34 VALENTINA

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- Así que hora te pregunto ¿te gusta lo que ves?

Me expuse ante él, sin ropa, solo con la interior, porque después de esa confesión tan fuerte y tan personal que él me hizo, me parecía absurdo no decirle mi secreto.

Pero mi mayor miedo era lo que pudiera pensar en este momento, que cosas diría después de ver tantas marcas, después de darse cuenta que estaba enamorado de una loca suicida. Su mirada nunca se apartó de mí, recorrió mi cuerpo de arriba hacia abajo, no podía describir lo que había en su mirada, estaba neutro, ningún sentimiento, nada, y más miedo sentí.

De pronto se levantó del suelo y se acercó a mí, no sé si era por el momento o por mi temor que lo vi más grande que yo, más imponente, me sentí tan pequeña, me miró desde arriba y sentí cuando una de sus manos tocó mi brazo izquierdo, toda mi piel se erizo, no me miraba a los ojos, estaba detallando mi cuerpo como si estuviera contando cada corte, cada cicatriz, sus manos tocaron mi abdomen y cerré los ojos por su tacto.

Señor, por favor, que no me rechace, que no me haga a un lado, que me elija por sobre mis cicatrices, que elija de quién se enamoró, que me elija a mí.

Y me besó.

Tomó con fuerza mi cintura y me pegó tanto a su cuerpo que sentí que me quería hacer una con él, lo abracé por el cuello y me cargó, enredé mis piernas en su cintura y de nuevo se sentó en el suelo, estaba a horcadas sobre él y podía sentir como acariciaba todo mi cuerpo, como acariciaba mis marcas, sus besos eran fuertes, demandantes, me chupada los labios, los mordía, su lengua se volvía una con la mía, nunca nos habíamos besado así, pero como me gustaba.

Cuando se separó solo quedé a la espera de lo iba a decir, nuestras frentes se unieron y abrí los ojos que había mantenido cerrados en todo el proceso, cuando lo hice los suyos estaban fijos en los míos, de nuevo no pude descifrar que había en ellos, sentía que había un muro que no podía pasar, y de nuevo el temor volvió, pero entonces algo lo cambio todo, sus mano tomaron mi rostro y unió mis labios con los suyos haciendo que se tocaran, no me besó, solo los unió y de repente todo se detuvo cuando por fin el muro de sus ojos se derrumbó y vi una mirada que jamás había visto, comprensión, el me comprendía, nunca mi dolor se iba a comparar con el suyo, pero sabía que no me juzgaba, que me apoyaba y que...

- Te amo.

Dijo con sus labios unidos a los míos y una sonrisa se formó en ellos.

- Te amo, – repitió – te amo, te amo, te amo, te amo, te amo...

Lo dijo tantas veces que lagrimas comenzaron a salir de mi rostro, me abrazó mientras aun lo decía y comencé a llorar, lloraba porque me amaba, lloraba porque no me juzgó, y sobre todo, lloraba porque no me rechazó por lo que era, me ama a pesar de todo lo que vio, a pesar de todo, me eligió a mí.

Me separé un poco y el me secó las lágrimas.

- Sí, me gusta lo que veo y lo amo de igual forma – puso un cabello detrás de mi oreja y me acaricio la mejilla – Eres perfecta, porque tú al igual que yo estamos unidos por estas marcas que tenemos, que las llevaremos para siempre con nosotros, pero lo haremos con orgullo, porque es algo que demuestra que a pesar de todo el dolor y el sufrimiento que hemos tenido, seguimos aquí, y día a día avanzamos con fuerza y voluntad, porque estos cortes nos mantienen unidos.

Esta vez fui yo quien lo besó, lo abracé y lo acerqué más a mí, él también me apretó más contra sí y pude sentir como había un bulto debajo de mí, reí mientras lo besaba y comencé a moverme, sentí como respiraba profundamente, su respiración se hizo pesada al compás de mis movimientos, me separé de sus labios aun moviéndome poco, él tenía los ojos cerrados, así que me deleité un poco por la manera en que los apretaba y respiraba con dificultad, allí fue cuando por fin decidí decirlo.

Lo que encontré en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora