.
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LA METÁFORA DE LA ESCALERA
Любовные романыLucas parecía estar logrando salir del (literal) abismo que nació, por fin estaba dispuesto a ser feliz. Luna se aferra al espiral por el que evita seguir cayendo. En algún punto se encontraron, solo se requirió un pequeño desbalance y una lata de c...