23 SEBASTIÁN

3.8K 268 57
                                    

Inesperado, solo puedo decir eso, inesperado.

Nunca imaginé que los invitados de mi madre fueran los padres de Valentina. Mamá no me quiso decir quienes iban a venir, que sería una sorpresa, y fue una grande, yo admiraba a esos señores, pero quede más anonadado cuando la vi a ella, en ese vestido blanco que resaltaba tan bien con su piel, sus cabellos estaba en unas ondas preciosas, estaba radiante.

Lo admitiré, desde que la vi quise tenerla solo para mí, así que lo primero que se me ocurrió para llevármela fue una "tarea" que habían dejado, sabía que no me rechazaría, y cuando tomo mi mano quise solo salir corriendo con ella, pero tuve que controlarme, era nuestra invitada, a los ojos de los demás tenía que ser decente, solo frente a los demás.

Ya en mi cuarto de juegos era libre de hacer lo que fuera, no sabía que decir, estaba nervioso, pero traté de no demostrarlo. Reí mucho cuando le di de beber un trago de whisky y con tan solo dejarlo pasar por su garganta su expresión fue un poema, pero creo que la mía también lo fue cuando me tuve que callar por la mirada que me lanzo, ok, me dio miedo, lo admito, pensé que me iba a tirar el trago encima, pero igual una pequeña mueca se me escapo y pensé que iba a morir, pero solo se levantó y fue a la ventana.

La admiré por unos segundos, Dios, era tan hermosa, ese vestido se ceñía tanto a su cuerpo que solo quería quitárselo para ver que tenía debajo de él, ver sus curvas sin nada encima, tocar su piel, morderla, chuparla, quería hacerle tantas cosas. Debía controlarme, no podía hacer nada de lo que estaba pensando sin que ella me lo permitiera.

Fui junto a ella y observe el cielo también, estaba hermoso como ella.

- Estas preciosa Vale – dije de repente, no sé en qué momento voltee a mirarla, y las palabras solo salieron. Disimulé mi asombro.

- Gracias, tú también estas muy guapo hoy.

- Me encanta tus ojos, sobre todo cuando me miras – la observaba fijamente, tratando de no perder ningún detalle de su rostro.

Comencé a acariciar su mejilla y ella cerro lo ojos, estaba tan perdida en mis caricias. Arreglé un mechón de su cabello y no pude evitar llevar mi mano hasta su cuello, seguí acariciándola hasta llegar a su nuca y sentí como se erizaba por el simple contacto, era muy sensible y eso me mataba, comencé a besar los puntos que más amaba de su rostro o uno de tantos, comencé por la frente, seguido de sus mejillas, su nariz, su barbilla y para finalizar di pequeños picos en sus labios tratando de controlarme para no devorarla entera. Abrió los ojos y eso fue todo lo que necesite para colapsar, sus ojos, como los amaba.

- Quiero besarte – dije, ya no podía soportarlo.

- Y yo quiero que lo hagas – no tenía que decir más, estaba a punto de probar esos deliciosos labios.

- Sebastián, Valentina.

MALDICION.

Mi madre interrumpió para decirnos que fuéramos a comer, quería cerrarle la puerta en la cara y que me dejara besar a Valentina hasta que me cansara. Pero solo disimule y le di el paso para que ella se fuera, cuando salió me llevé las manos a la cabeza y mi madre me miro con una sonrisa pícara.

- ¿Interrumpí algo? – dijo divertida y la mire con odio.

- En estos momentos no pensé que podría odiar tanto a la mujer que me dio la vida – dije con los ojos entre cerrados.

No se ofendió, sabía que no lo decía en serio.

- Es muy linda y educada, me agrada, la acepto como yerna – me dio un pulgar arriba y yo solo reí, como amaba a esta mujer.

Lo que encontré en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora