18 • Abrazo

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Sollozaba contra el pecho de su pareja, destrozado, bajando sus orejas en lo que su cola se ocultaba entre sus piernas, gimiendo con dolor ante el infierno que le había tocado vivir hace apenas unas horas.          

Su mejor amiga, aquella coneja con rabo de algodón y carácter animado de eterna sonrisa había sido herida en batalla, en el momento menos pensado, cuando menos lo deseaba.

— No fue tu culpa —susurró con suavidad el lobezno, abrazándolo con calidez, sosteniéndolo entre sus brazos, tratando de corazón que no se hundiera más en aquella desesperación en la que se había sumergido.

— ¡¡Sí fue mí culpa!! —gritó entre lágrimas, con la voz entrecortada, golpeando con debilidad el pecho de su novio, destrozado— ¡¡Ella no debió salvarme, yo soy el que debería estar agonizando en esa habitación, soy yo el que debería estar peleando con la muerte!! —bociferó, empujándolo lejos de él para así tirarse de bruces contra el suelo, jalandose las orejas hacia abajo, sollozando con más fuerza.

El depredador mayor bajó sus orejas y mirada a su adorado zorro, compartiendo su dolor, sintiéndolo como si fuera propio. Se arrodilló frente a él, volviendo a tomarlo entre sus brazos, acurrucandolo contra su pecho, sobando su espalda, con la mente en blanco al sentir su respiración tan agitada entre sus lamentos tan rotos y frágiles.

Y pensar que todo pasó en una fracción de segundos.
Con Nick y Judy tratando de acorralar a una nueva banda de criminales, viéndose como ellos los acechados, sin verlos en aquel laberinto de grandes cajas metálicas en la bahía, aterrorizados, en la espera de refuerzos que jamás llegarían...
Odiaba, repudiaba, se lamentaba el hecho de no haber percibido antes a ese maldito desgraciado, habiendo podido evitar tantas penas, pero no.
El atacante estaba por abalanzarse sobre él dispuesto a clavarle aquella daga a él, viendo su plan frustrado ante la aparición de su mejor amiga, recibiendo el ataque en un valeroso acto para protegerlo.

Oh, pero no todo había sido tan malo.

Tras verla sangrando y herida en el suelo aquel zorro volvió a sus orígenes salvajes y tuvo la fuerza y voluntad suficientes para encarar a esos criminales y mostrarles el mismo infierno, encargándose de ellos uno por uno hasta tenerlos rogando por piedad y llevarlos personalmente al foso del que se encargaría personalmente para que nunca salieran, aunque si bien hubiera deseado seguir atormentando a esos bastardos debía encargarse de devolverle el favor a su amada amiga, haciendo el esfuerzo para seguirla manteniendo con vida ¿por qué? porque no estaba dispuesto a perder a nadie más, no otra vez.

Aquellos gélidos pasillos de blanco con esencia a lavanda los estaba enloqueciendo, sin mencionar los llantos y murmullos que se escuchaban a lo lejos y el andar de los doctores de lado a lado junto a camillas con pacientes agonizando o cubiertos por sábanas blancas... era el lugar en el que menos desearían estar en este momento.

Con la emoción y adrenalina formando parte del pasado ahora, el joven zorro no hacía más que llorar y llorar, guiado por la desesperación de lo peor que podría ocurrir, agradecido de tener a alguien que lo sostuviera y acompañara en este momento tan difícil, agradeciendo por primera vez en muchos años los abrazos que pudieran darle.

El doctor salió de la habitación en la que se encontraba la joven coneja, llamando la atención del zorro quien se levantó de golpe, se secó las lágrimas y lo miró de forma suplicante, siendo aún retenido en los brazos de su pareja.

— ¿Es amigo de la paciente? —preguntó el mayor, viéndolo de arriba abajo.

— Así es —afirmó, separándose de los brazos de su novio, avanzando hacia el adulto—, ¿ella...?

— Se va a recuperar —el zorro suspiró de forma pesada, aliviado mientras se ponía una mano en el pecho—, pero la tendremos por un tiempo más aquí, para vigilarla.

— En verdad gracias —habló el de pelaje naranja, viéndolo a los ojos, sin tener palabras o expresiones suficientes para demostrar la gratitud de su corazón, sintiendo un gran alivio en su alma con tan solo escuchar aquellas palabras.

— No es nada —respondió sonriendole para momentos después alejarse hacia otra habitación, pasando a atender a sus otros pacientes.

— ¿Podrías esperarme aquí? —pidió Nick, girándose hacia el lobezno.

— Con gusto —afirma, recostandose de la pared, sonriendole en el proceso, calmado al verlo mejor que hace unos minutos—, ve, saludala de mi parte.

El más bajo lo abrazó con fuerza y sin esperar más procedió a entrar en la habitación, cerrando la puerta tras de sí.

El de orbes amarillas chasqueó la lengua mientras se daba media vuelta, ésto realmente había sido una experiencia nueva.
Soltó una pequeña risilla al imaginar la suerte de aquellos cretinos que osaron meterse con él de forma tan personal, vaya susto se habían llevado y bien merecido además, su adorado prometido no era del tipo al que se quisiera ver enojado, al menos no bajo ese contexto tan delicado.

Miró a ambos lados, escuchando voces en la habitación, sin duda pasaría un tiempo para que su novio saliera de ahí. Mientras... ¿quién quiere ir por un café?

Happy To Meet You ft. WolfickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora