2 • Tomar De La Mano

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— Insisto, polizonte —gruñó, reposando sus brazos por fuera de la reja de aquella comisaría, viéndose incómodo por la luz de blanco resplandor en el interior de su celda de no más de diez metros cuadrados, sin muebles, sin nada—, no tengo nada que ver.     

— Los archivos muestran que no es tu primera vez, tu perfil psicológico muestra sociopatia y se ve que tienes un séquito más que criminal bajo tu mando —respondió el zorro, con las piernas abiertas, rodeando el espaldar de la silla metálica en la que se encontraba sentado, sosteniendo entre sus manos el documento con las fotos, informes y datos de vida del criminal tras las rejas—, ¿de verdad crees que nací ayer?

— Por momentos sí —suelta, sonriéndole con sorna. Suspira, perdiendo la gracia del asunto—. Realmente digo la verdad, no tuve nada que ver ésta vez.

— ¡No te atrevas a mentirme, “Señor Lobo”! —gruñó, doblando la carpeta para así apuntarlo de forma acusadora, preocupando al lobezno— ¡¡Di la verdad y asume las malditas consecuencias!! —gritó, golpeando las rejas de la celda con fuerza, provocando que éstas temblasen y resonaran con eco, obligando que el lobezno diera un par de pasos atrás.

— ¡¡El trabajo no era para mí o mí banda!! —exclama, bajando sus orejas, temeroso, mientras hacía de puños sus manos. Nick relaja su semblante, viéndolo con atención. Suspira— Estuviste ese día.

— Técnicamente sí —afirma, asintiendo con la cabeza.

— Y viste que nadie más estaba en el auto conmigo.

— Me parece que sí —murmura, rascándose la mejilla, tratando de recordar lo que sucedió hace dos semanas, haciendo un esfuerzo por fijarse por algo que no fuera aquel lobezno de hipnóticos ojos y buen ver.

— Siempre que hago un atraco llevo a los míos conmigo, pero bien sabes que no fue así —explica, acercándose nuevamente a la reja, posando sus manos en los fríos barrotes, encorvandose un poco— y realmente no sería capaz de negarles el placer de robar si no fuera por algo aún más importante.

— ¿Como por ejemplo...? —hace un ademán, viéndolo de reojo.

— Sus vidas —sentencia con firmeza, sin titubear o vacilar en sus palabras y mirada.

El joven zorro siente como su pelaje se eriza por todo su cuerpo, un escalofrío indeseable recorre su ser y toca su alma. Baja sus orejas, sintiendo como toda la situación ha dado un giro inesperado para él.

— Estábamos bajo amenaza —continúa en lo que su mirada se ensombrece hasta opacarse por completo—, a fin de cuentas jamás habría hecho semejante locura yo solo.

— ¿Quién los amenazó?

— ¿Disculpa? —sus orejas se alzaron de un salto.

— Si lo que dices es cierto entonces pueden liberarte e ir por el responsable de todo —expresa, sacando de sus bolsillos un bolígrafo y una pequeña libreta con el logo de la comisaría, dejando la carpeta sobre su regazo.

— Se llama Clay Crystal, es el mafioso que trafica con menores y distribuye las drogas a este lado del país —responde, rascándose las orejas, pensando, buscando que no se quede ningún detalle, nervioso.

— Su nombre me suena... —murmura, terminando de anotar el nombre y referencias del sujeto— ¿No fue el que entrenó a la misma Garra Escarlata, verdad? —alzó la mirada, dudoso.

— Ese mismo —sonrió con esfuerzo, pegando la cabeza a la misma reja, deseando morirse ahí mismo por el terror que recorre sus venas ante la sola idea de que su jefe temporal se entere de que es un soplón y lo castigue a él y a su banda.

— Vaya, a la final el mundo es un pañuelo —escupe, haciendo un rostro de puro desdén ante lo que le ha tocado escuchar—. Aunque... solo tengo una duda.

— ¿Y es?

— ¿Por qué ustedes? —lo miró a la cara, cruzando sus brazos sobre el espaldar de la silla, recargandose en estos después— Él es un mafioso de fama y elite, ¿por qué los eligiría a ustedes para robar algo que bien pudo hacer él mismo?

— Quizás nuestra fama nos precede —rascó su cuello, viendo ligeramente hacia arriba, serenandose de apoco sin entender el porqué—, a fin de cuentas mi equipo y yo llevamos una racha casi perfecta en nuestros atracos y muchos de ellos ni siquiera han sido notados aún a días de hoy.

— Entiendo.

El zorro se levanta de la silla, la hace a un lado y se recuesta de la reja, sosteniendo la carpeta bajo el brazo mientras le muestra al lobo las anotaciones respecto al tipo.

— ¿Qué-?

— Esto va a funcionar así: Me das la información del tipo, te ayudo, lo arrestamos a él y te saco del bote.

— ¿Y si pasa lo contrario? —pregunta, viéndolo de soslayo, fijándose más en su caligrafía increíblemente legible, sin entender porqué aquel oficial se atreve a arriesgarse por alguien como él.

— Si saben que te estoy ayudando y fracasamos me llevarán a prisión y ahí —se giró a verlo, con un semblante serio y casi inexpresivo— me encargaré de que no vuelvas a ver la luz del sol.

— No podrías —ríe, negando con la cabeza, sintiéndose seguro—, a fin de cuentas eres solo uno más de los “Niños Buenos” que siguió adelante con el sueño de ser un policía.

Pero las risas se desvanecen al no tener respuesta de ningún tipo por parte del zorro que no sea un rostro frío y estoico, haciéndole palidecer al entender que va en serio y que su afirmación era errónea. Traga saliva, bajando las orejas al percibir algo turbio, igual de turbio que los atracos que hacía y planificaba.

— En todo caso —carraspea el mayor, divagando con la mirada, devolviéndole la libreta— te lo agradeceré, yo y mí equipo.

— Abstente de cantar victoria hasta que el culo de ambos esté asalvo —sugirió, tomando su libreta para así meterlo en los bolsillos de su uniforme, suspirando.

El lobezno suelta una pequeña risilla por los nervios, misma que altera el corazón del más joven, quien frunce el entrecejo, cruzándose de brazos y hundiéndose de hombros mientras suspira de forma extendida, ésto es tan confuso, el joven zorro no entiende porqué ayuda a su enemigo natural sabiendo aún que este es un maldito criminal, no lo entiende, quizás cumple de forma inconsiente el “Haz El Bien Sin Mirar A Quién” ¿pero por qué hoy, por qué con él y por qué ahora?

— Solo pido que en el juicio digas todo lo que me dijiste a mí —pide, posando sus manos por encima de las del lobezno, viéndolas con cuidado, asombrado de que se vean tan cuidadas.

— ¿Juicio? —chilla alarmado.

— Sí —sonríe de lado—, pero no debería ser la mayor cosa. Solo diles lo mismo que me has dicho a mí, y quizás te tomen en cuenta.

— Pero...

— Yo y mi amiga nos ocuparemos de buscar las pruebas necesarias para tu caso, no estarás solo —afirma, entrelazando sus dedos entre los del de pelaje grisáceo, con curiosidad.

El Señor Lobo se ruboriza, sintiendo como el calor que invade y pica sus mejillas se extiende hasta sus orejas, provocando que su cola se agite sin control de lado a lado, lleno de felicidad.

— Muchas gracias, Oficial Wilde —susurra con suavidad, correspondiendo al agarre, con el corazón latiendo por algo que no es miedo.

— No es nada, Señor Lobo —responde, cerrando sus ojos en acto de confianza, felíz de romper las leyes ésta vez.

Happy To Meet You ft. WolfickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora