FlashBack

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FLASHBACK.  [19-4-1996]

      " Estaba frente a la puerta del instituto, medio temblando, apretando los libros de texto contra mi pecho. No me sentía capaz de entrar, ahora todos conocían mi secreto -Maldita Lorena- pensé mientras repasaba los sucesos del día anterior.

"Había salido de casa hacia las seis de la tarde, diciendo que me iba a estudiar con una amiga. Pero en realidad iba al bosque cercano a mi casa, a donde solía acudir para practicar con mi don. Me interné en el bosque por un pequeño camino ribeteado de flores silvestres. Pero no estaba sola, alguien con muy malas intenciones me seguía. Pocos minutos después, llegué a mi claro. Allí nunca nadie me había molestado, de modo que lo consideraba un lugar bastante seguro. Dejé la mochila apoyada junto a un árbol, y me dirigí al centro del claro. Allí me senté con las piernas cruzadas en el medio de un pentáculo que había trazado hacia muchos meses, pero cuya forma se mantenía. Agité las manos delante de mí, realizando los movimientos precisos para desencadenar la creación de un pequeño tornado, que fue ganando tamaño. Desde los arbustos, alguien contuvo un grito y apretó el botón de un móvil, el que accionaba la cámara, y lo grabó todo desde aquel momento. Yo continué con mi conjuro, ajena a la presencia del intruso, haciendo moverse al tornado por todo el claro, que arrastraba pequeñas hojas en su interior. Lo mantuve así unos segundos, hasta que noté la conocida sensación de cansancio que me inundaba tras un conjuro prolongado. Bajé las manos hasta el suelo y el tornado desapareció. El botón de aquel móvil volvió a ser accionado de nuevo, guardando la grabación y su dueña salió del bosque sin ser oída, con mi secreto en la memoria de su teléfono. A la mañana siguiente, el video se había distribuido por todas las redes sociales".

Cerré los ojos e inspiré profundamente, abriendo con decisión la puerta del hall. Subí corriendo las escaleras hasta mi clase, pero en cuanto abrí la puerta un grito generalizado surgió de las gargantas de todos los presentes, incluida la de mi profesora, que se puso blanca como la tiza y empezó a caminar hacia atrás huyendo de mi. 12 pares de ojos me miraban aterrados, y yo no pude soportarlo. Salí corriendo al baño, donde estuve sin parar de llorar casi una hora, encerrada entre las cuatro mugrientas y pintarrajeadas paredes de uno de los retretes. Al sonar el timbre del recreo, abandoné mi pequeño refugio dispuesta a volver a enfrentarme a mis amigos. Fui lo más rápido que pude hacia el árbol donde pasábamos siempre los recreos, pero una vez llegué allí, me arrepentí completamente. Mis dos mejores amigas y mi novio, al que quería con locura, se levantaron de un brinco de la hierba donde estaban sentados al verme llegar. Margarita incluso se echó a llorar de miedo. Ella y Blanca se escondieron detrás de Javier, que fue el único que consiguió controlar sus temblores lo suficiente como para murmurar: *Ve-vete de aquí, monstruo.* Yo no podía creerlo, aquellos mismos labios que tantos besos me habían dado, que tantas palabras de amor me habían susurrado, ahora me llamaban monstruo. Salí corriendo de ahí, con las lágrimas nublándome la visión y un nudo en el corazón, que aún sigo teniendo. *Nunca más* me juré a mi misma *nunca más dejaré que ningún no-mágico descubra mi secreto*. Lo que ni ellos ni yo sabíamos, era que aquella sería la última vez que nos vimos las caras.

Huí a mi casa, a mi refugio. Por algún motivo, pensé que era imposible que mis padres supieran lo del video. Pero lo que jamás habría podido imaginarme es que ellos también huirían de mí. Abrí la puerta de nuestro adosado, gritando sus nombres, pero nadie contestó. Me dirigí a la cocina, enjuagándome las lagrimas con el dorso de la mano. Sobre la encimera, había una gran bolsa de deporte. -¿Pero que....?- pensé mientras me acercaba hasta ella. Al lado de la bolsa, había una nota con una única palabra escrita con la caligrafía de mi padre: "Márchate". No. No. No. No podía ser...mis padres no. Me derrumbé sobre el suelo de la cocina, y estuve ahí, sujetando la nota entre mis manos durante dos días seguidos, sin moverme, esperando a que ellos volvieran. Pero al final lo entendí. No iban a volver. Mis padres me...mis padres me temían, como todos los demás. Sin poder dejar de llorar, me levanté del suelo e inspeccioné la bolsa. En ella habían metido toda mi ropa, algo de dinero y , muy amable por su parte, mis zapatillas de ballet. Abrí de nuevo la puerta de la calle, sin poder creer lo que estaba ocurriendo. ¿De verdad iba a irme? Pero si ni siquiera sabía a dónde... Con el corazón en un puño, salí de mi casa y corrí hasta la estación de autobuses".  

 ¿Qué que hice después? Tenía 14 años por aquel entonces, de modo que mis posibilidades no eran muchas. Primero, viaje a Pamplona, donde permanecí apenas tres semanas, y después de aquello, vagué sin rumbo por todo el norte de España, haciendo trabajillos aquí y allá y cambiando de ciudad cada vez que tenía oportunidad. Como podéis imaginar, aquella vida no fue fácil para una niña de 14 años. Muchas noches dormía en los parques de las ciudades, junto a los mendigos, y acabé recurriendo a las drogas, de todo tipo, para alejarme por un pequeño espacio de tiempo de la profunda depresión que me invadía. Lo único que me dio la ilusión necesaria para reunir fuerzas para seguir viviendo, fue el ballet. Siempre llevaba mis zapatillas conmigo, y bailaba en cualquier lugar de la calle que fuese un poco tranquilo. El ballet fue lo que realmente me salvó.  

Además, fueron varias las veces que tuve que huir de acosadores borrachos, que me perseguían por las calles de madrugada intentando aliviar sus frustraciones conmigo, no sé si me explico...  En todo ese tiempo, no usé mi don, me aterraba puesto que él había sido el causante de todos mis problemas. Mi don, era la aerokinesis, el control del aire. Mi vida cambió, por suerte, cuando me establecí en Valencia. Allí conseguí trabajo en un bar cutre de alterne, "La Rosa De Oriente". Tenía el turno de noche, lo que suponía que tenía que aguantar borrachos salidos desde las 11 de la noche hasta las 4 de la mañana. Pero por primera vez tenía un sueldo que me permitía pagar el alquiler de una pequeña habitación y la comida suficiente para no pasar hambre. Un día, cuando me dirigía a mi piso después de cerrar el bar, uno de los clientes me siguió. Era un habitual, un hombre de 40 y muchos años, calvo y entrado en carnes que era cualquier cosa menos agradable. No sé cómo, aquel tambaleante borracho me alcanzó y me tumbó sobre el suelo. Yo me revolví, pero fui incapaz de quitármelo de encima. Cuando sus encallecidas manos rasgaron en dos mi camisa y se posaron sobre mis senos, el miedo alertó mis instintos de bruja. Inconscientemente, convoqué una ráfaga de aire que le dio de lleno al violador. Fue tan fuerte que salió disparado a varios metros de mí, y se quedó gimoteando en el suelo. Yo me cubrí como pude, y salí corriendo de ahí. Pero alguien me había visto, alguien que comprendió que aquella ráfaga de aire no había sido algo...natural. Esa mujer fue mi salvadora, y se llamaba Edurne.

Era una bruja muy muy anciana, cuyo don natural era la capacidad de leer la mente. Después de aquel incidente, vino a buscarme al bar y me llevó con ella. Durante las pocas semanas que conviví con ella, me explicó todo sobre el aquelarre de la ciudad de Kilkenny y la Academia Miolnir. Miolnir era una academia exclusivamente para jóvenes mágicos, donde se les enseñaba a controlar su don y a potenciar sus habilidades. También se enseña el dominio de 4 elementos, a parte del mío: En primer lugar el agua, luego la tierra, seguidamente el aire, el fuego y por último la electricidad. Aquello era justamente lo que yo necesitaba, un lugar donde me enseñaran a controlar y a mejorar mis poderes y donde por fin pudiera estar en compañía de personas como yo, de brujas y brujos. Hice las maletas lo más rápido que pude, no podía esperar.  Antes de marcharme de su casa, Edurne me hizo el mejor regalo que me han hecho nunca, un anillo de bronce con un diamante engarzado. La valía de aquel anillo, que siempre llevo en el dedo anular, reside en que la piedra, tan trasparente como el cristal, era el amuleto más poderoso que una bruja podía tener.

Los hechizos consumen parte de las energías de aquellos que los convocan, de modo que desde tiempos inmemoriales los seres mágicos han utilizado la energía procedente de los minerales para alimentar sus hechizos y poder mantenerlos más tiempo o hacerlos más poderosos.

Desde que salí de España, han pasado 4 largos años. Cuatro años desde que entré en la Academia, cuatro años en los que he superado sus tres primeros niveles, cuatro años en los que mi carácter ha ido cambiando, en los que mi pasado ha dejado de influir en todo lo que hago, y he vuelto a ser feliz. Y es en este momento cuando empieza la historia que quiero contar.

Academia MiolnirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora