CHAPTER FOUR

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Eddie XII

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Eddie XII.

De pie al umbral de su morada, Eddie se tomó la molestia de abrir la frágil puerta de metal y tenderle una mano a su visita en patines coloridos como de costumbre, ayudándola a subir los escalones justo en la entrada. Sirvió como apoyo, sujetándola de la cintura de forma superficial, evitando que esta cayera de espaldas.

—Ok. Te tengo una sorpresa —tarareó al nivel de su oído, obstruyéndole la pasada principal y alimentando su curiosidad con esa sonrisa petulante tirando de sus comisuras a causa del entusiasmo—. Cierra los ojos —solicitó.

Dudó— ¿Qué?

—Confía en mí. —Usó la mirada de cachorro a su voluntad, consciente de que esta podría funcionar en ella.

O no.

Sky le observó con una ligera sombra de sospecha estrechándole las pupilas antes de acceder, torciendo la boca. Estaban tan cerca el uno del otro que tras el batir imperceptible de sus tupidas pestañas al sellar los párpados, el muchacho no pudo contener la atención dirigida a esos labios fruncidos tenuemente. Inmediatamente se empujó fuera de aquella fantasía infantil, reprimiendo el hormigueo intenso en su pecho y colocándose detrás suyo para tapar sus ojos con sumo cuidado.

—No estoy muy feliz contigo —le recordó el rato agridulce en la cafetería, él comenzó a reír de los nervios.

—Te lo compensaré después, lo prometo —añadió. Le sostuvo una mano, guiándola por el recibidor, cerrando la puerta detrás, susurrándole dónde debía tener precaución con la vieja alfombra.

Propuso algo desorientada— Un batido suena bien. —Extendió su brazo libre a la nada, esperando no impactarse con algún obstáculo por culpa de su amigo.

—Un batido será entonces —resopló entre dientes, negando con humor. Se mordió el interior de las mejillas, lanzando otro largo suspiro que le erizó la nuca a la menor—. No sé qué fue lo que pasó, pensé que... tú sabes, eres una chica.

—No te preocupes, suelo causar esa impresión en las personas. —Se encogió de hombros sin más, restándole su merecida importancia.

Para Eddie Munson, eso solo fue señal de lo malacostumbrada que estaba al rechazo. Y realmente no entendía el motivo, ella no era la joven anormal que aparentaba ser sobre la superficie. Poseía un carácter envidiable, carisma, energía, personalidad, una risa contagiosa y todas esas mierdas pretenciosas que les gustaban a las personas en una mujer. Además de ser jodida y positivamente bonita.

Por otro lado, agradecía dicha ventaja sobre el resto. Compartían una gran amistad por eso pero...

Skylar Reed era digna de más que solo ser la marginada con problemas mentales de la preparatoria Hawkins.

Ya tendría el tiempo a su alcance para hablar con sus subordinados. Tarde o temprano entrarían en razón, solo necesitaban tiempo y conocerla para comprenderlo.

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