16 • Compartir Cama

356 48 8
                                    

El lobezno se encontraba corriendo por aquellas calles con prisa, sintiendo la presión de la ley en sus talones, escuchando la sirena de las patrullas que amenazaban con dar con su ubicación cuanto antes.
Desesperado, se escondió detrás de un auto, jadeando, sudando frío, lo que había hecho había estado muy mal y no se llevaría ganancia alguna por ello, no señor. 

Por más bajo que le pareciera no tenía otra opción, debía pedirle ayuda a su novio cuanto antes.

Reanudó su carrera, tratando de ubicar el edificio donde residía su pareja aún entre la oscuridad y nervios del momento, concibiendo el milagro de estar a un par de calles del mismo, logrando así ingresar de golpe por la recepción sin importunar la siesta del vigilante, pasando directamente por el corredor de los ascensores, golpeando de forma desesperada el botón del ascensor, escuchando las patrullas acercarse cada vez más, deseando tener suerte asi fuera por una última vez.

Las puertas se abrieron de par en par, dejándole pasar. Pisó con fuerza el botón del piso más alto, las puertas se cerraron y con suma paciencia lo llevaron a su destino. En el trayecto Lobo se dejó caer de espaldas contra la pared, deslizándose hasta el suelo, sollozando ante su crimen, viéndose arrepentido de sus actos, de llevar ésta vida bandida ¿pero por cuánto tiempo duraría este mal? ¿una, dos, cuatro horas? ¿apenas una noche? no lo sabía, no lo sabía.

Miró sus manos cubiertas de sangre, recordando en una especie de bucle el borroso momento en donde todo se fue a la mierda, sin reconocerse a sí mismo o al que hizo daño, pero reconociendo que estuvo mal, que muchas cosas que hizo estaban mal.
No se sentía bien, la evolución le había jugado en contra, haciendo que su instinto asesino fuera un arma de doble filo, una que odiaba poseer pero que tenía le gustase o no.

Llegó a su destino, las puertas se abrieron ante él y con suma prisa salió, respirando de forma profunda, sintiendo su traje de dos piezas completamente empadado por su sudor, con manchas de sangre en el torso, brazos y muslos, encaminándose de esta forma hacia el departamento de su amado, deseando que —pese a la hora— este siguiera despierto.

Se posó frente a su puerta, pegando su frente a la misma, jadeando, sin aliento. Golpeó tres veces con su fuerza restante, escuchando después unos pasos aproximarse. Su corazón saltó en gozo, qué bien, seguía despierto.

— ¿Quién es? —pregunta el zorro detrás de la puerta, sosteniendo un bate entre ambas manos mientras se recarga de la puerta, optando por dar una mirada de desconfianza a la nada mientras espera por una respuesta.

— Nicky, soy Lobo, abre por favor...

Wilde bajó sus orejas de golpe, soltando el bate en el proceso, notando aquel tono de cansancio y dolencia en su novio que jamás había percibido antes.

Pateó el bate a un lado y se apresuró a abrir la puerta, encontrándolo con un semblante de miedo y arrepentimientos puros, sorprendiendolo de forma amarga.

No hubieron preguntas, lo jaló hacia el interior de su hogar, cerrando con cuidado la puerta después, pasándole llave por si alguna visita inesperada venía detrás de él.
Lo guió hacia el sofá, viendo cómo el mayor se desplomaba sobre éste, cansado y a la vez aturdido por lo vivido hace apenas diez calles atrás.

Encendió las lámparas que reposaban en la esquina de la sala, dando un poco de claridad entre la penumbra.

— ¿Qué haces aquí? —preguntó, parándose a su par— ¿Por qué no me avisaste, tienes idea de la hora que es?

— Realmente no tuve tiempo, perdóname... —se disculpó, cerrando los ojos con fuerza mientras se encorvaba hacia adelante, bajando sus orejas.

— ¿Dónde están los demás? —pregunta, agachandose mientras posa el dorso de su mano sobre la frente del mayor, percibiendo su sudor— ¿Por qué parece que has corrido un maratón?

— Mis amigos están asalvo, se llevaron mi auto para escapar, yo... yo no podía ir porque a dónde yo fuera los iban a localizar también y no es la idea —suspiró, tratando de recuperar sus fuerzas, agobiado, sintiéndose derrotado, viéndose a sí mismo como una bestia, un monstruo.

— Oh... —soltó en un susurro Nick, entendiendo la gravedad del asunto con aquella breve sentencia.

El Oficial Wilde no tenía idea de los acontecimientos que habían llevado a su novio a su departamento en mitad de la noche, pero sí sabía que le iba a brindar apoyo hasta verlo mejor.

— Debes estar cansado —musitó, tomándolo de las manos, sin hacerlo cambiar de posición—, ¿tienes hambre?

Lobo negó con la cabeza, sin ánimos de querer hablar más.

— Entiendo... —suspiró, afirmando con la cabeza— En ese caso ven, justo me estaba preparando para dormir —agrega, jalandolo de los brazos, levantándolo de su lugar.

Lo escoltó en silencio a su habitación, donde después de sentarlo sobre la cama procedió a correr las cortinas de las ventanas y puerta hacia el balcón, evitando así que pudieran saber que estaba allí, con él, alarmandose con el sonido de las patrullas pasando cerca, asombrado de que siendo esta su primera noche libre en el año justamente pasara esto.

El lobezno se había empezado a desvestir, haciendo a un lado su ropa sudada y manchada hasta quedar en ropa interior, con sus zapatos, medias, pantalones, camisa y traje a un lado. Su amado prometido le facilitó un par de prendas que él había dejado en su hogar en encuentros anteriores, sonriendo ante el detalle de que éstas tuvieran un lugar propio en la cómoda de su amado.

Se vistió con aquellos shorts y camisa holgados para posteriormente acomodarse entre las sábanas, cayendo preso de la calidez y comodidad del colchón y almohadas, cerrando los ojos al instante, deseando que todo lo de ésta noche fuera un sueño, un mal sueño.

El zorro se acomodó a su par, suspirando en el proceso mientras lo tomaba de la mano, con dudas al respecto de su repentina presencia, deseando que aquello que lo aquejara se fuera cuanto antes.

— Vas a estar bien —sentenció el vulpino mientras se iba quedando lentamente dormido—, es una promesa...

Lentamente los dos canidos se sumieron en la oscuridad de sus propias mentes para lentamente desplazarse a otros lugares quizás más tranquilos que este, ausentes de las patrullas que seguían rondando alrededor de la calle con sus estruendosas sirenas, ausentes del caos en el que se estaba volviendo la ciudad, ausentes de la tétrica noticia que coronaria la velada.

Que amargo recuerdo sería este, pero no importa, lo superarían juntos, con el tiempo lo lograrían.

Happy To Meet You ft. WolfickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora