CAPÍTULO 12

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Ron estaba nervioso. Había quedado de salir con Luna. No creía que podría estar enamorándose de alguien a quien en algún momento llamó "Lunática" y "Chiflada" ... Quién lo diría...

En medio del idilio que tuvo con Hermione, Luna llegó para rescatarlo de esa intensa relación que vive con su novia, para hacerlo ver que se puede encontrar felicidad hasta en el más mínimo detalle, en la más trivial conversación, en cualquier cosa que puedas hacer junto a la persona que amas.

Entonces, al salir de su casa, se apareció y llegó frente a la casa de Luna. Tocó la puerta y esta vez abrió Xenophilius, que le dijo:

- ¡Ah, Ronald! Un gusto verte, sí, un gusto – dijo, sonriendo y estirando la mano para saludarlo.

- Igual, señor Lovegood. ¿Está Luna?

- Oh, claro. ¡Luna! ¡Vinieron a verte! – gritó el hombre, hacia la escalera.

En eso, Luna bajó, casi corriendo.

- Oh, Ron. Papá, ya nos vamos. Vuelvo en un par de horas...

- Claro, hija. Ve y diviértete – dijo Xenophilius.

Entonces, los dos chicos salieron de la casa, y se aparecieron en Londres. Quisieron hacer algo poco común; se fueron a un parque de diversiones muggle. Ninguno sabía cómo era, ni qué hacer exactamente, pero llegaron y lo primero que hicieron fue subir a una montaña rusa. Gritaron y rieron, se marearon y se divirtieron.

- ¡NO PUEDO CREER QUE NUNCA HAYA VENIDO AQUÍ! – dijo Ron, cuando bajó

- YO TAMPOCO LO CREO, ¡ESTO ES MUY DIVERTIDO! – gritó Luna, bajando a su lado.

Compraron algodones de azúcar y comieron hasta cansarse. Recorrieron toda la feria, hasta que llegaron a un puesto donde, si lanzabas todas las latitas, podías ganar un premio. Ron, mirando a Luna de reojo, vio lo feliz que se le veía ahí, entonces, señalando el puesto, dijo:

- Hey, mira. ¿Crees que pueda ganar ese?

- Seguro que sí, Ron. ¡Vamos! – dijo, tomándolo de la mano. Avanzaron hasta llegar ahí, y Ron dijo al dueño del puesto:

- Quiero jugar – le entregó a dueño un billete de 10 libras que había conseguido la última vez que fue a Gringotts y, tomando la primera pelotita, la lanzó. Derrumbó solo la primera lata. Concentrándose al máximo, tiró la otra pelotita, que solo derrumbó una de ellas. Al final, casi con todas las esperanzas perdidas, la última bolita dio en el centro de la torre, logrando que todas cayeron al piso. Ron y Luna gritaron y se abrazaron, riendo.

- ¿Qué peluche desea? – dijo el dueño. Mostrándoles los peluches colgados en el puesto.

- ¡Ese! – dijo Luna; era un rinoceronte morado, sonriendo. Ron se acercó para tomarlo, y se lo entregó. Para sorpresa suya, Luna se puso en puntillas y lo besó. Él la tomó de la cintura, acercándola a él. Se separaron y Ron le dijo a la rubia:

- Creo... que ya debes ir a casa – Luna hizo un puchero, pero asintió.

*en casa de los Lovegood*

- La pasé muy bien hoy, Ron. Espero podamos salir de nuevo otro día – dijo la chica, sonriendo. Se despidió con un gesto de mano del pelirrojo, y cerró la puerta de su casa.

NADA ES PARA SIEMPREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora