Una escapada y un guardián omnipresente.

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Estuve casi 4 horas y media practicando en mi habitación, haciendo solo pequeñas pausas para consultar el Libro. Por algún motivo, quizás la confianza que ahora tenía en que podía dominar el fuego, había conseguido por fin avivar las llamas de manera controlada, así que estuve un largo rato haciendo crecer y disminuir el tamaño de la llamita de mi vela. Cuando me convencí de que ya era capaz de controlar a la perfección la extinción de las llamas, decidí pasar a la siguiente disciplina que se exigía dominar para la prueba de nivel: La creación de figuras de fuego que respondieran a las órdenes del brujo creador. Leí cuidadosamente las páginas del libro dedicadas a este apartado, y solo cuando estuve segura de que entendía bien todo el proceso, cerré el libro y me dispuse a probar. -Lo más probable es que no lo consigas, pero bueno, hay que intentarlo-. Me dije a mi misma al tiempo que alzaba las mangas de mi túnica hasta los codos, para que no me molestarán. Volví las palmas de las manos hacia la vela, haciendo crecer un poco la llama para tener suficiente elemento con el que modelar una figura. El libro decía que había que visualizar la forma que querías darle al fuego y esbozarla en el aire con un dedo, de modo que visualicé una esfera de fuego flotando delante de mi y dibuje un círculo en el aire. La llama comenzó a moverse, plegándose sobre si misma hasta que formó una bola perfecta, que parecía levitar sobre la vela. Sonreí, orgullosa por haberlo conseguido en el primer intento. Pero esa solo era la primera parte, ahora tenía que ser capaz de dirigir la esfera por la habitación. Alcé lentamente la mano, dejando escapar un gritito de satisfacción al comprobar que la figura ascendía en el aire. Estuve unos minutos haciéndola moverse por la habitación, pero pronto me invadió el cansancio típico de los hechizos prolongados. Aquel tipo de conjuro exigía más energía que cualquiera que hubiese realizado hasta entonces, y además ya llevaba cansancio acumulado por el tiempo anterior practicando con la extinción de llamas. Bajé las manos, dirigiendo las palmas al suelo, de modo que la esfera se fue empequeñeciendo hasta que solo quedó la llamita original de la vela.

Me dejé caer sobre la cama con una enorme sonrisa. Estaba cansada, si, pero también eufórica y quería celebrar mi pequeño triunfo. Giré la cabeza hacia la pared del fondo, donde tenía colgado un reloj dorado con pinta de antiguo. Sus manecillas marcaban las 2 de la madrugada, lo cual quería decir que mis amigas estarían durmiendo, porque si hubiesen organizado una salida me habrían avisado. Realmente teníamos prohibido estar fuera de la Academia pasadas las 11 de la noche, por que los Magistri pensaban que no era prudente dejar que un nutrido grupo de brujos adolescentes vagara ebrio por la calles de la ciudad, puesto que alguno podría perder el control y delatarse. Pero éramos adolescentes, y de vez en cuando burlábamos la vigilancia de los guardianes y nos escapábamos a la zona de fiesta. Eso si, a aquellos a los que pillaban escapándose, les caía un castigo ejemplar.

No pensé en ello mientras me enfundaba en un bonito y ajustado vestido negro, con unos tacones de vértigo a juego. No me gustaba usarlos, pero la ocasión lo merecía. Después de maquillarme un poco y asegurarme de que las ondas rojas de mi pelo se mantendrían, abrí la ventana y, haciendo uso de mi don, me eleve en el aire. Atravesé así los terrenos ajardinados de la academia y también el hechizo que la protegía de miradas indiscretas, posándome con disimulo en una calle de la ciudad no-mágica, desierta a esas horas. En la zona de fiesta el ambiente era diferente, siempre estaba llena de gente que bailaba y reía. La alcance en unos 10 minutos y me colé dentro del primer bar que encontré. En su interior, una masa de cuerpos alterados por diferentes sustancias se agitaba al ritmo de la música que estaba a todo volumen, como a mi me gustaba. Fui a la barra a pedir una copa, bebiendo un largo trago mientras observaba a la gente de mi alrededor. Cuando el alcohol empezó a hacer su efecto, me uní al baile descoordinado de un grupo de chicos que estaban a mi lado. Eran divertidos y yo estaba sola, así que me quedé bailando con ellos y conseguí que me invitaran a varios cubatas. Cuando apenas me quedaba un trago de la copa (había perdido la cuenta de cuantas llevaba), uno de los chicos me hizo girar y descubrí entre la multitud, rodeado de chicas, a Steph. No me lo podía creer, debía haber una veintena de clubs y justo había ido a entrar en el mismo que estaba yo. Iba a escabullirme entre la gente, cuando sus ojos dorados se posaron en mi, tornándose sorprendidos unos instantes. Su condición de guardián le permitía abandonar los límites de Miolnir, pero también le obligaba a llevar de vuelta y a sancionar a cualquier alumno que se saltara el toque de queda, de modo que probablemente me había metido en un buen lío.

Se deshizo de las chicas que lo rodeaban y avanzó entre el tumulto hasta llegar a mi, esgrimiendo sobre sus labios una sonrisa que reflejaba la diversión que le producía la situación. Yo lo recibí con la sonrisa mas inocente que fui capaz de dibujar, pero no sirvió de nada. -Pero bueno, pelirroja! Y yo que te tenia por una chica buena y responsable....que decepción-comentó con sorna, cruzando los brazos sobre su pecho. -Sabes que mi obligación es llevarte de vuelta a a la Academia e informar, ¿no?- preguntó mientras me quitaba el vaso de la mano y bebía lo poco que quedaba en él. -Steph...por favor te lo pido. Es la primera vez que hago esto, lo juro. Llévame a la Academia si quieres, pero no se lo digas a los Magistri...-supliqué fijando mi mirada en sus ojos, tratando de vocalizar a pesar del alcohol, pero el reparó en mi estado de todos modos, y eso le hizo soltar una carcajada. -El alcohol es malo pelirroja...anda, vámonos de aquí- dijo en un tono que no dejaba lugar a réplicas, abriéndose camino a codazos y empujones entre todos los cuerpos que se agitaban frenéticos. Yo lo seguir, cabizbaja y sin decir nada. Cuando por fin conseguimos salir del local, me detuve en la puerta e inspire profundamente, llenando mis pulmones del aire fresco de la noche. Steph me estaba esperando unos metros mas allá, con las manos en los bolsillos y una actitud impaciente. Caminé hasta el, tambaleándome torpemente sobre los tacones. Ya había notado al recorrer el club para salir que me costaba mantener el equilibrio , pero pensaba que era debido a los múltiples empujones que recibí. Al llegar a su lado, me miro con una mezcla de curiosidad y, como no, diversión. -Joder pelirroja, así no llegamos a la Academia hasta mañana...-. Yo lo fulminé con la mirada, tratando de andar en línea recta para demostrarle que se equivocaba, pero apenas fui capaz de dar dos pasos rectos, luego los tacones empezaron a doblarse cuando pisaba y como consecuencia, mi andar era torpe. Lo oí reírse detrás de mi, pero también bufar, y cuando ya me disponía a volverme y decirle cuatro cosas, sentí como unos fuertes brazos me cogían por las piernas y la espalda y me alzaban del suelo. -No se tú, pero yo quiero dormir en mi cama esta noche-. Fue todo lo que dijo. Yo iba a hacerme la orgullosa y a decirle que no necesitaba ayuda, pero tuve que admitir que Steph tenia razón, al paso al que andaba tardaríamos mucho tiempo en llegar al Aquelarre. Me trague el orgullo y rodee su cuello con mis brazos, apoyando ligeramente mi cabeza en su pecho, porque todo había empezado a darme vueltas .

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