23

30 3 0
                                    

—¡Creí que las había dejado en buenas manos! —gritó Ethan entrando airado en el pent-house de Nickolas. Estaba llegando a Londres, pues salió de Canadá de inmediato al saber, por el novio de su hermana, lo que había sucedido con ella—. ¡¿Por qué no la cuidaste?! —se fue encima del castaño tomándolo con brusquedad por el cuello de la camisa.

—¡Cálmate, Ethan! —soltó Emma alarmada.

—¡Tranquilo! —intervino David separándolos.

—¡¿Cómo quieres que esté tranquilo?! ¡Mi hermana está secuestrada! —increpó—. Mi hermanita —dijo ahora sollozando y dejándose caer en el sofá.

—Perdóname —habló al fin Nickolas, con la voz apagada—, puede que tengas razón, no la cuidé bien.

—Nadie tiene la culpa aquí —intercedió el rubio—. El único culpable es Axel.

—¿Cómo se lo diré a mi madre? No me siento capaz de decírselo —dijo Ethan, peinando hacia atrás su melena con las manos en un gesto de frustración.

—Pero tiene que saberlo, no podemos ocultarle algo así. Yo te acompañaré —manifestó Emma sentándose a un lado de él y poniéndole una mano en la espalda.

—Iremos todos —aseguró Nickolas.

—¿Hay alguna novedad? —inquirió el más alto. Ya más tranquilo y mirando al par de amigos que se mantenían de pie frente a él.

—No, ya he hecho incontables llamadas y nada hasta ahora —informó el de ojos azules.

—Tal vez es muy pronto para tener algún indicio, solo han pasado dos días —terció la pelinegra queriendo tranquilizarlos.

—Dos días que me han sido eternos —musitó Nickolas con la mirada perdida.

Un par de horas después tomaron camino a Bath. Con David al volante, ya que, en estos momentos el rubio era el que se mantenía con la cabeza fría, fuerte y al margen, porque si él se dejaba llevar por la idea de que Alexa, la mejor amiga de su novia y la novia de su mejor amigo, estaba secuestrada y sin saber dónde y cómo se encontrada; con la preocupación y la frustración probablemente perdería también, al menos un poco, la razón. Por eso debía mantenerse firme, para darles fuerzas y consuelo a Emma, Nickolas y Ethan.

Nerviosos, manejaron hasta llegar a la casa de la señora Brown. Cuando estuvieron ya en el lugar, estacionados en el portal no querían ni entrar. Ethan estaba a punto de colapsar pero con la ayuda de Emma y David logró tranquilizarse pronto. Por fin, se decidieron entrar y los recibió la señora Nicole, con una sonrisa. Ellos la saludaron desanimados y con sonrisas forzadas.

—¿Y Alexa dónde está? ¿Por qué no vino con ustedes? —inquirió un tanto desconcertada al notar la ausencia de su hija menor y la apagada actitud de los presentes.

—Mamá —sollozó Ethan.

—¿Qué pasa hijo?

—Alexa... la secuestraron, mamá. Secuestraron a mi hermana —dijo sin más, y sin aguantarse ya las ganas de llorar.

—¿Qué? ¿Qué dices, hijo? —enunció su madre, con una sonrisa incrédula, de esas sonrisas que expresan el deseo de escuchar que es broma, que lo que acabas de oír no es verdad.

—Mamá —la miró a los ojos y la tomó por los hombros—. Secuestraron a Alexa —enfatizó, transmitiendo el dolor que le causaba darle esa noticia a su madre.

—No —dijo la señora, suplicante, creyendo en las palabras que salían de la boca de su hijo y casi derrumbándose.

—Lo siento, mamá —enunció llorando, sosteniéndola con un abrazo, evitando que su madre cayera al suelo.

SIN BESOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora