Me desperté a las 9:30 a.m. Pude sentir la calidad del colchón; dormí como en una nube. Tras una refrescante ducha, me dirigí al comedor. Estaba segura de que mi padre ya estaría allí. A él le gustaba salir a correr temprano y luego desayunar solo, con el diario en mano. Nunca pude entender a las personas que se levantan temprano para hacer ejercicio; para mí, eso era inhumano. Aunque disfruto del ejercicio, nunca a esa hora del día.
Mientras caminaba hacia el comedor, no pude evitar pensar nuevamente en el chico rubio de ayer. Tenía ganas de volver a verlo, pero no se cruzó en mi camino esta vez. Cuando llegué al comedor, mi padre ya estaba allí, como lo había imaginado.
"Buen día, corazoncito de miel," me saludó como cuando era una niña.
"Papá, creo que ya soy un poco mayor para esos apodos," mencioné mientras me reía.
"Siempre serás mi niña," respondió con ternura. "Debes desayunar bien. Hoy vamos a ver al equipo de Ferrari y presenciar la carrera," dijo mientras leía el diario monegasco. Mi padre, gracias a su amplia experiencia viajando, podía comprender varios idiomas.
"Está bien," le dije antes de dirigirme a las mesas repletas de alimentos y bebidas para el desayuno. Por supuesto, llené mi plato con delicias dulces. Un pequeño indulgente no hace daño, y hay que aprovechar estas oportunidades, ya que no se está en otro país todos los días.
Después de terminar, apareció Arnold para llevarnos al circuito.
"Buen día, señor y señorita Maxwell," nos saludó. "Hoy tenemos una temperatura ideal de 26°C," comentó mientras nos encaminábamos hacia la limusina.
Al llegar al circuito, noté que había cientos de personas esperando para ocupar sus asientos en la tribuna. Gritaban enloquecidas, ya que sabían que mi padre se acercaba en el vehículo. Todos coreaban: "¡Maxwell, Maxwell, Maxwell!" "¡Por favor, Alberto, firma un autógrafo!".
Después de varios minutos, finalmente encontramos un lugar para estacionar. Bajamos del vehículo, y dos hombres altos y musculosos, vestidos de traje, se acercaron a nosotros.
"Señor Maxwell, somos Adolphe y Christophe. A partir de ahora, seremos sus guardaespaldas," se presentaron.
"Sí, me informaron. Muchas gracias," respondió mi padre, y ambos hombres inclinaron la cabeza en señal de respeto. Nos guiaron hacia la zona VIP. El tumulto de gente estaba controlado por la seguridad y unas vallas que dejaban un pasillo libre para nosotros. Mientras mi padre firmaba autógrafos y se tomaba fotos con sus fanáticos, me alejé un poco para darles espacio.
Me asomé al balcón para observar lo que sucedía en la pista. Varios jóvenes vestidos con trajes de carreras realizaban estiramientos y ejercicios antes de subirse a sus autos. A pesar de ser la hija de uno de los pilotos más importantes de la historia, estaba bien informada porque tenía una pasión por el deporte. Mi padre no había hecho más que alimentar mi amor por la Fórmula 1.
Reconocí a Charles Leclerc y Carlos Sainz, a Max Verstappen y Checo Pérez, a George Russell y Lewis Hamilton, a Lando Norris y Daniel Ricciardo. Supongo que mi padre no tenía idea de lo mucho que me gustaban estos hombres, además de su desempeño profesional. También vi a un equipo llamado Haas, pero no sabía nada de ellos todavía. Planeaba preguntarle a mi padre sobre eso más tarde. Estaba tan concentrada mirando los autos que una voz femenina me sacó de mi trance.
"Oh, mein Gott! Wie sehr ist dieses kleine Mädchen erwachsen geworden!" exclamó emocionada la mujer, hablando en lo que creo que era alemán. Era una mujer rubia y hermosa, y por alguna razón, sus ojos me resultaban familiares.
"Dios mío, Corinna. ¡Cuánto tiempo ha pasado!" exclamó mi padre mientras se acercaba y la abrazaba.
"Querido Alberto, me alegra que estés de vuelta aquí," respondió emocionada.
"Estás aquí por Mick, ¿verdad?" le preguntó mi padre con una sonrisa.
"Sí, querido. Salió igual que Michael," dijo con alegría pero con una mirada triste a la vez.
¿Quién sería Mick? ¿Qué estaba diciendo? Pensé mientras observaba la conversación con curiosidad.
"No puedo creer lo grande que está Amelie," mencionó mi nombre en alemán. "Recuerdo cuando eran niños. Siempre jugaban juntos, nunca se separaban del pequeño Mick. Incluso decían ser novios. Ich vermisse die alten Zeiten."
"Recuerdo eso. Qué rápido crecieron nuestros niños," mencionó mi padre sonriendo.
"Deberíamos comer juntos después de la carrera," propuso Corinna.
En ese momento, se escuchó a un hombre hablando a través de un micrófono: "¡QUE COMIENCE LA CARRERA!".
A partir de ese momento, todo cambiaría.
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*Oh, mein Gott! Wie sehr ist dieses kleine Mädchen erwachsen geworden!: ¡Oh Dios mío! ¡Cuánto ha crecido esta pequeña!
*Ich vermisse die alten Zeiten: Extraño los viejos tiempos
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Amor a la Alemana | Mick Schumacher
FanfictionAmelia, una joven muy conocida en el medio nacional e internacional. Nacida y criada en Argentina, actualmente viviendo en Mónaco, Montecarlo. Hija de Roberto Maxwell, un empresario en la industria de automovilismo. Ex piloto y campeón con 30 victor...