Percy es el siguiente heredero a la corona, el primogénito y único hijo de la reina con el destino del pueblo en sus manos. Para poder asumir el trono después de la muerte de su madre, se ve obligado a buscar una esposa.
Su primo está comprometido...
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Dicen que la muerte siempre suele llevarse a las personas puras, a las más buenas primero. Mientras que las malas, las que viven para hacer daño, siguen disfrutando de su vida como si nada. Estoy de acuerdo.
Mi madre está muriendo…
Sí, la reina de Dinamarca está muriendo y nadie lo sabe.
Es una estupidez que le están ocultando esto al pueblo, pero mi padre así lo quiso y mi madre no pudo negarse.
Aún así, las personas dudan sobre nosotros y saben que hay algo que no anda bien. Mi padre está empeñado en no decirle a nadie sobre la enfermedad de su esposa sólo porque no quiere la pena de los demás.
Se supone que el pueblo y su reino tienen que estar unidos, ¿No?. Bueno, las cosas por este lado no estarían siendo exactamente así.
Me levanto de la cama con pereza y observo mi alrededor. Las cortinas están abiertas y la luz del sol entra con mucha claridad. Al lado derecho de mi cama hay una chica morena con la que folle la noche anterior.
Ah… las sirvientas se encargaran de ella luego.
Me doy un baño rápido mientras pienso en lo que pasó anoche. No recuerdo mucho, estaba muy borracho y las cosas sucedieron muy rápido. Sé que nunca termina bien cuando se trata de Griffin llevándome a una fiesta.
De todos modos, conseguí liberar un poco de estrés que era lo que más necesitaba.
Esta semana tengo que hacer miles de cosas y con tan solo pensarlo se me queman las neuronas.
Jodida vida, yo no pedí ser un príncipe.
Salgo de la ducha. Me cambio mientras observo a la chica en mi cama, todavía sigue durmiendo como si nada. Se ve que mi cama es muy cómoda o… mi compañía lo es.
Cuando abro la puerta de mi habitación, me encuentro con mis sirvientas personales.
—Pueden pasar.
—¡Hola, príncipe! —las tres chicas sonríen con encanto.
Me miran como si fuera alguna especie de carnada a la que están a punto de atacar y eso me hace sentir halagado. Me gusta que las chicas se sientan atraídas por mí.
—Buen día, chicas.
Me alejo caminando y las oigo exclamar cosas y chismosear. Seguro piensan que soy sordo o no se dan cuenta del alto volumen de su voz
De camino a la sala de juntas me cruzo a Roberto, mi asistente, quien me recuerda constantemente las cosas que tengo que hacer porque yo ando en mi mundo. Es mi mano derecha.
—Hoy tiene prueba de vestuario para la sesión de fotos y para la fiesta de compromiso de su primo.
—Ajá, no me recuerdes que el estúpido de Logan va a casarse antes que yo —le respondo con desgano—. ¿Qué más, Roberto?