12 • Anillos De Compromiso

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Tanto lo hablaron hasta que se cumplió.         

Se encontraban en aquel fino restaurante del cual hablaron por meses, quizás ya había pasado más de un año desde que lo pensaron y ahí estaban, finalmente.

El lugar era divino, con altas paredes azabaches, con suelos de mármol negro con detalles dorados, con suaves luces amarillas posadas en los pilares de diseño griego, con grandes ventanales rodeandolos mismos que se encontraban finamente decorados por cortinas aterciopeladas de rojo, mismas que destacaban aún más en aquella noche estrellada y de luna llena.

Habían decido ir de forma presentable. Nick vistiendo un traje de dos piezas azabache, con camisa blanca y corbata vinotinto con zapatos castaños de marca, mientras que Lobo había optado por algo más casual, vistiendo un tuxedo azabache de dos piezas, camisa blanca y corbata naranja, con un par de zapatos azabaches.
Ambos estaban maravillados por la calidez que emanaba el lugar, perdiéndose entre los exquisitos aromas de la comida que iban de aquí a allá, intercaladas con las conversaciones indistintas, siendo un lugar expresamente bello.

— Es demasiado hermoso —soltó el zorro, sonriendo de oreja a oreja mientras avanzaba a la par de su novio—, ¿en serio hiciste una reservación?

— ¿Crees que intentaría hacer una maldad contigo presente? —comenta al oído del menor, sacándole una risilla en el proceso.

— Buenas noches —saludó un joven de cabellos azabaches, vestido con un traje diferente al de los otros meseros—, ¿puedo ayudarles en algo, caballeros?

— Sí —empezó el de pelaje grisáceo—, tenemos una reservación en el Área Privada.

— ¡Oh! —sonrió— Entiendo que usted es el Señor Lobo ¿no es así?

— Sí, soy yo.

— En ese caso sigame, los guiaré —expresó, dejando su posición a la par de la puerta para así avanzar por entre las mesas de forma decidida, guiandolos hacia la zona privada.

El de orbes esmeraldas se había quedado sin palabras, ¿por qué no iban a comer con los demás, rodeados de aquellos aromas tan deliciosos?
El lobo lo tomó de la mano y lo invitó a seguirlo.

La pareja se fue alejando de la calidez romántica y amistosa para ir subiendo las escaleras hacia la parte superior del restaurante, apreciando en el proceso los cuadros de las riberas italianas colgados en las paredes, evocando así el sentimiento de un lugar dulce y pacifico.

— Llegamos al Área Privada —habló el recepcionista, abriendo la puerta de cristal para mostrar el lugar—, espero que sea de su agrado.

La pareja se quedó sin palabras.
La famosa Área Privada era más de lo que habían imaginado, siendo que se trataba de la platabanda del lugar, rodeada de arbustos, flores, guirnaldas de luces suaves y, por supuesto, una gran mesa que —por hoy— constaba de un par de sillas, las necesarias para los comensales.

— Muchas gracias —respondió el vulpino, viéndolo con un brillo especial en sus ojos.

— No es nada —asiente con la cabeza—, en unos minutos vendrá un mesero para tomar la orden. Que pasen una bella velada.

— Gracias —se despidieron al unísono, viendo cómo el joven se retiraba de regreso al interior del restaurante.

Se encaminaron hacia la mesa, tomaron asiento y se quedaron fijos con la vista que tenían desde lo alto, maravillados.

— ¿Jamás habías visto la ciudad de esta forma, verdad? —inquiere de forma risueña el más alto mientras toma asiento frente a la mesa, viendo de soslayo a su amado novio, a su querido oficial.

Happy To Meet You ft. WolfickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora