CHAPTER FOURTEEN

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Eddie VII

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Eddie VII.

Los exámenes del primer semestre del año escolar tenían al mar de estudiantes tan turbulentos como las tormentas recientes del otoño. Eddie estaba igual–o más–nervioso que el resto, un sentimiento que todavía no aprendía a regular ahora que los estudios eran un elemento recurrente en su vida diaria.

Lo demás había quedado en un plano considerablemente menos relevante, su negocio ilícito, los ensayos de su banda, incluso sus compromisos con el club se habían visto afectados por el nuevo ritmo adoptado en compañía de su rigurosa tutora. Claro que acostumbrarse a la cotidianidad de un estudiante "promedio" traía sus consecuencias pero esperaba que, al salvar su último año del abismo, podría regresar a la normalidad.

Su excéntrica realidad.

Y, como todos los demás, necesitaba un sitio tranquilo donde repasar los apuntes de sus clases extra con la única persona en todo el instituto que conseguía ser un dolor de culo y la presencia más amena que conocía al mismo tiempo.

—Tal vez podemos pedir un salón —sugirió la adolescente en patines de pie a su lado, bajo el umbral de la biblioteca, admirando el mismo escenario atiborrado de alumnos que él veía.

—Están todos reservados, ya lo consulté en el tablero de dirección.

—¿Cuándo fue eso? —Pareció genuinamente sorprendida por sus palabras, despegando por primera vez la mirada del lugar, viéndole.

—Vengo de allá, ¿es demasiado increíble? —Se cruzó de brazos, sumamente indignado.

Por supuesto, solo jugaba con ella. Nada le divertía tanto como exaltarle esas ansias sociales que padecía por no poseer algún tipo de personalidad filtrante con la cual tratar a la gente.

No importaba cuantas horas de la tarde pasaran juntos al día, de lunes a viernes, Skylar aún no era capaz de identificar esa entonación irónica en sus oraciones, lo que lo volvía todo más gracioso.

Y, desde luego, ella apenas comenzaba a responder con comentarios igual de sarcásticos. A veces. Con esfuerzo. Mucho esfuerzo.

Negó de inmediato— No, es bueno. —Le dedicó una sonrisa entusiasta que pudo haberle robado el aliento de no contenerlo en su pecho como un suspiro atorado—. Te interesa.

—¿Qué cosa?

—La escuela. —Le dio un codazo amistoso entre las costillas, arrebatándole una risita contagiosa mientras se atrevía a negar—. ¿Vamos a las gradas del campo? Nadie camina hasta allá.

Error. Eddie Munson sabía la cantidad extenuante de personas que merodeaban alrededor del bosque porque él solía pasar ahí sus tardes, vendiendo. Sky simplemente no podía atravesar el césped con sus patines, limitándose al área de los pasillos y el estacionamiento.

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