Capítulo 7: Invisible

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Esconderse del mundo podría significar una salida, a menos que, los que te ven, formaran parte de tu silencio... 

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Capítulo VII: Invisible

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Caminé hacia una de las estanterías, donde había visto muchos libros en cuanto llegué aquí. Tomé uno al azar, parecían ser tan antiguos por la portada improvisada y desgastada, aunque su interior reflejaba hojas nuevas, como tinta recién escrita. 

Lo abrí y lo repasé con los dedos, tan suave como la seda. Había escritos, una serie de símbolos que mi mente no reconocía pero si que se sentía familiarizada, al igual que los dibujos. Después de aproximadamente una hora, descubrí que se trataba de un libro de hechizos, un grimorio.

No contenía el nombre del propietario, aunque pude descubrir que era amante del bosque y los animales.

Pasaba página por página, hasta que el sonido de cadenas forcejeando llamaron mi atención. Venían del piso de abajo. Cerré el libro y lo dejé sobre la cama y seguí el tintineo de las cadenas. Estas provenían exactamente de la puerta, aquella donde me habían prohibido el ingreso, aquella donde dos brujos aún resguardaban la entrada. Pude notar su nerviosismo en cuanto se encontraron con mi mirada. Me temían.

No podría haber logrado nada con ellos vigilando, lo más seguro es que volvieran a encerrarme. Así que decidí volver a mi habitación, tome el grimorio y volví a sumergirme en él, con la esperanza de que hubiera un hechizo que me ayudara a llegar hasta donde las cadenas aun tintineaban. Un hechizo de invisibilidad es lo que necesitaba, y tenía que haber alguno en el libro que reposaba sobre mi regazo.

No halle nada, el libro era más un recetario de algunos ungüentos, pero ninguno que pudiese usar contra los brujos.

Entonces me pregunte, ¿por qué no solo ordenarlo?. Ordenar a mi magia a hacerme invisible. Decidí intentarlo, absorbiendo magia de mi interior tal y como lo había hecho en la mañana y me ordené a mí misma, a mi magia, hacerme invisible ante los demás. Una sensación de cosquilleo me recorrió la piel. No muy segura de sí había funciono, volví a salir de mi habitación, y me pare frente a los brujos. Ya no hubo el intercambio de miradas asustadas a pesar de que estaba a centímetros de sus narices.

Los observe con una fascinación mórbida. Sin embargo, la puerta aún seguía cerrada, y no podía cruzar si ellos no se movían de aquí, no estaba segura de sí mi hechizo, el primero que realizaba después de tantos años de estar dormida, incluía también ocultarme del tacto.

Corrí hacia mi habitación y deshice el hechizo solo con el pensamiento y la sensación de cosquilleo de un inicio volvió a recorrerme el cuerpo, entonces supe que lo estaba haciendo bien. Luego grite por ayuda.

Oí sus pasos acercarse y repetí el hechizo de invisibilidad en cuanto cruzaron la puerta y examinaban mi habitación, yo corrí en dirección opuesta, por las escaleras y no me detuve hasta estar frente a la puerta de mi objetivo, la llave estaba sobre la cerradura, la giré con sumo cuidado y entre.

La oscuridad densa que me recibió, encendió una chispa de cobardía en mi interior, parpadeando, espere unos segundos para acostumbrarme a la oscuridad repentina de aquel pasillo angosto y fuerte olor a humedad. Toque las paredes a mis costados, para guiarme, y aunque deseaba iluminar mi camino no podía arriesgarme a ser descubierta. Camine con las manos pegadas hacia los muros, no sé cuántos pasillos gire hasta que una pequeña luz apareció en mi campo de visión.

 Era una celda angosta, pero lo que en realidad llamo mi atención fue la espalda desnuda y musculosa de alguien, encadenado con los brazos extendidos a cada extremo de una de las angostas celdas. Sus músculos se tensaban cada que sacudía la cadena, estaba intentando romperlas. A pesar de todos los músculos en su cuerpo, lucia débil, y cansado, pero no se daba por vencido, tiraba de las cadenas con la fuerza que le quedaba.

Quien estaba aquí era un hombre, nada más. de todos modos, no podía hacer nada para ayudarlo, se supone que yo no estaba aquí.

Empecé a dar media vuelta, para volver por donde había venido, pero entonces el ruido se detuvo como si hubiese sentido mi presencia, me buscó mirando a los costados, sin embargo, no pronuncio nada, ni siquiera pidió ayuda para que le soltara.

Talvez solo habían sido ideas mías, de todos modos, aún seguía con el hechizo. Estaba dispuesta a marcharme otra vez, sin mirar atrás.

―Espera un poco más ―el sonido de su voz hizo que mi piel se erizara. Conocía esa voz. Claro que la conocía.

Lentamente me giré hacia él, preguntándome cómo demonios me había visto. 
Porque sí, había torcido parte de su torso y su cabeza, y tenía la vista fija en mí.

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Gracias por leer. 

Besos con sabor a su fruta favorita. 

BRUMAS (Inmortales I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora