Capitulo 26

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—Sácala rápido, antes de que los papás reaccionen.

Fue lo que escuché cuando traté de volver a la realidad, intenté alejar las manos que tocaban mi cuerpo y me trataban de mover, pero sentía que mis fuerzas eran nulas, no podía moverme mucho, me dolía mucho la cabeza.

—¡Vamos, sácala ya!

—No, no, ¿qué hacen con mi hija? —papá apenas podía hablar.

—Bueno, ya que estas despierto, Tomás Ibarra te envía saludos y te deja dicho que tu preciosa princesa va a estar bien, personalmente se encargará que disfrute las vacaciones con el tío Tomás.

—¡NO! ¡Por favor! Mi niña no, no se la lleven.

—Bonito día Manuel.

Traté con todas mis fuerzas de hacer que me soltaran pero los hombres no lo hicieron y lo único que conseguí fue un golpe en la cabeza que me hizo quedar fuera de juego, no sin antes de escuchar algo que me rompería el corazón y el alma en mil pedazos.

—Por cierto Manuelito, Tomás te pide que no confíes tanto en personajes como Martin, debe estar celebrando con Tomás el haber conseguido meterse entre las sábanas de la princesita.

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Después de que esos malditos sacaran a mi niña, todo fue un caos, no entendía que estaba pasando y mi esposa seguía inconsciente, me dolía no haberla salvado.

Cuando llegaron los paramédicos nos sacaron del carro y me hicieron algunas preguntas, de inmediato les pedí que llamaran al general amigo mío, Hernández, seguro que él que ya estaba al corriente de lo que estaba pasando y me iba a ayudar, esto no iba a quedar así, y lo primero era buscar al tal Martin, así que hasta que no me entregaron el teléfono de Lorena no quedé tranquilo.

En el hospital nos atendieron y nos confirmaron que solo habían sido golpes leves, heridas menores, sin mucha trascendencia.

—Hernández, gracias por venir, no sabía si te dejarían entrar, Tomás Ibarra cumplió su promesa, vino por mi niña, se la llevó. —Hasta aquí llegó el hombre que no lloraba, porque la impotencia me hizo explotar en llanto delante de un hombre al que le confiaría mi vida. —No pude evitarlo, la sacaron y la golpearon, mi niña.

—Tranquilo hermano, vamos a encontrarla, cálmate, te necesitamos bien, en tus cinco sentidos para que me ayudes a buscar cualquier pista por insignificante que sea. Sus palabras como siempre tranquilizadoras hicieron efecto.

—Gracias, esto lo valoro mucho. Lo primero que debemos hacer es contactar al tal Martin el noviecito de mi hija, tengo que verlo antes de hacer cualquier cosa. Según esos hombres que se llevaron a Lorena, él tiene mucho que ver, conoce a Tomás.

—¿Tenemos datos? ¿número de celular?

—Si, el teléfono de Lorena, no se lo llevaron, creo que podemos empezar por ahí. —Rápidamente lo encendimos y traté de acceder, aunque sin mucho éxito, por lo que Hernández tuvo que hacer una llamada y según me dijo, debíamos esperar una hora, que el técnico lo podía desbloquear para acceder a la información.

El tiempo era oro y todos los sabíamos, por lo que aun en contra de las recomendaciones médicas, pedí el alta voluntaria, para poder moverme libremente y buscar a mi niña.

—Manuel, aquí tienes, el técnico ya lo volvió a traer, ya se supone que puedes buscar lo que necesites.

—Te lo agradezco mucho.

Rápidamente busqué el contacto, me daba pena lo que iba a hacer, jamás le había invadido su privacidad, pero necesitaba encontrarla. Revisé los últimos mensajes de ellos, y decidí llamarlo.

—Hola Bonita, me tenías preocupado.

—Martin ¿cierto? —el silencio al otro lado de la línea me sorprendió, pero la delicadeza y la cortesía debían esperar, primero estaba el bienestar de mi niña.

—Si, así es, pero no sé con quién estoy hablando.

—Soy Manuel, el papá de Lorena. Te llamo porque tuvimos un accidente, ya salí del hospital pero... mi Lore, bueno necesito que nos veamos y te cuento.

—¿E...E...Ella está bien?

Sentí que le cayó con un vaso de agua fría. —Debemos hablar por favor, veámonos en 30 minutos en la casa.

—Allá estaré.

Colgamos y no sentí la desconfianza que pensé que sentiría. Por el contrario su reacción era la de un hombre asustado, realmente asustado.

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Estaba haciendo mi "trabajo" cuando sentí mi celular vibrar, no iba a negar que cuando vi que era mi Bonita, decidí contestar más rápido, importándome lo mismo con quien estuviera.

—Hola Bonita, me tenías preocupado.

—Martin ¿cierto? —Oir una voz fuerte, desconocida para mi, me austó, pero me recompuse rápidamente porque lo que menos quería era demostrarme débil en el caso que fuera la misma gente de mi jefe. En mi mente se recrearon sin fin de escenarios a cual mas de escalofriantes cada uno.

Saber que era el papá de mi Lorena en parte me hizo relajar, porque quería decir que estaba bien, pero por otro lado me tenia preocupado el hecho que fuera él quien tenia su celular. Logré reaccionar completamente en el momento en que me decía que estaban en el hospital y debíamos vernos en su casa en 30 minutos, seguramente las noticias no eran tan alentadoras, pero tenía la esperanza que todo fuera una jugada del destino y no las artimañas de mi jefe, que tristemente le ayudé a cometer.

Como pude me escabullí de mis obligaciones con la organización, rogándole a todos los santos de los que mi madre era devota, que las cosas no fueran tan oscuras como las imaginaba y que mi Lorena estuviera bien, porque el susto mas grande, era pensar en perderla y conociendo al mal nacido de Tomás, no estaría muy lejos de la realidad.

Cuando me estacioné al llegar a su casa, lo primero que vi fue a un hombre mayor, muy parecido a Lorena, quien supuse era su padre y otro sujeto que no parecía tan amigable, el señor Ramírez, se veía un poco golpeado, asustado incluso, pero estaba bien. Tan bien que cuando me bajé del carro, no me recibió otra cosa que un puñetazo en toda la cara, que si bien no me desestabilizó, me hizo retroceder.

Ante todo, debía mostrarme tranquilo era difícil, pero no imposible.

—¿Qué sabes de Lorena? ¿Hasta cuándo nos ibas a tener engañados? ¿Qué relación tienes con Tomás? ¿Jugaste con Lorena?

Esa cantidad de preguntas me desubico, lo que significaba que de algún modo ellos sabían quien era yo. —No entiendo de que me hablan.

—No te hagas el idiota, que sabemos perfectamente que trabajas para Tomás Ibarra, a saber, si en serio te llamas Martin.

Cerré los ojos, esto era como sentir miles de cubos de hielo en mi piel, esto era lo peor de todo, que mi Lorena podría saber la verdad y yo quedaría como lo que siempre temí, el malo de la historia.

—¡Responde! Mi niña está en peligro y tu sabes donde la tienen.

—¿Qué? ¿Lo... Lo... Lorena no está con ustedes? No entiendo.

—Tuvimos un accidente y se la llevaron. La sacaron del carro como si fuera una muñeca, no pude salvarla, ni siquiera ella se pudo defender. —Escuchar esto me derrumba, porque mi Bonita está en peligro. —Esos malditos dijeron que TU eres la ficha clave aquí, tu sabes dónde está, tu eras el anzuelo de mi hija.

Esto no podía estar pasando, no hoy, no ahora, no el único día que no estuve con ella.

—Tienen que escucharme por favor, no sé dónde está Lorena, no se suponía que esto pasara, pero por favor, realmente no sé por qué se apresuraron tanto, no lo entiendo. —Ahí me di cuenta hasta donde había metido la pata, porque yo solo me delaté y nada, ni nadie iba a salvarme de mi castigo, pero al menos iba a conseguir que mi Bonita volviera sana y salva a su casa, era la promesa que sin querer me había trazado desde que me enamoré de Lorena.

La historia de mi vida. #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora