12 VALENTINA

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A la mañana siguiente me dieron unas ganas muy extrañas de salir a correr así que me puse unos pantalones de licra negros, una camiseta deportiva y una sudadera a juego, busque mis zapatillas deportivas y al ponérmelas baje a la cocina por algo de comer. Me prepare solo un café y rellene un bollo de pan con mantequilla. Cuando ya llevaba el bollo por la mitad escuche que alguien bajaba por las escaleras. Era extraño tener compañía en casa después de tanto tiempo.

Gabriel llevaba unos pantalones de dormir, sin camisa y descalzo, se estaba hurgando los ojos cuando me miro, levanto una ceja y me señalo con el dedo índice.

- ¿Por qué estas vestida así?

- Porque voy a salir a correr – dije como si fuera más que obvio.

- ¿Y desde cuándo corres? – termine de tomarme el café y camine hacia él.

- Desde hoy – dije con una sonrisa.

- ¿La pasaste bien anoche? – mi sonrisa decayó pero volví a ponerla en alto lo más rápido que pude antes de que se diera cuenta.

- Bien. Me tengo que ir, hablamos cuando llegue – le di un beso en la mejilla y me fui antes de que comenzara con el interrogatorio.

Cuando salí eran como las ocho de la mañana así que tenía el tiempo suficiente para regresar a darme una ducha e ir a casa de Isabella.

Llevaba aproximadamente una media hora corriendo y ya me sentía cansada, esto del deporte no era lo mío. Nunca fui buena en nada relacionado con ello, siempre cuando teníamos educación física y hacían los grupos de voleibol que comenzábamos a jugar la pelota siempre me pegaba a mí, yo era un imana para ella, nunca faltaba un momento en el que no se estrellara contra mi rostro, era tedioso y a la vez doloroso; en baloncesto siempre me empujaban y me quitaban el balón; en soccer yo era la portera y aparte que nunca paraba los goles cuando me ponían en el campo se me enredaban los pies y me terminaba cayendo; en béisbol siempre me hacían strike, y cada vez que me lanzaban la pelota o terminaba lanzando el bate, no le daba o simplemente me iba del lugar porque le tenía miedo a la pelota; finalmente con el futbol americano (ese era mucho peor que todos los anteriores), cuando me lanzaban el balón no lo atajaba y cuando lo hacía (que eran muy pocas la ocasiones) todas se me lanzaba encima haciendo que yo cayera al piso, las chicas eran más agresivas que los chicos. Efectivamente el deporte no iba conmigo al igual que los balones.

Vi el reloj de mi muñeca y marcaban las nueve y media de la mañana. Decidí parar por unos minutos para no desmayarme ahí mismo, compre una botella de agua y fui a un parque donde hacían ejercicio, me senté en uno de los bancos a ver a las personas, algunas corrían y otras paseaban a sus perros. Alguien se sentó a mi lado y lo primero que vi fue que tenía un pastor alemán de compañía, era grande así que como no sabía si era rabioso me alejé un poco de la persona.

- No pensé que le tuvieras miedo a los perros – se me escapo una sonrisa pero trate de que mi tono fuera serio.

- No, Jeyden, no les tengo miedo – voltee a verlo –, pero no sé si este tenga malas mañas – dije y señale a su perro.

- ¿Estas insinuando que lo he enseñado mal? – pregunto con una sonrisa y una ceja levantada, yo solo asentí.

- ¿No tenías que estar en el trabajo temprano?

- Me preguntaron esta mañana si podía ir a partir de las seis de la tarde y no me negué, es mejor trabajar de noche, resulta ser más tranquilo – acaricio al perro y me miro –. Así que volviendo al tema de como entreno a mi perro porque no le dices que haga algo y veras como cambias de opinión.

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