Capítulo 65

816 50 2
                                    

Celine

Es mi último día en California.

Las maletas ya están hechas, todos los muebles fueron vendidos —incluso los cuadros y utensilios—. Sobre las pertenecías de mi padre, me quede con pocas y lo demás lo done, fue doloroso, pero necesario.

Con una sonrisa, comí una cucharada de mi helado y seguí escuchando a los chicos. Lela se quejaba de como una maestra parece odiarla, Elio la mira como un bobo —como de costumbre—, y los demás le sugieren deshacerse de ella y enterrar el cuerpo. Lo casual con mis amigos.

—Esas maestras son un dolor en el culo. — hablo Pheope. —Todo el tiempo creyendo que son mejores que nosotros, y una aquí ni la topa. — sonreí divertida.

—Tienes un poco de helado. — la rubia de ojos verdes, limpio la esquina de su boca con una servilleta y Pehope la miro con un brillo en los ojos antes de inclinarse y besarla.

La relación entre Pheope y Layla se resume con la frase; Del odio nace el amor. Hace unos meses no podían ni verse en pintura, cada vez que se encontraban en los pasillos de la universidad, Caín y yo teníamos que ponernos en guardia para evitar que se le lanzaran encima. Y ahora son inseparables.

En verdad estamos felices por nuestra amiga, y ninguno la miro o trato de diferente manera después de que nos confesó que está interesada en una chica. La apoyamos en todo e incluso le dimos ánimos para que se lo confesara a sus padres.

Pheope siempre fue muy loca junto con Lela y Carlo, pero ya no estamos en el instituto, hay que sentar cabeza en algún momento y parece que Carlo no tiene prisa, pero estoy muy feliz por Lela y Pheope, ambas tienen a una persona que las ama y estará para ellas cuando más la necesiten.

Por otro lado, mi gran amigo Caín, sigue sin avanzar mucho. Mañana nos vamos a Londres y lo único que ha logrado es sacarle unas cuantas risas a mi solecito. Y me estresa ver como solo la observa, pero no hace nada. En verdad necesita muchos empujones y yo ya le ayudé con algunos, no estaría de más que el ponga de su parte.

—Por cierto, Celine. — mire a Carlo. —¿Cómo esta Karin? — una sonrisa se dibujó poco a poco en mis labios, al igual que todos. —Solo quiero saber...

—Ella ya está de nuevo en clases. — suspire y me acomode en mi asiento. —Mi padre fue su primer paciente, ella aprendió mucho mientras lo cuidaba y nos demostró que será una gran enfermera. — la mesa se quedó unos segundos en silencio, como siempre que menciono a mi padre. —Ella vino a despedirse esta mañana.

Me miraron y las sonrisas ya no estaban, solo una línea recta.

—Creo que ya no la vere más. No lo se. — me sobresalte cuando dos manos golpearon la mesa. Es Lela.

—¡Ni se te ocurra perder contacto con nosotros! — exclamo. —Te llamere y enviare textos todos los días, si llegas a dejar de contestar, soy capaz de meterme en una maleta de un pasajero con un vuelo destino a Londres. No me retes, Celine.

La mire atónita, levante mis manos al nivel de mi pecho y negué suavemente.

—No mencione nunca que dejara de contactarlos. — ella entrecerró sus ojos y Elio masajeo sus hombros con tal de relajarla. —Con Karin es predecible, la única conexión que teníamos era mi padre y ahora estará muy ocupada ya que está en su último semestre y viene su graduación, al igual que saber a en que hospital trabajara.

No muy convencida, Lela se relajó y recargo su cabeza en el hombro de Elio, quien acaricio su cabello mientras besa su coronilla. Elio se ve tan malo con esos tatuajes y expresión dura, y es todo un melosos con Lela.

Una Promesa A La LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora