Por primera vez en mucho tiempo Lucas no tenía idea qué hacer y tampoco llegaba a ningún plan, al punto que se estaba dejando llevar esperando que pase lo que tenga que pasar.

Pensó saltar de la ventana de la habitación del principio, tenía un pequeño sacado y con un buen salto podría bajar por los balcones, eso si tuviese el mínimo de agilidad necesaria y la valentía de no caer cuatro pisos.

También meditó sobre gritar, gritar por la ventana o por la puerta de entrada, finalmente llegó a la conclusión de que no serviría de nada porque podía sentir cómo de alguna forma era observado y que en un segundo podría callarlo.

Es decir, ya había demostrado su velocidad.

Ella parecía ser conocida entre muchas personas del barrio, sumando y restando ella podría cubrir de alguna forma el hecho de que él esté ahí.

Lucas ya no estaba razonando bien, todos sus planes tenían un pero y la falta de sueño estaba pasando la cuenta. Eran las 7AM y recién la gente empezaba a verse en la calle.

Luna seguía en la cocina, le dijo que fuera a dormir e insistió. No quiso preguntarle donde dormiría ella. Cuando intentó cerrar esa puerta notó que tenía el pestillo modificado por lo que rebotaba cada vez que se intentaba cerrar. Ella escuchaba de la cocina como golpeaba una y otra vez la puerta en su intento de cerrarla, pero no dijo nada.

Se rindió en el cuarto intento. Se sentó en la cama y se llevó ambas manos a la boca intentando asimilar todo. En eso pasó el tiempo hasta las 9AM donde con su última gota de cordura sacó su personalidad médica y decidió manejar la situación. No era primera vez, ni sería la última que se enfrentaba a situaciones complicadas, sólo que esta vez estaba totalmente sólo, sin posibilidad de comunicarse, sin fármacos inyectables y al parecer ningún escape.

Comenzó a recorrer un poco el departamento, Lucas no podía negar que era un espacio muy acogedor, limpio y refrescante. No tenía ninguna foto de decoración, cosa que pensó que sólo el tenía esa particularidad. Si bien parecía que estaba reducido a lo justo y necesario, todo combinaba, las paredes grises en contraste con algunas plantas en las repisas y libros ordenados por tamaño, incluso las sábanas verdes opaco hacía que todo pareciera especialmente escogido para armonizar.

Este tipo de orden, el cual no parecía a algo de último minuto sino algo que permanentemente estuviese cuidado, no le cuadraba al menos en los diagnósticos que pensó al principio.

"Cada caso es distinto" Intentó pensar.

Y es que le daba miedo como todo estaba tan cuadrado, como si fuese una casa de internet o piloto. Salió de la habitación sin hacer ruido, ella nunca le dijo que no podía salir de ahí, pero era inevitable sentir una gota de sudor bajarle la espalda de sólo pensar en el evento del cuchillo.

El cuál seguía ensartado en la puerta, estaba tan enterrado que no era opción hacer un escándalo intentando sacarlo.

Entró en la primera puerta a la derecha, era un espacio amplio con una puerta que llevaba a un balcón, si no hubiese estado tan preopado Lucas hubiese estado fascinado con el espacio y distribución de ese departamento. De golpe sintió el olor a diluyente y pinturas concentrado, miró el piso y notó manchas de todos los colores posibles, un atril, dos escritorios, un sofá (muy mal ubicado) y muchos vasos con pinceles. Esta parte de la casa ya no era tan perfecta, sin embargo era el lugar más cálido y natural que había visto hasta el momento.

Sólo dos pinturas a la vista, una como una bomba de colores que parecía no ser nada y la otra descansaba aún sobre el atril, claramente incompleta donde esbozaban 4 personas (o eso creía) que parecían nadar sobre aguas oscuras, o eso entendió Lucas.

Nada evidente, una artista contemporánea, de momento nada espectacular.

Necesitaba algo a lo cual recurrir para pensar en como salir si la situación se tornaba dificil. La puerta del balcón estaba cerrada y salvo las miles de pinturas y papeles en un mueble no había nada más.

Salió nuevamente al corredor. La puerta de la cocina donde estaba Luna permanecía cerrada, continuó a la tercera puerta caminando prácticamente en la punta de los pies para evitar el rechinar de las maderas. Era solo otra habitación, de una cama simple un escritorio y un closet, pero totalmente distinta a la primera.

La habitación tenia un suave olor a vainilla y cuando la luz empezó a entrar sintió una calidez que le permitió respirar, como si alguien intentara calmarlo.

Lucas no entendía el por qué estos lugares le resultaban en estas emociones tan aleatorias, siempre vio su casa como un lugar donde dormir y el tener lo mínimo le hacia la vida más fácil, por eso eligió solo tener una habitación.

Luego recordó que esa familiaridad también la sintió la primera vez que entró a la casa del Dr. Blanco y cuando vio cocinando a la Dra. Mussa. Solo pensarlo empezó a lagrimear, no quería sentirse así en esta situación, solo lo agobiaba más.

Tomó un poco de aire, secó sus lágrimas y comenzó a recorrer la habitación. Se atrevía a decir que en realidad la pieza principal donde estaba la cama doble no parecía tanto su habitación como esa, esta de algún modo le calzaba mejor a ella. Sobre el escritorio vió un calendario con lo que suponía eran fechas importantes, "entrega", "reporte", cosas por el estilo. Ninguna pista de alguna pareja o amigo.

Una nota en la parte baja del calendario destacaba en rosa: "Cancelar hora Dr. Gonzalez".

Conoció en su vida muchos doctores con ese apellido lo cual no significaba una pista, pero parecía lo suficientemente importante para anotar la cancelación.

Llegó al closet y lo abrió, un suave rechinado sonó mientras abría sus ojos como plato al ver la cantidad de ropa que había ahí, colorida, de diseños, estampados, de todo. Miró por encima de las repisas, sabía que lo que hacía era peligroso, de hecho, temblaba de miedo cuando recordaba la situación, no sentía ser una presa hace ya muchos años.

Había una repisa en lo más alto que no podía ver que contenía, pero no parecía ropa. Se inclinó en puntillas y pudo verlo: habían decenas de cajas de fármacos.

Sólo divisó los que estaban más próximos, pero hacia al fondo se notaba que solo habían cajas y cajas. Antidepresivos, antipsicóticos, ansiolíticos, antiepilépticos, toda la variedad de la gama de medicamentos, desde muy específicos hasta no recomendados. No pudo revisar más, sólo sintió una mano que se posó tan suavemente en su hombro que más que tranquilidad, lo hizo congelarse de miedo.

— ¿No crees que es de mala educación revisar las cosas de una persona? —Sólo se puede describir como una voz risueña y juguetona.

Voz que ahora solo daba miedo.

LA METÁFORA DE LA ESCALERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora