CAPÍTULO 8

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Ron, aprovechando que se había quedado en la Madriguera, decidió ir y visitar a los Lovegood. Subió la colina, apresurado. Cuando llegó, estaba jadeando, pero no interesaba. Se acercó y tocó la puerta. Recordaba cuando la casa (que tenía forma de torre de ajedrez) se destruyó, y cómo había ayudado a Xenophilius y a Luna (junto a Harry, Hermione, Neville y toda su familia) a reconstruirla.

Abrió la puerta su amiga, quien estaba sorprendida:

- Oh, Ron, no te esperaba...

- Fue una sorpresa. – dijo; seguía jadeando – Estaba en casa de mis padres, y vine a visitarte.

- Vaya, qué amable de tu parte – dijo la muchacha, sonriendo. – Pasa, pasa. Creo que por aquí hay algo que pueda invitarte... ¿Tal vez un poco de té de gurdirraíz? – Ron intentó no mostrar el asco en su rostro.

- Eh... bueno, sólo un poco – dijo, rindiéndose y sentándose en el lugar más cercano.

Mientras Luna preparaba el té, Ron miraba alrededor. La casa seguía teniendo esa forma circular que podía parecer asfixiante, pero tenía cierto toque... ¿hogareño?

- Aquí tienes – dijo, dándole una taza.

- Gracias – Ron tomó un sorbito que le sabía a rayos – Oye, ¿al final lograste encontrar al snorckal de cuernos arrugados? – dijo, con cierta burla.

- No. Esos se encuentran en Escocia; aún no he indagado bien allá. – dijo, calmada y seria - Pero he descubierto algunas especies interesantes en América...

Luna empezó a contarle sobre sus diferentes aventuras en la selva de Brasil y Perú, entre la serranía y los desiertos que había allá.

Ron no creía todas las cosas que la rubia había logrado encontrar, pero la chica tenía todo preparado: tenía toda una bitácora con datos sobre los animales que había estudiado, y también tenía fotos que había sacado a las especies que había descubierto. Ron miraba, fascinado. No sabía lo interesante que podía ser conversar con Luna...

Entonces, como un impulso, Ron miró los labios de la chica. Se veían suaves, rosados... Quería probarlos...

La chica posó sus azules ojos en su amigo. Lo miró detenidamente... Era muy simpático, y cuando no se burlaba de ella, podía ser alguien muy bueno para conversar.

En eso, como una reacción, un estímulo que ambos sintieron, sus labios se unieron. Primero, ambos se quedaron sorprendidos. Pero luego, respondieron al beso, con suavidad, con tranquilidad, como si tuvieran una eternidad para disfrutar ese momento...

Cuando se separaron, se miraron y rieron. Luna tenía los ojos desorbitados (ya de por sí los tenía muy abiertos siempre), y Ron tenía las orejas coloradas...

'Nunca había sentido algo así' – pensaron los dos, emocionados.

NADA ES PARA SIEMPREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora