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—Mi amor, ¿Cómo estás? Te extraño mucho. ¿Cómo va todo por allá? —preguntó alegre el de azules ojos, al otro lado de la línea.

—Yo también te extraño mucho, mi vida. Todo va muy bien, ya está todo listo para el evento de hoy por la noche —informó—. ¿Tú cómo estás? ¿Ya sabes cuando regresas?

—Regreso en dos días. Lamento mucho no poder estar en el evento, cariño. Hice lo posible por apresurar la firma del contrato, pero no lo logré —explicó entristecido.

—No te preocupes, amor. Ya habrá otras oportunidades.

—Sí. Por cierto, no uses tacones hoy.

—¿Qué dices? ¿Por qué? —inquirió sonriendo confundida.

—No quiero que por culpa de tus tacones tropieces y no esté yo para evitar que caigas, o peor, que otro hombre te sostenga... me pone de mal humor tan solo imaginarlo —manifestó, encelado, y Alexa soltó una carcajada.

—Claro que usaré tacones —aclaró riendo—. Prometo ser cuidadosa al caminar —agregó complaciente.

—Que considerado de tu parte... —sonrió bromista-. Pero en serio, sé cuidadosa, no quiero que te lastimes.

—Tranquilo, amor. Daré cada paso con precaución.

—De acuerdo. Debo colgar, preciosa. Te llamo luego.

—Hasta luego, cielo. Te amo.

—Te amo.

El día transcurrió lleno de ocupaciones para ambos. El magnate estaba en un viaje de negocios que se cruzó con el evento que tenía Powell's Fashion, y por ello, no podía acompañar a su novia esa noche.

Cumpliendo su promesa, Alexa fue precavida al caminar. Por alguna razón, era tendencia suya tropezarse y doblarse algún tobillo llevando puestas cualquier tipo de zapatillas, no quería salir lastimada y menos en un evento importante, no quería tener ese inconveniente y, haciéndole caso a su novio, fue muy cuidadosa. Aunque, la idea de que su novio fuera quien siempre la sostuviera antes de caer se le hacía muy romántica, considerando también el hecho de que, tropezándose y cayendo en sus brazos, fue la forma en la que lo conoció por primera vez en Phonox. El evento resultó todo un éxito, terminó poco después de la media noche y el par de amigas se sentían cansadas pero muy satisfechas. Regresaron al edificio donde residen y durmieron juntas en el departamento de Emma.

Estando a un día de regresar a Londres, Nickolas inició una misión. Pasó horas, o tal vez todo el día, de tienda en tienda, de joyería en joyería, buscando la sortija ideal para su amada chica.

Sus ojos brillaron al ver un precioso anillo con un diamante reluciente, lo imaginó ya puesto en el delicado dedo de Alexa, y esa imagen lo convenció. Se le vería perfecto, hermoso; le encantó. Ese escogió.

—Me llevaré ese —anunció a la chica que esperaba atenta la decisión.

—Claro, señor —concedió ella sonriente.

—Espero que le quede —murmuró con una sonrisa nerviosa.

Ya que Alexa posee dedos delgados, había sido algo complicado encontrar un anillo que, visualmente, se percibiera que entraría justo en su dedo.

Entusiasmado, salió de la tienda. Se fue al hotel donde se estaba hospedando, se dio un baño, empacó, llamó a su chica para darles las buenas noches, y después descansó, ansioso por llegar al día siguiente a Londres y ver a su preciosa novia, y pronto, prometida.

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—Hola, preciosa —saludó Nickolas asomándose a la puerta de la oficina de Alexa.

SIN BESOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora