CAPÍTULO 15

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Ginny estaba enfurecida con Harry y Hermione. No quería verlos ni en pintura. No sabía cuánto tiempo llevaban viéndole la cara, pero ya no importaba. Entonces, llena de despecho, recurrió a una única forma que, en su opinión, era una forma de olvidar y quitarse todo de encima.

*después*

- Hola...

- Hey, ¿quieres tomar algo? – dijo Ginny, yendo al grado.

- Claro – dijo Draco, mirando a la chica. Se veía diferente, como triste.

Entonces, fueron a un bar muggle. Ginny empezó a tomar whisky, mientras que Draco solo tomaba una cerveza.

- Hey, hey, hey, más despacio – dijo, viendo como la chica tomaba de un trago su vaso.

- Déjame – dijo, soltándose del agarre del rubio. – Quiero distraerme, olvidar un momento todo – dijo, pidiendo otro vaso.

- Como tú digas – dijo el rubio, mirándola analizadoramente. ¿Qué le pasaba?

Después de unos vasos y botellas y un poco de conversación, Ginny ya estaba un poco ebria, y entonces, la pelirroja dijo:

- Eh, Draco, ¿te han dicho que eres muy guapo? – dijo, acercándose a él. Draco la miró, y entonces, balbuceando, dijo:

- Pues...

- Seguro que sí – dijo, mirando el vaso vacío de whisky que tenía en mano – Porque enserio lo eres – ella sonrió.

- Eh... ¿gracias? – respondió Draco, aunque más sonaba a pregunta. Luego, la muchacha se pegó más a él, mirándolo de muy cerca. Entonces, él pudo mirarla con detenimiento: los ojos cafés, mirándolo fijamente, y las pecas en las mejillas, que le daban un aire que le gustaba...

- ¿Qué haces, Weasley? – dijo, al ver que el rostro de la chica estaba a centímetros de la suya.

- ¿Acaso tú no quieres, Malfoy? – dijo la muchacha, con voz seductora.

- Yo... sí – dijo Draco, tomando por el rostro a Ginny y besándola. Ninguno de los dos se imaginó nunca así: en un bar muggle, tomados, y besándose. Pero, la adrenalina, el deseo, y el despecho que Ginny sentía, eran superiores a todo lo que pudieran pensar.

Entonces, cuando se separaron, Ginny le susurró a Draco al oído:

- ¿No prefieres ir a otro sitio?

- Con mucho gusto – dejaron unos billetes en la mesa y se fueron. Llegaron a un hotel, donde ambos se dejaron llevar por el placer, la falta de calor de otro cuerpo, la necesidad de sentir los besos, las caricias de alguien. Fue como una válvula de escape para los dos, una nueva sensación que ninguno experimentó nunca, y que los llevaba al éxtasis.

NADA ES PARA SIEMPREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora