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Se escucharon las copas chocando celebrando el Año Nuevo que había iniciado segundos atrás. Sonrisas y gritos de la familia Brown, se escucharon alegres mientras festejaban juntos la llegada de un nuevo año. Se abrazaron unos con otros y luego se unieron todos en un solo abrazo familiar.

Luego de unos cuantos minutos en ese cálido y feliz momento, volvieron a tomar su lugar en la mesa que estaba llena de platillos como parte de la cena. Una botella de vino en el centro, rodeada de las copas llenas del delicioso líquido rojo, que reposaban a un lado de los platos de cada integrante de la familia.

Siguieron disfrutando de la velada con un exquisito postre que Alexa preparó junto a su madre y su tía. Conversaban entre ellos acompañando sus palabras con risas sonoras que llenaban la estancia, que al mismo tiempo la envolvían de amor.

Rato después, Alexa decidió ir al baño y retocarse el maquillaje. De regreso, se detuvo en una esquina de la escalera, faltando unos cuantos escalones para terminar de bajar.

—Feliz Año Nuevo, papá —musitó contemplando el retrato de su padre que reposaba en la pared. Sus ojos brillaron y sus labios cerrados formaron una sonrisa.

—Yo también lo extraño —admitió su hermano mayor, subiendo los escalones por detrás de Alexa y acercándose a ella para abrazarla—. Estoy seguro que debe estar feliz de vernos reunidos y felices —aseguró también mirando el cuadro—. Papá, no te preocupes. Estoy cuidando de ellas y las seguiré cuidando por siempre. No puedo vivir sin ellas papá, así como tú tampoco podías.

—Tu padre lo sabe, hijo —habló la señora Brown acercándose a ellos.

Voltearon hacia atrás para mirarla y la dejaron unirse al abrazo, en medio de ellos.

—Y sé que debe estar muy orgulloso de ti, de los dos, porque son los mejores hijos que pudimos tener —expresó con ternura.

—Mejor no sigamos hablando así que voy a llorar —advirtió Ethan, sonrojado.

Los tres rieron por la ocurrencia y luego regresaron a la mesa para disfrutar un rato más de la velada.

Mientras tanto, Nickolas también disfrutaba de la llegada del Año Nuevo junto a su familia. Su madre, que era como un tesoro para él, y su hermano mayor, que era su gran soporte. Estaban celebrando junto a otros integrantes de la familia, todos se sentían muy bien, tan alegres y contentos. Los dos hermanos esperaban que su padre no se apareciera por ahí con el pretexto de ver a su familia por ser una fecha especial, así como lo había hecho el año pasado, haciendo pasar a su madre por un momento amargo, bueno, no solo a ella sino a todos. Que descaro llegar como si nada después de hacer sufrir a la mujer que decía amar y respetar, engañándola con una amante más joven incluso que sus hijos.

Después de todo y para fortuna de ellos, su padre no apareció y pudieron disfrutar la noche a gusto.

Los hermanos, estaban sentados uno a cada lado de su madre. Compartían anécdotas con sus primos y tíos, reían y bromeaban entre todos. Al tiempo, saboreaban unas piezas de pastel y galletas de chocolate. Cada quien tenía una bebida distinta, unos bebían vino, otros champán y otros jugo. Pero lo que no cambiaba, era lo bien que todos la estaban pasando.

—Hijo, tomémonos una foto los tres —sugirió con alegría la señora White.

—¿Una foto? Que lo haga Thomas —rechazó hacerlo, señalando a su hermano que se le quedó viendo con la copa en la boca.

—Estoy diciéndote a ti que lo hagas —ordenó en tono de regaño—. Vamos, junto al árbol de Navidad. Tomémonos una selfie — indicó poniéndose en pie—. Vamos Thomas.

Nickolas se levantó de mala gana de su asiento, resignado a no protestar a la orden de su madre. Él no era de las personas que les gustaba tomarse fotos, pero se trataba de su mamá y no podía decir que no.

SIN BESOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora