22 • Viendo El Atardecer

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El sol se iba poniendo lentamente por el horizonte, ocultándose tras aquellas montañas, despidiendo sus últimos rayos de sol hacia aquellos altos y cristalinos edificios a lo lejos, siendo superado lentamente por el manto de cobalto que se asomaba desde lo alto siendo suavemente seguido por aquel cielo azabache.    

Las estrellas, impacientes, empezaban a asomarse por lo más alto, ansiando que el gran astro diera su último aliento para así debutar por sí solas y brindarle a la tierra aquel brillo único que era complementado por la misma oscuridad que las precedía.

Aquel zorro y lobo observaban con atención aquella despedida, disfrutandola mientras ingerían un par de latas de sodas, sorprendidos por los matices que aquella gigante y ardiente estrella dejaba a su paso, sintiendo que la misma no se iba por completo solo por estar observándolos a lo lejos.

El vulpino reposaba su cabeza sobre el hombro del lobezno, y este reposaba la suya sobre la cabeza del vulpino, sonriendo con suavidad.

Las aves surcaban por última vez los cielos, silenciosas en el proceso de buscar sus hogares y descansar por aquel día, guardandose en sus nidos ocultos entre los árboles, dejando todo en silencio, cediendo su turno a la sinfonía de la noche, misma que poco a poco iba tomando poder entre las sirenas de las patrullas a lo lejos, los claxon del tráfico, las conversaciones y risas que escapaban de las calles o de los mismos departamentos entre la música que escabapa de las grietas o ventilaciones de los clubs de la ciudad.

El encanto diurno daba un giro para dejar que el encanto de la noche brillase en su ausencia.

— Es hermoso —suspiró el zorro, dando un sorbo a su lata de soda.

— No más hermoso que tú —sentenció el más alto, pegando su mejilla con la del menor, cerrando sus ojos en el proceso, sacándole unas risillas a su pareja—, ah... Aunque se nos hace tarde.

— Tenemos tiempo —responde el de pelaje naranja, moviendo de lado a lado su cola mientras balanceaba sus pies en la nada, disfrutando de la adrenalina de estar sentados en el borde del edificio—, el cumpleaños de Judy no empieza aún.

— Pero hay que ser puntuales —insiste, terminando de ingerir el contenido de su soda, haciéndola a un lado momentos después—, vamos.

El de orbes amarillas lo jaló de los brazos, obligándolo a levantarse para acto seguido cargarlo en sus brazos y avanzar hacia la puerta que conectaba la azotea del edificio con el interior, recibiendo chillidos y risas por parte de su novio, quien insistía en quedarse hasta el final.

Para cuando cruzaron el umbral de aquella puerta de metal el sol ya no estaba, dando fin a su rutina, precipitándose hacia el fondo, dejando de resistirse al no tener a la vista aquella pareja.

Era momento de disfrutar de la noche como era debido: bebiendo alcohol, comiendo en exceso y bailando hasta que dolieran los pies.

A fin de cuentas se debía practicar para la boda y luna de miel, así que mejor empezar cuanto antes.

Happy To Meet You ft. WolfickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora