La botica Lilu Fhen

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Aunque después supe que entre LeClaire y Steph me llevaron a la botica de Jiang, una curandera que reparaba heridas y enfermedades con su energía, yo solo recuerdo que desperté en una de las camas bajas del establecimiento, con un tremendo dolor de cabeza y la sensación de no poder mover ninguno de mis músculos, aunque por fortuna si podía. Me sorprendió ver agachado junto a mí, sentado en un mullido cojín oriental a Steph, pues había sido mas que evidente que mi intención era dirigir el tornado hacia él. —Vaya, vaya, parece que nuestra loca pirómana ha despertado- comentó con cierto asco en la voz, aunque su mirada trasmitía alivio por ver que me había despertado. Intenté elevar una disculpa, pero mi garganta era incapaz de producir sonidos. Para mi desesperación, el chico soltó un suspiro mientras negaba con la cabeza. Hizo un ademán de levantarse del cojín, pero antes colocó en su sitio uno de mis granates mechones, que se había deslizado hasta colocarse delante de uno de mis ojos. Después, si se levantó del suelo, y abandonó la sala sin mirar hacia atrás. Yo no separé mi vista de él hasta que salió por la puerta, intentado llamarle sin éxito. Me notaba muy cansada, y como de dolía todo, me volví a sumir en un sueño ligero.


La siguiente vez, alguien me despertó agitándome suavemente el brazo. Tuve que parpadear un par de veces hasta que distinguí quien era la figura arrodillada junto a mí. Se trataba de Jiang, la joven curandera japonesa que regentaba la botica.

-       Siento despertarte, Selene-. Dijo con su habitual tono calmado. —Pero tienes que beberte esto.— Puso una taza bajo mis labios, y yo bebí obedientemente el caliente y dulce líquido de color rosado, mientras ella me sujetaba la cabeza. -¿Qué...qué me ha pasado?- pregunté cuando descubrí que podía hablar otra vez. —Oh, no es nada grave pequeña. Tu cuerpo recibió mucha más energía de la que podía manejar, y eso lo saturó. Por eso te desmayaste, pero no dejara secuelas en tu organismo. Solo tienes que descansar para que tu cuerpo se recupere de esa...avalancha de energía-. Señaló mi diamante con un dedo. —Es una piedra muy poderosa, jovencita, tienes que aprender a canalizar su energía, y aún así tener mucho cuidado al usarla-. Advirtió antes de retirarse y dejarme en la cama, sumida en mis pensamientos.

La tranquilidad duró poco, pues la japonesa  permitió el paso de mis amigas a la estancia, que entraron como un tropel y me bombardearon con preguntas. Me llevé las manos a las sienes, tanto ruido aún me molestaba. —Chicas por favor....de una en una-. Como casi siempre en estas ocasiones,  y por ser la más mayor del grupo, Elektra tomó la voz cantante. Sus ojos desprendían chispas cuando habló, aunque la notaba preocupada. -¿Pero se puede saber en que estabas pensando? ¡Como se te ocurre usar la energía del diamante con un elemento que apenas dominas¡-. Como vio que yo me hundía, avergonzada, entre los mullidos almohadones, y como 3 pares de ojos la miraban pidiéndole clemencia, la joven escocesa suavizó el tono. Tomó mi mano entre las suyas y dijo —Perdóname Sel, es que estábamos muy preocupadas. Jiang no nos dejaba entrar, decía que necesitabas descansar, pero vimos salir de aquí a Steph.-  Steph. Mi corazón se aceleró por la culpabilidad, y por el recuerdo de ese extrañamente tierno gesto que había hecho antes de irse, al oír el nombre del guardián.  -Decirme que no llegué a hacerle daño por favor.....-. musité en voz baja, dirigiendo directamente mi mirada a los ojos de Elektra. —Tranquila, te desmayaste antes de que el tornado de fuego se le acercara-.  —Me han dicho que fue una auténtica pasada Sel-. Aquella era la voz de Maddie, que denotaba cierta admiración. —Ningún alumno de la Academia es capaz de crear algo así el solo, hasta LeClaire se asustó. Dice que aquello no fue solo producto de la fuerza del diamante, que fue también tu rabia-.  .- Y pensar que yo como mucho puedo hacer que se mueva un árbol-. refunfuñó Frankie, a quién no le gustaba nada seguir aún en el nivel de la Tierra. Mo fue la única que no dijo nada, pues era la que mejor sabía interpretar las emociones ajenas, y se había dado cuenta de que a mi no me hacía ninguna gracia saber que si me descontrolaba mi rabia instintiva podía llevarme a hacer algo así. La dulce banshee se limitó a acariciarme el cabello y a dejar una bolsa de papel, con el logo de la pastelería sobre las mantas de la cama. —He pensado que te vendrían bien un par de muffins, los que te gustan de chocolate y fresa-. Aquel pequeño gesto de mi amiga me arrancó una lágrima, y abrí los brazos para darles un abrazo colectivo. —Anda mosqueteras, venid aquí-. Ellas se echaron encima de mi cama, agrupándose en torno a mí. Y en ese momento, me di cuenta de cómo había cambiado mi vida, había pasado de estar sola a tener a cuatro amigas magníficas, que harían lo que fuera por mí y yo haría lo que fuera por ellas. O como decíamos nosotras, una para todas y todas para una. Se quedaron un rato conmigo y me contaron que habían adelantado el plan LeClaire a esta tarde, y que volverían a contarme como había ido en cuánto pudieran. Maddie estaba hecha un manojo de nervios, así que fue a ella  la que le di un abrazo más largo cuando Jiang vino a decirles que yo necesitaba descansar unas horas más para poder volver de nuevo a la Academia. Cuando ellas se fueron, me quedé pensando en el rubio, en la actitud tan contradictoria que había tenido, pero no logré sacar nada en claro. La infusión que Jiang me preparó y que yo me tomé  empezó a hacer su efecto, así que me dormí otra vez. Tuve un sueño extraño, en el que estaba en una playa con alguien extrañamente parecido al centinela al que casi agredí.

 No se cuanto tiempo dormí esa vez, pero cuando volví a despertar, la Magister Leia estaba junto a Jiang, el Aquelarre la había enviado para acompañarme a la Academia.  No había reparado en un pequeño detalle hasta entonces, en que llevaba puesto una especie de camisón, parecido al que usaban los hospitales no-mágicos.  Las dos brujas salieron de la habitación mientras yo volvía a ponerme mi túnica y recuperaba mi anillo, que me había quitado por precaución y que habían colocado en una mesita cerca de mi cama. -¿Cómo te encuentras Selene? ¿Te sientes débil?-. me preguntó Jiang cuando me vio salir de la sala y pasar a la tienda. —No, no. Lo cierto es que hacía mucho tiempo que no dormía tanto, estoy llena de energía-. Contesté con una sonrisa amable. —Bueno, en ese caso nos vamos. Muchas gracias por cuidarla Jiang-. Dijo Leia, mientras encaminaba sus pasos hacia la salida. Yo la seguí, pero antes de salir de la tienda me giré un segundo hacia la japonesa —Muchas gracias Jiang, de veras-. Ella me respondió con una inclinación de cabeza, y luego yo abandoné su local.

Leia no era una persona precisamente muy habladora, de modo que tras cruzar unas educadas palabras en las que se aseguraba de que estaba bien, no volvimos a decir nada en todo el trayecto. Ella se despidió cuando llegamos al desvío de la Sede del Aquelarre, y se alejó con un leve murmullo de la seda negra de su túnica. 

Yo seguí el camino que llevaba hasta la Academia, subiendo lo más rápido que pude al corredor de las habitaciones. Me detuve frente a la puerta escarlata que cerraba la habitación de Steph y la golpeé con los nudillos, esperando obtener una respuesta, pero su inquilino no estaba dentro en aquel momento. Miré mi reloj de pulsera, eran las 7:30, así que lo más probable es que tuviera ronda de vigilancia. Cabizbaja, fui hasta mi dormitorio, en donde me encerré, dispuesta a practicar con el fuego. Si había conseguido crear un tornado de fuego yo solita, bien tenía que ser capaz de modelar una dichosa bola de fuego, aunque fuera una pequeña. Tan absorta estaba en mis prácticas que ni siquiera bajé a cenar ni me acerqué a la habitación de ninguna de mis amigas para preguntar que tal había ido el plan para juntar a Maddie y a LeClaire.

Academia MiolnirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora