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Capítulo XXIV: ¿Mas sangre?
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Athara:
Los brujos habían desparecido para cuando logramos salir del calabozo, incluyendo Nisha y Leila. Ascian cargaba con Carmen, que traía una piel mucho mas pálida desde la ultima vez que la había visto. Materialice un portal hasta uno de los portales escondidos de la isla privada de Ascian.
―No entiendo como Amara pudo engañarnos ―comento Lilith mas para eliminar el silencio tan sofocante que nos había embargado a todos en cuanto encontramos la estancia totalmente vacía.
Algo en mi interior creía saber donde se habían ido, pero no era momento de revelarles lo que sospechaba, o mas bien estaba segura de que pasaría.
Cruzamos el portal hacia la isla y entonces volví a respirar, necesitaba ese aire para respirar con normalidad. Hogar...
―Iré a asearme un poco ―le dije a Lilith, quien me observaba con cierta curiosidad, pero no me retuvo en cuanto fui a mi habitación.
Un vistazo al espejo y quise derrumbarme ahí mismo. Mi rostro estaba cubierto con salpicaduras de mi sangre, al igual de mis manos y mi vestido... ahora recordaba por que a Amara le gustaba vestir de negro, en el negro la sangre no se notaba y mantenía la apariencia de limpieza, a pesar de las atrocidades.
El agua rosada caía en el lavadero a medida que me restregaba las manos, nunca me había gustado la sangre, el olor con los restos de plata inundaron mis fosas nasales y tuve arcadas.
Me quite el vestido, ese vestido tan hermoso que no volvería a usar porque estaba manchado, aunque lo lavase, siempre quedaría impregnado de los recuerdos. Las faldas se desliaron por mis piernas con una caria suave, en una suplica silenciosa de que no las quemara, pero lo haría, necesitaba deshacerme de todo.
Un suave toque a la puerta me arranco de mis pensamientos, no necesitaba preguntar de quien se trataba. Me apresure a ponerme una bata encima, mi pelo aun estaba en una maraña horrible, pero no me importo.
―Ascian... ―dije a modo de saludo e invitación cuando abrí la puerta, se había quitado el traje.
La duda se apoderó de su cuerpo antes de entrar, cerré la puerta tras de mí, mientras él recorría mi habitación como si nunca lo hubiera visto.
Lance un hechizo de insonorización y logre escuchar la maldición que Lilith lanzo a todos los dioses.
―Lilith nos odiara por privarla de nuestra conversación ―dijo con una sonrisa que no llego a reflejarse en sus ojos. Estaba nervioso, volvíamos a ser esos adolescentes de hace siglos, me alegraba descubrir que no había cambiado mucho, en la forma en la que abría y cerraba el puño siempre delataba su nerviosismo.
Corrí hacia él, y lo rodeé con los brazos. Él era Ascian, mi amigo. Mi... sus brazos me rodearon el cuerpo con fuerza, apretándome mas a él, como si temiera que el soltarnos significaría otros siglos de distancia.
―Creí que nunca te volvería a ver... creí que... ―el nudo en mi garganta me impidió seguir hablando y las lagrimas inundaron mis ojos.
―He soñado con este momento desde la ultima vez que te vi, Athara. ―me alejó de él para tomar mi rostro entre sus manos, sus ojos igual de llorosos que los míos, examinado cada milímetro de mi rostro. ―No puedo creer... que después de tanto esperar vuelvo a tenerte entre mis brazos. ―deposito un beso en mi frente volviéndome a envolver en un abrazo intimo, no estoy segura de cuanto tiempo permanecimos así, podrían haber sido otros cien años y no me habría dado cuenta. Y habríamos permanecido otros mil años mas si la puerta no hubiera sido azotada con dos golpes secos.
No eran puños golpeando y era eso lo que había provocado que una corriente de alarma me haya recorrido el cuerpo. Ascian sintió la misma sensación, por lo que se acerco con cautela hacia la puerta, poniéndose delante de mí a modo de escudo. Abrió la puerta despacio y un cráneo entro a una velocidad infernal y choco contra una de las paredes de mi habitación.
Conocía esa magia, usar magia en hueso humanos era la especialidad de mi hermana, la ira volvió a invadir cada célula de mi cuerpo, del cráneo destrozado sobre el suelo corría un liquido rojizo y espeso... Sangre. El cráneo destrozado levito volviendo a unirse, aun goteando la sangre, y hablo, con la voz de mi hermana.
―Gracias por tu sangre, Athara. Me creías tan estúpida como para no saber que hechizo usaste en mi cárcel personal? ―dijo con su frialdad característica, y su dramatismo insoportable― Los ancestros están ansiosos por volver de donde los mandaste, querida hermanita. ―deje de respirar.― ¿Y la sangre? deberías olerlo para reconocerlo. Considéralo un regalo de mi parte.
El cráneo exploto en una nube de ceniza y mas sangre, volviendo a ensuciar cada centímetro de mi piel que había intentado limpiar.
No era necesario acercarme al charco que había derramado sobre mi piso, la sangre que tanto me había costado quitar de mi rostro y mis manos había sido en vano, estaba bañada en sangre al igual que Ascian, pero esto no era mi sangre, y fue la razón por la que mis rodillas temblaron y mis piernas ya no pudieron sostener mi cuerpo, caí al suelo, tratando de controlar mis arcadas.
Ascian se había arrodillado a mi lado, y buscaba mi mirada, mientras me hablaba pero no lo escuchaba, esto tenia que ser uno de sus putos juegos mentales que tan bien se le daban, pero en el fondo sabia que no era así, yo siempre sabia cuando usaba su magia sobre mi.
Daba gracias a los dioses que aun no había ingerido alimentos, porque lo votaría todo sin duda
Era la sangre de Lorcan. Era sangre fresca de Lorcan.
"Lorcan esta vivo"
Sus palabras acudieron a mi mente como una burla silenciosa. Ahora lo creía. Ahora sabia que era verdad: Lorcan estaba vivo.
Y otra de las cosas hacia que se me nublara la vista era que ella estaba libre y pretendía traer al aquelarre de vuelta.
Amara siempre había sido la que mas había indagado en la magia, a pesar de que no la poseía como tal, y necesitaba que mi corazón estuviera latiendo para usarlo, ella siempre se había interesado por todos los tipos de magia que podría canalizar con su poder especial. No dudaba que en todas esas averiguaciones había encontrado alguna forma de revivir a los muertos, aunque pareciera imposible, aunque eso vaya en contra de la naturaleza, ella lo haría. No importaba cuan mal La habían tratado, ella los traería de vuelta solo para castigarme.
Y ahora que estaba libre... Que los dioses intenten protegernos de ella.
Un golpe, dos...
Un grito, el grito de Lilith, Ascian se precipitó hacia la puerta, con el rostro blanco del susto. Yo iba detrás, pisándole los talones.―¡Ascian! ―el grito de Lilith hizo eco por todo el palacio, no sabía con exactitud de dónde provenía, pero no cesaba. Miedo, había miedo en su voz.
Mi corazón galopaba tan fuerte que el pecho me dolía mientras corría por todo el palacio en sus busca, el eco de su grito continuaba resonando en mis oídos.
Lilith no estaba. Y Carmen tampoco.
Llegué al salón, donde Ascian estaba de rodillas en el piso, su cuerpo temblaba de irá mientras sostenía un trozo de papel entre las manos, a medida que pasaba los ojos por la nota sentía como la temperatura del palacio descendía varios grados.
Arrastre mis pies hasta donde estaba, y sentí su miedo...
―As... ― llamé, arrodillándome a su lado, no lo toqué, aunque mi mano me cosquilleaba para extenderlo hasta su hombro. Intenté leer la nota, pero está estaba arrugada entre sus puños.
―Se la llevaron ― susurró, un escalofrío me recorrió el cuerpo.
Esto tenía que ser una maldita broma.
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Gracias por leer.
Besos con sabor a su fruta favorita.
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BRUMAS (Inmortales I)
FantasyDespués de haber estado dormida durante un gran tiempo y habiendo perdido totalmente la memoria, regresa a la vida, a un mundo donde todos, si pudiesen, la matarían. Solo unos pocos pretenderán protegerla, al menos sin intereses de por medio. Era...