Capítulo 8

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Los corredores nunca se terminaban, los pasillos se bifurcaban. Estaba dentro de un laberinto sin ventanas ni puertas por las que huir.

Era una caja de ratones, un lugar que solo con un mapa podría escapar.

Necesitaba uno.

Pero había degollado a cada monstruo que había encontrado y que podría indicarme el camino.

Debí de dejar al menos uno con vida.

Continué corriendo.

Pasando puerta tras puerta, algunas cegadas, otras con cosas nauseabundas.

Potros de tortura, cuerpos desmembrados, jaulas llenas de excrementos y lo que en su día fue un humano, celdas insonorizadas con gente golpeándose contra las paredes y gente reducida a la nada.

Como nosotras.

Con cada visión, la sangre sobre mi cuerpo se aligeraba, mi rabia aumentaba y también mi sed de venganza.

Ni uno más.

En la penúltima puerta de un pasillo ancho me detuve al abrirla, encontrando algo de paz entre tanta guerra.

Una joven.

Tumbada en una cama con dosel con un libro entre sus manos, leyendo.

Ella no podía verme a mi, debido al cristal que nos separaba.

Estaba a salvo, entera y calmada.

También custodiada, como una princesa de cuento por un dragón.

No le dio tiempo ni siquiera a sacar su pistola cuando mi cuchillo se deslizo por su garganta, empapando de sangre mis manos, ya de por si manchadas de carmesí de sus camaradas.

No podía perder el tiempo con ella.

Estaba segura y a salvo, que fue por lo único que me llamo la atención.

Debía continuar.

Salí de la habitación para seguir con mi búsqueda de una salida.

-Así que... -Mi cuerpo entero se paralizó, tensándose ante aquella voz -tu eres la responsable de tantos cadáveres ¿no?

Me giré despacio, centrándome primero en el cañón de la pistola que me apuntaba a la cabeza, para después subir hasta una sonrisa fría y unos ojos verdosos que me analizaban con una curiosidad infinita"

Desperté de golpe con mi mano cubriendo mi boca, mirando al techo de mi habitación con la respiración entrecortada.

No había gritado a pesar de la pesadilla, reprimiéndome a tiempo para no despertar ni a Gael ni a Ángel.

Ambos seguían profundamente dormidos. 

Ángel envolvía mi cuerpo con su brazo, tirado bocabajo con el rostro vuelto en mi dirección.

Gael tenia su mejilla en mi hombro, respirando contra mi cuello y por alguna razón, con la mano dentro de mi pantalón de pijama, cubriendo mi coño.

Me encontraba en un pequeño Paraíso, pero debía deshacerme de su presa si no quería esperar a que se despertaran.

Primero saqué la mano en mis pantalones de Gael, porque estaba por encima de la de Ángel. Ya sabia que tenia un sueño profundo, así que lo moví con delicadeza hasta que su rostro se apoyo en la almohada a mi lado, abriendo y cerrando la boca, como si no quisiera babear.

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