CHAPTER FIVE

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Skylar XIII

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Skylar XIII.

Se detuvo a punto de ingresar al área recreativa que pertenecía casi en su totalidad al club de teatro, se aclaró la garganta y se acomodó bien las correas de la mochila a los hombros. Las velas tenues y simbólicas estaban encendidas para crear un ambiente de fantasía envolvente, otorgándole ese aire dramático tan característico del Hellfire Club.

La utilería del ciclo pasado se encontraba bordeando el fondo de la sala, detrás de las gradas viejas del gimnasio en donde pasaba la mayor parte de su tiempo leyendo revistas sobre datos curiosos o escuchando ABBA hasta perder la noción del tiempo. Aunque esta vez no cargaba un medio de entretenimiento consigo para consumir las próximas dos horas de su vida en agonía.

Solo ella y su increíble paciencia para formar parte activa de los pasatiempos de Eddie ahora que eran particularmente cercanos.

Observó la inmensa sonrisa jactanciosa con la que el metalero la recibió desde el centro del salón, deformándose en una mueca de estupefacción y sorpresa indiscreta, para inmediatamente después convertirse en otra sonrisa juguetona que no logró disimular detrás de los mechones desordenados de su cabello oscuro. Él abandonó el apoyo de sus brazos en la mesa, estirándose y cruzándose de brazos mientras rodaba la punta de su lengua contra su labio superior.

Apretó la boca de manera ansiosa, distrayéndose con los pies en el suelo.

—¿Acaso eso que veo son zapatos, diez-perfecto? —bromeó. Se acercó a la entrada, frotándose las manos en los brazos, negando una y otra vez—. Me lleva el... ¿dónde los tenías escondidos, eh?

—Los traje de casa, dijiste que... creí que era mejor que andar en ruedas. —Se encogió de hombros, fingiéndose despreocupada.

A pesar de los centímetros que perdía sin los patines, superaba al adolescente en altura por un par insignificante de milímetros. Eddie se tomó un instante para digerir la idea de verla caminar por los pasillos de la escuela como una estudiante ordinaria, cuando aquella misma mañana la había visto tropezar con una porrista en la cafetería gracias a la falta de unos topes decentes.

—Sí, cuando dije prepárate me refería a algo más... —La miró de arriba abajo, asintiendo por fin— mental, ¿sabes?

Bufó— Bien, ¿vas a enseñarme a jugar antes de que todos tus amigos ñoños lleguen o te vas a quedar ahí viéndome todo el día?

—Podría hacer las dos cosas. —La codeó de manera gentil, haciéndola reír.

Skylar se sacó el morral de encima para darle un golpe amistoso con este, enrojeciéndose un poco de los pómulos por el bochorno que le provocaban sus insinuaciones ahora que compartían la confianza suficiente para hacer chistes con el otro. En realidad él era el más sugerente, ella solo se avergonzaba por los dos.

—Está bien, está bien —cedió entre carcajadas, atajando su bolsa para quitársela de las manos, cargándola por sí mismo e invitándola a pasar con una reverencia caballerosa—. Después de usted, señorita.

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