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       Agradezco que sea mi último día y no deba volver hasta el sábado. Olvidé coordinar los turnos pero lo solucionaré mañana temprano.
Nunca entiendo cómo el tiempo pasa tan rápido, cierro los ojos y ya son las 9pm. El bus no fue tan insoportable como de costumbre, quizás porque sé que tomaré un descanso de el.

Necesito un par de papas para el estofado, espero la tienda tenga aún verduras decentes, porque a esta hora ningún supermercado me abrirá la puerta... Mañana sería un buen día para abastecerme. Estoy harto de comer a pedido o congelada.

Aún no puedo aprender los nombres ni las caras de quienes atienden la tienda, sé que de día es una mujer que siempre me saluda amablemente y busca un poco de conversación. De noche es un tipo grande, no es un sector complejo, pero nunca se sabe en las tiendas 24hrs.

— Buenas noches, permiso — La puerta es más pesada en la noche que en la mañana para variar.

Nunca me devuelve el saludo como de costumbre, suspiro.

La verdura está decente, pero es tan cara en este lugar. Creo que no sería bueno quejarme considerando que he comido hasta del suelo.

— Disculpe, ¿me permite pasar? — La chica no parece moverse mirando por la ventana al lado el gancho de bolsas, quizás no me escucho — ¿Hola? ¿Se siente bien?

Pobre chica casi muere del susto, me resulta conocida, bajó la vista en seguida. No, en realidad no recuerdo, es mejor moverme rápido para evitar conversaciones, necesito mi estofado lo antes posible.

— Oh, disculpe, perdón le estorbo el camino — levantó la vista en ese momento y quedo un momento en silencio, ¿tendré algo en la cara? — Oh, usted es quien me ayudó ayer.

Ah, claro, la joven del incidente con el pervertido. La que le ofrecí ser testigo y me las di de héroe. Sí, esa chica.

Esperen un minuto, ¿Me dijo usted? ¡Pero juraría que tenemos una edad cercana! ¿Tan viejo me veo?

— Cierto, me disculpo, no te reconocí, siento si te asusté — Me atrevo a decir que su cara y expresión es muy distinta a la que vi antes, casi apagada.

— No, no, para nada — Dijo casi sin mover los músculos de su cara, como muerta— Creo que debo agradecerle por ayudarme, y también disculparme por molestarlo.

¿Molestarme? ¿Qué complejo de inferioridad tiene esta persona? ¿Cuántas veces ha pedido disculpas?

— Ni siquiera pienses en disculparte, no es una molestia, es lo mínimo que una persona que vio eso debe hacer — Ni siquiera me mira a la cara, ¿quizás mi hombro?— No quiero sonar entrometido, pero ¿estás bien?

Creo que hice click, por fin me mira a los ojos y yo puedo verle la cara. Qué interesante persona, pero ¿por qué tiene una mancha verde en la cara?

— Sí, sí, todo bien — Vuelve a mirar a la ventana con los ojos apagados— ¿Me permitiría comprarle algo? Si quiere una galleta o invitarle una comida, lo que usted quiera... creo que somos vecinos así que no creo que sea un problema ¿o sí?

Silencio, ¿Qué fue eso?

Pánico, jamás una mujer me había invitado a comer, menos la señora Mussa y teníamos como 30 años de diferencia.

Responde rápido.

¿Pero qué?

No sé, yo venía por papas.

La miro, pero parece no mirarme (lo cual agradezco porque yo mismo siento mi sangre golpearse en mi cara). Ella parece muy casual, no lo sobrepienses, piensa en tu trabajo, piensa en el estofado o el himno nacional.

LA METÁFORA DE LA ESCALERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora