CHAPTER THIRTEEN

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Skylar VII

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Skylar VII.

El cielo parecía caer sobre su cabeza de una manera torrencial aquel martes; si entrecerraba los ojos lo suficiente aún lograba distinguir el otro extremo del estacionamiento frontal de la preparatoria, a través de las generosas gotas de lluvia mojando el asfalto, repiqueteando en los techos laminados de un par de coches aparcados en los espacios reservados para los profesores.

Se distrajo jugando con sus pies, deslizándolos de adelante hacia atrás, haciendo rodar las llantas color verde oliva, escuchando distraída su álbum de Blondie favorito, Parallel Lines, a todo volumen en sus auriculares.

Aunque no encajaba a la perfección con la caótica imagen del exterior desde los escalones de la entrada, Heart Of Glass hacía magia evaporando la melancolía que traía consigo la inmensa soledad. Tarareó en voz alta, ignorando la gran probabilidad que existía de ser percibida por encima de la tormenta, desgraciando los tímpanos de algún desconocido que tuviera la desdicha de pasar por ahí.

Enredó el cable negro de su walkman entre los dedos, estirando su mano libre al frente para permitir que el rocío de la tarde le empapara la palma, estremeciéndose ante el frío gélido del agua que descendía de las pesadas nubes grises cubriendo gran parte del firmamento.

—Supongo que llegaré tarde a casa —comentó para sí misma, preguntándose por cuanto tiempo más se prolongaría el llanto de la naturaleza. Hawkins no era un pueblito de precipitaciones abundantes pero cuando la lluvia comenzaba, resultaba complicado esperar pacientemente a que se detuviera.

Jack seguía en el trabajo a esa hora del día, era probable que al llegar a su domicilio notara su ausencia y pensaría en ir a buscarla a la escuela. No era normal que se le hiciera tarde y su delicado estado lo ponía en la penosa situación de ser un padre al pendiente de ella.

No quería preocuparlo pero tampoco podía arriesgarse a pescar un resfriado por el clima. Enfermarse inevitablemente significaba faltar a la escuela porque su papá a veces tendía a ser estricto con su salud y Sky no podía quedarse en casa todo el día sin volverse loca o comerse la cabeza de los nervios.

Es decir, ni siquiera podía dormir una siesta sin contar las horas, ausentarse arruinaría sus horarios.

Sin mencionar los gastos en consultas, medicinas y demás.

Entonces optó por esperar a que la llovizna cediera, las calles iban a estar regadas y tendría suerte de no caerse en el trayecto, aunque la distancia no era muy larga. Hacía poco más de quince minutos en las mañanas.

Conservaba unas zapatillas en el casillero que usaba para educación física pero no consideraba las circunstancias como algo verdaderamente urgente. Además no quería estropearlas con el agua, no tenía otro par cómodo para correr y no contaban con mucho dinero en casa como para pedirse unos nuevos.

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