Capítulo 14: Travesuras

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Después de mi inolvidable día con Mick en Mónaco, me encontré despertando con una sonrisa en mi rostro. Las emociones de la noche anterior aún bullían en mi interior, y mi mente no dejaba de repasar cada palabra y gesto compartido. Sentía que estábamos tejiendo algo especial entre nosotros, pero al mismo tiempo, había una ligera inquietud sobre qué camino tomaría nuestra relación.

Decidí comenzar el día con una visita al Jardín Exótico de Mónaco, un paraíso botánico enclavado en la ladera de una montaña. Mientras exploraba los senderos serpenteantes y admiraba la diversidad de plantas y cactus, mi teléfono sonó. Era un mensaje de Mick:

@MickSchumacher: ¿Qué opinas de un día lleno de aventuras? Te espero afuera del hotel a las 10 en punto :)

La idea de una jornada de aventuras en Mónaco sonaba emocionante. Acepté su invitación y me apresuré a volver al hotel para prepararme para el día que se avecinaba. Opté por ropa cómoda y deportiva, lista para lo que Mick tuviera planeado.

A las diez en punto, salí del hotel y allí estaba Mick, esperándome con una amplia sonrisa. Llevaba una mochila al hombro y una mirada traviesa en los ojos.

"¡Buenos días, aventurera!" exclamó, dándome un abrazo cálido.

Mick me condujo a un vehículo todoterreno estacionado cerca. Parecía que había preparado una experiencia única para nosotros. Nos subimos al vehículo, y con una sonrisa pícara, Mick arrancó.

Nuestra primera parada fue en una playa cercana. Mick había traído todo lo necesario para pasar un día bajo el sol. Extendimos nuestras toallas en la arena dorada, y pronto estábamos disfrutando del cálido abrazo del sol de Mónaco. Hablamos de todo, desde nuestras carreras hasta nuestras metas y sueños más profundos. A medida que pasaban las horas, la conexión entre nosotros crecía aún más fuerte.

De repente, Mick sacó de su mochila un balón de fútbol y me desafió a un partido improvisado en la playa. Riendo, acepté el desafío, aunque mis habilidades futbolísticas eran más que cuestionables. Nos sumergimos en un juego amigable lleno de risas y caídas en la arena.

Después de un emocionante empate, Mick y yo decidimos explorar más de Mónaco. Subimos al vehículo todo terreno y nos dirigimos hacia las colinas. En medio de un paisaje de montañas y bosques, Mick me llevó a una cascada escondida. Nos sumergimos en las aguas frescas y disfrutamos de la belleza natural de este rincón secreto.

Luego, Mick sacó una caja de almuerzo repleta de bocadillos y compartimos un picnic a orillas de la cascada. Las conversaciones no tenían fin, y sentía que cada palabra compartida nos acercaba aún más.

Después del almuerzo, Mick me retó a una competencia de carreras de kayak en un lago cercano. El kayak se balanceaba y volcaba, pero cada risa y caída nos unía aún más. Al final, era el tiempo juntos lo que realmente importaba.

"Creo que somos un desastre para esto." Dije sin poder esconder una carcajada. 

A medida que la tarde avanzaba, regresamos al vehículo todo terreno y comenzamos el viaje de regreso a Mónaco. El sol comenzaba a ponerse, y Mick hizo una parada improvisada en un mirador con vistas impresionantes de la ciudad.

Allí, frente al espectáculo de luces de Mónaco, Mick se volvió hacia mí y tomó mi mano con ternura. Había un brillo especial en sus ojos mientras me miraba.

"Amelia, este día ha sido increíble", dijo en voz baja. "Cada momento que paso contigo se siente como un regalo".

Mi corazón latía con fuerza mientras nuestras miradas se encontraban. No necesitábamos palabras para expresar lo que sentíamos. Nos acercamos y compartimos un beso apasionado mientras las luces de Mónaco nos rodeaban.

Ese día de travesuras y aventuras quedó grabado en mi memoria como uno de los más especiales de mi vida. Con Mick a mi lado, Mónaco se convirtió en el escenario de nuestra historia, una historia que prometía mucho más que solo aventuras.


Amor a la Alemana | Mick SchumacherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora