Capítulo 1

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¡Ay, Dios! —digo en voz alta, llego tarde a mi clase de danzas, todo por el desorden como dice mi mamá. En este momento estoy de aquí para allá, buscando mis cosas para poder empacarlas en el bolso, solo a mí me pasa.

–Mamá, ¿sabes dónde está mi teléfono? —digo gritando.

Mamá una mujer joven, carismática, que siempre me reprocha que sea tan desordenada, me responde desde el otro extremo de la casa. —Lore, se está cargando junto al computador, cariño hasta yo se mejor dónde están tus cosas. —Esto último lo dice y se ríe.

Entonces me detengo y me pongo a pensar que si alguien me llegara a preguntar en este momento quien soy, le respondería que me llamo Lorena Ramírez, que tengo 23 años y que soy una mujer polifacética, por un lado, soy bailarina, una de mis pasiones; por otro lado, soy estudiante de derecho y que según dicen mis profesores tengo un futuro brillante; yo sé, mi vida se basa en dos extremos diferentes. Aparte de eso soy hija de una bella mujer llamada Marcela, enfermera consagrada y mi padre es un militar retirado, llamado Manuel, quien actualmente trabaja como director de una compañía de seguridad; vivimos en una hermosa casa, es precioso el lugar y además me queda cerca de la academia de danzas y un hermoso parque, donde me gusta ir a hacer deporte y pensar.

Cuando reacciono otra vez, me doy cuenta de que he pasado los últimos 5 minutos sentada en el borde de mi cama, quieta, que no he terminado de empacar mis cosas y que voy a llegar tarde.

—Lorena, ya son las 6:45, cariño tienes clase en 15 minutos, si sigues ahí sentada, no vas a llegar así corras —dice mamá, desde la puerta de mi habitación.

—Gracias mamá, voy a pedir un taxi, porque caminando ya no llego —le respondo mirando mi reloj.

Mientras salgo de la casa, voy pidiendo el taxi a través de una de las tantas aplicaciones que me gusta usar, dice que llegará en 2 minutos, lo que me deja el tiempo justo para llegar al lugar donde tomo las clases y terminar de arreglarme.

La academia de danzas Milakhova, está ubicada en el norte de Bogotá, en la calle 138, cerca al club que mi familia frecuenta; la academia se encuentra en una zona residencial, porque así lo quiso la fundadora, Amelia Milakhova, una emigrante rusa que se estableció en Colombia hace más de 40 años, ella creía que la tranquilidad era fundamental para que su academia diera frutos y por ello se encargó de que la academia no interrumpiera la vida de los vecinos, ni los incomodara con el ruido; actualmente su hija Aleksandra es quien dirige la academia, ella en mi opinión es la mejor profesora de danzas que he conocido, jamás vi en alguien la pasión que ella profesa y aunque parece una profesora estricta, es la persona más cariñosa, porque a todas nos trata como si fuéramos sus hijas...

*******

Cuando salgo de mi productiva clase de danzas a las 10:30 de la noche, estoy completamente agotada y como pasa algunas veces que mi papá sale temprano va a pasar por mí, por eso mientras lo espero, veo que mi amiga Catalina, viene hacia mí con los brazos extendidos y cara de felicidad; ella y yo nos conocimos en el colegio, estudiamos juntas durante 5 años, pero por azares de la vida ella se fue a Italia a estudiar y llego hace 8 días, para pasar vacaciones con su familia.

—¡Hola, hola! —dice Catalina con un tono de voz muy agradable.

—Cata, que sorpresa tan agradable, desde el día en que fui al aeropuerto por ti, no nos vemos —respondo igual de emocionada que ella.

—Pues imagínate que estaba dando un paseo con unos amigos y cuando me despedí de ellos, decidí que vendría por ti –dice dándome un abrazo de oso.

—Cata, papá va a pasar por mí, si no tienes problema vamos a la casa y comes algo mientras hablamos —digo mientras saco mi teléfono del bolso, ella asiente y en ese momento llega mi padre.

—Hola Lore, hola, Catalina, ¿cómo están? —dice mientras le quita el seguro las puertas del carro.

—Hola papá, bien y ¿tu?... Papito dime que no te importa que mi amiga vaya a la casa —digo dándole un enorme beso en la mejilla, él se ríe y nos hace señas para subamos rápido.

Durante el trayecto que hay hasta mi casa hablamos con papá, acerca de su trabajo y Catalina aprovecha para contarle como estuvo el viaje desde Italia. Cuando llegamos a casa, Catalina y yo subimos las escaleras del segundo piso donde está la cocina, sacamos el jugo de la nevera y comemos un poco de pastel hecho por mi mamá. Terminamos de comer y nos vamos a mi cuarto.

Nos sentamos en mi cama y empezamos una charla muy enriquecedora de amigas.

—Lorena, no sabes cuánto te extrañe —dice abrazándome, ya como por tercera vez.

—Cata, tú sabes que yo también, me alegro de que estés por fin en casa, bueno, aunque sea de visita, pero dime ¿qué tal las cosas en Italia? –como siempre cuando tiene algo divertido que contar sonríe ampliamente.

—Lore, ya sabes, muy italiano pero bueno, el idioma es lo de menos, aprendí rápido, además conocí gente increíble y divertida; tú sabes que yo no me quedo quieta, por ello, la mayoría de los viernes salgo de fiesta o alguna actividad.

—Nena, no cambias, pero ¿no crees que deberíamos salir nosotras también alguna noche? —Le sonreí, adivinando cuál sería su respuesta.

—Lorena, que bien me conoces, por supuesto que sí, me enteré de que hay un bar cerca del parque de la 93, que está de reinauguración, podemos ir a tomar algo y conocer chicos, además el administrador del bar es amigo de mi hermano —esto último lo dijo con una mirada picara.

—Está hecho, el viernes en la noche va a ser de chicas, invitemos a Jess, ¡hace mucho que no se ven! —le dije con una sonrisa enorme en la cara, al tiempo que ella respondía.

—Claroooooo!!!! Ella es una buena amiga que rico verla, entonces tenemos planes.

Después de una hora de hablar sin parar sobre Italia, su vida y el ajetreo en la escuela de leyes, me pidió que llamara un taxi para irse a su casa, porque ya estaba muy tarde, además el hecho de estar a la media noche en mi casa solo lo toleraban mis padres porque ella era mi mejor amiga y llevaba tiempo lejos. El taxi llego 5 minutos después y nos despedimos en la entrada de mi casa, no sin antes decirle que tuviera la decencia de avisar cuando llegara a su casa.

*****

Después de tres tonos de llamada, contestó "el jefe" —¿Qué noticias me tienes? —dijo como siempre en un tono que daba la impresión de estar furioso con el mundo.

—La amiga ya salió de la casa, Manuel las recogió después de la clase de danzas de todos los días —dije rápidamente.

—Bien, puedes irte, pero quiero que sepas que tienes que estar pegado a esa niña todo el tiempo, obviamente sin que ella lo note, eres el mejor. Sobra decirte que, si algo sale mal, tú vas a pagarlo muy caro —finalizó rápidamente su discurso y colgó.

Claro pensé, sabiendo que este era uno de los peores trabajos que me había tocado desde que estaba en la organización, seguir a una niñita de 23 años, a todas partes, todo por una venganza personal; averiguar su vida, sobre sus amigos y más que nada lograr infiltrarme en su vida, para llegar a su padre, pero que irónico ¿no? Según "el jefe" soy el mejor y por eso me toca este trabajo de porquería. Pero todo a su debido tiempo, como suele decir mi jefe.

Después de mi monologo interno prendí el carro y me fui a descansar, pensando en lo productivo de mi día y lo productivo que será mañana.

La historia de mi vida. #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora