8. Ambos

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PERCY POV

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PERCY POV

No me molestó que pusiera límites, me molestó el hecho de que me creyó capaz de hacer lo que hice solo por maldad cuando no es así.

¿Acaso es mi culpa sentirme así de atraído hacia ella? No elegimos de quién nos enamoramos ni quiénes nos atraen.

Apenas la conozco y es como si… es como el amor a primera vista. Siento que por alguna razón ella es diferente y que su destino es estar a mi lado. ¿Por qué? No lo sé. Seguro me estoy volviendo loco, pero es lo que siento y no puedo evitarlo.

—Percy, ¿Me estás escuchando?

Salgo de mis pensamientos cuando escucho la voz de mi padre dirigiéndose hacia mi. Me está hablando sobre la siguiente reunión con el Parlamento y sinceramente es lo último que me interesa en estos momentos.

—No —admito y sigo con la práctica de modales.

Mi padre niega con la cabeza ante mi hermosa sinceridad y frunce el ceño.

—Es importante que me escuches, Percy —dice—. Además de eso, en menos de una semana empiezan las clases y es esencial que te comportes como un verdadero hombre de la realeza.

—Dios mío, ya nadie hace eso, papá —me quejo—. Ya no estamos en el siglo XIX.

—Así se hizo en nuestra familia por siglos y siglos, tú no vas a ser la excepción —niega.

¿Quién dijo que no?

—Por eso la práctica de modales de hoy —explica—. Además de servirte para tu futuro puesto como rey, también aplica para la vida, Percy. Siempre hay que ser educado y gentil con los demás.

—¿Y qué vas a enseñarme? ¿Con qué cuchillo tengo que cortar? ¿O con cuál de las diez cucharas tengo que comer la sopa? Es lo mismo para mí, padre.

—Los modales van más allá de eso, jovencito —dice la mujer.

Jamás la vi en mi vida. Mi padre la contrató para esta estúpida clase sin sentido.

—Isabel se va a encargar de enseñarte todo aquello que no sepas y más —me dice padre—. Trata de ser bueno y dejar de lado tu sarcasmo con ella, hijo.

—Ajá… —hago una mueca y miro el suelo.

—Yo tengo que volver a mi oficina para trabajar en algunas cosas —le dice a Isabel—, pero en un rato voy a regresar para ver cómo van. Cualquier cosa que necesites, está Roberto para ayudarte, es como un segundo padre para Percy.

—Está bien —dice ella. Tiene un acento francés tan marcado que ya me está empezando a sacar de quicio.

—Bien… Nos vemos en un rato, hijo.

Mi padre se retira con sus guardias personales y me deja con esta mujer, Roberto y otros guardias en el salón que generalmente usamos para cuando vienen muchas visitas a comer. Tiene una amplia mesa y muchas sillas, suficientes como para cincuenta personas.

El príncipe de blanco [+18] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora