𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐𝟓

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Me despierto de golpe y veo a Damiano a mi lado.

-Hemos llegado.

He dormido seis horas, como había adivinado anoche, en cuanto todo esto pasara podría conciliar el sueño mejor.

Aunque tenía una sensación de haber soñado algo malo o triste. No una buena sensación.

-¿Has dormido bien?

-Sí, claro. ¿Y tú?

-Como un rey.- dice eso seguido de un beso en la boca. 

Llegamos a casa bastante cansados pero aún tenemos una hora para medio prepararnos.

Me tumbo en la cama y poco a poco y sin querer me voy quedando dormida.

Tanto que no me despierto hasta la mañana siguiente. Tanto había insistido en cenar con los padres de Damiano y me había quedado dormida. 

Vaya desastre de novia que soy. Y de nuera.

Bajo a la cocina esperando ver a Damiano haciendo el desayuno pero parece que hoy me toca hacerlo a mi.

Solo hay una nota.

Hola peque.

-Peque tu polla.

Los chicos querían ensayar, tal vez me vaya a comer con ellos más tarde. Llegaré por la tarde.

Te quiere mucho, tu precioso y sexy italiano.

Pero mírale, como se lo cree.

No me apetece hacer nada de desayuno y solo me como unos cereales con leche. Obviamente los cereales primero.

No tenía nada más que hacer, y pensé que era el mejor momento para llamar al señor ese. 

Pulso dudosamente los números y acabo llamándole en un acto de valentía. 

Y aún así cuando escucho su voz preguntando dos veces quién había detrás de la línea mi voz no sale.

-¿Es algún tipo de broma? Lo siento pero no tengo tiempo para esto.

-Espere. Soy Coraline.

-¿Coraline?- de repente su tono cambia a uno más alegre.- He esperado tanto tiempo a este momento.

-Creo que estoy lista para saber lo que tengas que contarme.

-Si no te importa, ¿podríamos hablarlo en persona?

-¿Habla de quedar? ¿De vernos?

Estaba confundida y bastante, me esperaba una conversación corta. No se que escucharía en esa conversación pero definitivamente no esperaba volver a verlo.

-Bueno, si así lo prefiere. Supongo que sí.

-¿Tienes un papel cerca? Te voy ha decir mi dirección.

-Um, sí espera. 

Cojo la nota de Damiano y un bolígrafo para empezar a apuntar mientras él lo decía.

-De momento tengo todo el tiempo del mundo para ti, ven cuando quieras.

-Ahora, iré ahora. Es el mejor momento.

Algo me decía que el no mentía y que tampoco era malo escucharle. 

En cuanto colgué me vestí y fui al coche.

Ahí si fue cuando dudé si debería haber esperado a Damiano o habérselo contado a alguien pero ya estaba en su puerta. "Lista" para cualquier cosa que me dijera.

-Hola, Coraline. Pasa.

-¿Psicólogo?

-Sí. Antes de jubilarme era psicólogo, debería de quitar esa placa ya.

Todo su salón parecía una consulta, a excepción de la falta de ese sillón dónde se tumban los pacientes.

-Siéntate. ¿Quieres tomar algo mientras esperamos a tu madre?

-¿Mi madre?

Él sonrió levemente.

De algún manera su sonrisa me transmitía sinceridad y calidez.

-Pensé que venías a eso.

-Sí. Pero... Da igual.

El silencio aumentó mis nervios y empecé a sacudir mis piernas.

-¿Y... seguís juntos?

-No. Nos separamos dos años después de tenerte, la culpa de no haberte criado nos agotó mentalmente y ella volvió a Estados Unidos.

-¿Estados Unidos?

-Ella es de allí. Pero en cuanto le dije que te había encontrado en el restaurante voló y se quedó en Italia de nuevo.

El timbre sonó y él fue ha abrir.

Cuando se apartó pude ver a una mujer de unos 40 años. Me quedé totalmente inmóvil. Era una versión más mayor de mí. A excepción de esos ojos verdes que destacaban en su rostro.

Había una sensación en mi de haberla visto antes, de conocerla, incluso estando segura de que no la había visto nunca antes. Y no me había pasado con el señor.

-Mi pequeña.

Ella me abrazó pero yo me mantuve rígida sin saber que hacer.

-Es normal que aún sigas en shock, te dije que te parecías a tú madre.

La señora se separó y se sentó junto al señor en el sofá de en frente.

-Antes de preguntar nada, me gustaría saber vuestros nombres.

-Geronimo Fusco.

-Ginevra Smith, pero llámame Ginny.

La mujer mostraba más felicidad, en cambio el hombre era más calmado.

-¿Qué dudas tienes?- me preguntó Geronimo.

-Bien eh,-cojo aire y lo suelto para pensar como formular las preguntas correctamente,- ¿qué pruebas tenéis de que soy vuestra hija? Aparte de mi asombrosa similitud.

-Empezamos con la partida de nacimiento, las ecografías, las fechas que cuadran con tu nacimiento, y esta foto del día en que naciste.

-Esta foto... Estaba en el salón de mi casa y la tenía mi padre en su billetera.

-Eso fue porque quisimos que tuvieras la infancia más normal, le dimos esa foto para que no te preguntaras algún día porque no tenían fotos tuyas de bebé.

-Verás, ambos éramos muy jóvenes cuando te tuvimos. Tu madre tenía 17 y yo penas había cumplido los 18. Fue error nuestro por no usar protección, pero ella tiene una enfermedad...

-Una enfermedad hereditaria que la dejaba con pocas posibilidades de tener hijos.

Vi como Geronimo confortaba a Ginny poniendo su mano sobre la de ella.

-Si ambas tenemos la mierda esa, eso significa que. Bueno que está probado lo que decís.

-Sé que puede ser complicado, tus padres fueron maravillosos padres, lo sabemos. Y es difícil asimilar que ellos no fueran tus padres biológicos y ahora nos tendrás rencor. Pero antes de que te enfades quiero que sepas que éramos muy jóvenes y que nos arrepentimos, realmente tratamos de buscarte. Pero el orfanato tiene la obligación de ocultar los datos de los padres adoptivos y de los padres biológicos.

A pesar de que todo tuviera sentido mi mente seguía tratando de encajar las piezas.

Y entonces supe quién podría resolverme el dilema.

Mi hermana tenía ya siete años cuando nací, de algo se tendría que actuar.

-Debería irme ya.

-¿No quieres quedarte a comer?

-No debería ir a casa antes de que llegué mi novio. Él no sabe que estoy aquí, igual ha sido un placer. 

Me despedí levemente de ellos. Teniendo aún un montón de dudas en la cabeza.

Por eso fui directamente a casa de mi hermana, quería saber toda la verdad.

Nova ✔️ ꜰᴀᴍᴇ #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora