Los días se volvieron semanas, Nickolas y Alexa perdieron la comunicación.
Como era de esperarse, el presidente White se amargó por lo sucedido. Estaba de muy mal humor. No salía a ningún lado. Solo se la pasaba en su empresa trabajando y en su pent-house, trabajando también. No quería ver a nadie. No quería hablar con nadie, siquiera con su buen amigo David. Estaba molesto con él porque no le dijo que Alexa estaba saliendo con alguien más. Pero en el fondo sabía que no era una buena razón para estar enojado con David, ya que no mantenía ninguna relación que comprometiera a Alexa o a él como para no poder salir con otra persona, y por ello David no se sintió con la responsabilidad y obligación de decirle que Alexa salía con ese chico. La realidad era que Nickolas no encontraba con quién enojarse. No sabía si enojarse con los demás o con él mismo.
No sabía qué hacer. Por un lado, estaba molesto, celoso; recordaba la escena y la ira e impotencia se apoderaban de él. Pero, por otro lado, se sentía deprimido, extrañaba a esa chica. Las imágenes de ella estando en su pent-house, riendo, cocinando juntos, con ese pijama enorme que la hacía ver tierna, las veces que se unieron en un momento de pasión, las pláticas… todo, extrañaba todo, la extrañaba a ella. Pero el orgullo estaba ganando la lucha entre buscarla o no.
Estando un sábado por la noche en su pent-house, solo, Nickolas trataba de ignorar los pensamientos sobre aquella morena chica de ojos marrones que lo tenía en el olvido, trataba con esmero en poner toda su concentración en los documentos que leía mientras los sostenía en la mano. Cortando el ambiente silencioso que reinaba en su despacho, el celular del magnate anunció una llamada entrante de David. De mala gana, aceptó la llamada.
—¿Qué quieres, David?
—Estoy frente a la puerta de tu pent-house. Tienes que dejarme entrar —declaró el rubio con demanda.
Nickolas rodó los ojos, terminó la llamada y también de mala gana se puso en pie.
—¿Y a qué vienes? —inquirió con seriedad al abrir la puerta y dejarlo pasar.
—No te ves nada bien —comentó al notar las ojeras que ya se marcaban debajo de esos azulados ojos—. Tengo que hablar contigo —informó al notar que su amigo lo miraba expectante.
—¿Hablar sobre qué? —cuestionó con molestia, indicándole con la mano a David que tomara asiento. Ambos tomaron lugar uno en cada sofá.
—Sobre Alexa.
—¿Me vas a decir que está saliendo con otro tipo? No te molestes, ya me enteré sin tu ayuda. Los vi besándose minutos después de haberte preguntado si sabías algo de ella, y me respondiste que no, mintiéndome.
—No deberías estar enojado conmigo. Ya te dije que no te lo comenté porque entre Alexa y tú no había nada serio. Tú incluso te veías con Olivia, y estoy seguro que durante tu último viaje te habrás divertido con alguna chica…
—¡No estuve con nadie, David! —gruñó.
—¿Qué? —no estaba entendiendo bien.
—No pude —musitó.
David abrió la boca por el asombro.
—En todo el viaje no me saqué de la cabeza a Alexa. No deseaba estar con nadie más que no fuera ella —confesó, sintiéndose derrotado.
David hizo un gesto que demostraba que lo había entendido todo y se sentía mal por su amigo.
—Debiste decírmelo porque sabes que estoy enamorado de ella —dijo tajante—. Debiste decírmelo porque sabías que yo me pondría así incluso si no debía —continuó con su reclamo.
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SIN BESOS
RomanceNickolas y Alexa se conocen por primera vez en un antro, mantienen una divertida relación abierta en la que los besos no están permitidos. ¿Quién crees que se enamore primero en este divertido juego en donde los besos están prohibidos? ¿Y qué pasa...