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Después de conducir por más de dos horas, en las que se turnaban los tres para tomar el volante, llegaron a casa de la señora Brown.

La festejada los esperaba ansiosa y los recibió con una gran sonrisa, no siempre puede ver a sus hijos y esta vez, estuvo llena de asombro y mayor alegría por ver a su hijo mayor que hacía un año que se había mudado. La idea de darle una sorpresa a su madre con su visita le resultó muy bien a Ethan, pues la señora casi suelta unas lágrimas por la alegría de verlo después de tantos meses.

Luego del emotivo momento de bienvenida, sacaron sus maletas de la camioneta de Alexa y se instalaron en las respectivas habitaciones que su madre había ordenado que prepararan con anticipación.

Alexa y Emma se quedarían en la habitación de Alexa, donde creció y ambas pasaron momentos divertidos con las incontables pijamadas que tuvieron lugar allí, y bueno esa costumbre seguía viva entre ellas aún después de años; Ethan, en su habitación, claro, que apenas había dejado hace un año.

Posterior a instalarse en sus habitaciones cenaron todos juntos, platicando de todo, sonriendo y recordando momentos. Luego tomaron chocolate caliente. El clima estaba frío pero el ambiente allí dentro se sentía tan cálido y abrasador que ninguno de ellos quería irse a dormir.

Cuando ya estaban todos en sus correspondientes habitaciones, ya casi a la media noche, Alexa y Emma estaban acostadas una al lado de la otra, mirando al techo, ninguna de las dos podía dormir.

—Ale, hay algo que no te he contado —musitó Emma con nerviosismo y emoción.

—¿En serio? ¿Qué es? —se interesó de inmediato, volteando a verla con sorpresa.

—David y yo... ¡somos novios! —confesó con gran emoción. Miró a su amiga con los ojos llenos de ilusión y una sonrisa que irradiaba alegría.

—¡Ah, qué emoción! Ya se habían tardado, eh. Qué alegría que ya estén juntos como una pareja de verdad —celebró Alexa removiéndose en la cama.

—Sí, también yo estoy muy feliz —admitió aún con su rostro radiante.

—Deseo que sean muy felices juntos —dijo abrazándola.

—Gracias Ale. ¿Y tú, cómo vas con Nickolas? —cuestionó deshaciendo el abrazo.

—¿Qué si cómo voy? —soltó un suspiro—. No tengo ninguna oportunidad con él. La última vez que nos vimos tuvimos una pequeña discusión, estuvimos a punto de besarnos pero él dijo que no podía, que no hace excepciones. Dos días antes de salir de Londres le hice una llamada para proponerle cenar juntos y así olvidarnos del asunto del beso, pero cuando la llamada fue aceptada respondió Olivia, y entonces colgué —relató con desanimo.

—¿La rubia con voz de globo desinflado? —preguntó Emma con desagrado y Alexa asintió—. Qué imbécil —soltó luego entre dientes, refiriéndose a Nickolas, molesta.

Alexa soltó una risita—. Bueno, soy yo la que no debí esperar algo más, soy una tonta. Emma —dudó unos segundos antes de proseguir—, me estoy enamorando de él —confesó con tristeza.

—Mi preciosa niña —exclamó llorosa, abrazándola—. El tonto es él, por no darse cuenta de la maravillosa y hermosa mujer que eres, tranquila ¿sí? ¿Qué piensas hacer?

—Estos días lo he estado pensando y... ya tomé una decisión —respondió firme.

Al día siguiente, todos se levantaron temprano para empezar los preparativos del festejo. Aunque no sería una gran fiesta ya que solo irían los familiares más cercanos. Después de mediodía, todos se dispusieron a arreglarse, se vistieron con un atuendo casual pero elegante y de buen gusto. Ethan y las dos bellas amigas se veían muy guapos, resaltaban su belleza con la ropa y el maquillaje, pero claro, sin dejar de opacar a la protagonista de la fiesta. La señora Nicole Brown se veía muy hermosa, portaba un vestido beige con detalles dorados pegado al cuerpo, llegándole hasta las pantorrillas y hasta las muñecas. Zapatillas doradas y su cabello recogido en un chongo, su maquillaje producido pero natural que resaltaba sus facciones.

SIN BESOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora