XII. Boda Navideña.

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XII.
Boda Navideña.

En la mañana de Navidad Leía, Molly y Theseus se despidieron de los Kowalski y subieron a la azotea a tomar un traslador.

Molly que no entendía muy bien lo que es un traslador, miraba incrédula la cubeta que tenía delante de ella. ¿Cómo podrían una cubeta vieja llevarlos a Londres?

— ¿Listas? — pregunto el Auror a las chicas y tomándose de las manos, asintieron — En tres… Dos… Uno…

Todo ocurrió en segundos, Leia y Molly, sintieron como si un gancho, justo debajo del ombligo, tirara de ellas hacia delante con una fuerza irresistible. Sus pies se habían despegado de la tierra. Iban los tres a enorme velocidad en medio de un remolino de colores y de una ráfaga de viento que aullaba en sus oídos. Y entonces… Tocaron el suelo con los pies.

Habían llegado a el solón principal de la mansión Scamander. Delante de ellos había dos elfos jóvenes, que los estaban esperando.
—Buenos días, Señor —saludaron al unísono.

— Buenos días, chicos — les saludo Theseus — Leia, Molly, ellos son Min — refiriéndose a la elfina — y él es Effe — señalando al elfo — son nuestros elfos domésticos, chicos ellas son Leía y Molly Bissed.

— Un gusto — saludo con una sonrisa la pelirroja y su hermanita les sonrió tímidamente a modo de saludo.

Molly miraba asombrada a los elfos. Su hermana siempre le hablaba de las criaturas mágicas que existían, pero ella nunca pudo ver ninguna porque tía Ann no permitía nada que tenga que ver con magia en casa.

— El gusto es nuestro señorita — dijo la elfina.

El amo Newt ya les había informado sobre las jóvenes brujas. Y que posiblemente se quedarían unos días.

— Señor la habitación de las chicas ya está preparada y el amo Newt lo espera en el despacho. — Theseus miro su reloj de bolsillo y asintió.

— Gracias Effe — le dijo a su elfo y luego se dirigió a Leia — Pueden acompañar a Min a su cuarto para descansar un rato, deben de seguir cansadas — Leia asintió. Era cierto, Molly se había despertado en la madrugada y a ambas les costó bastante volver a dormirse. Apenas si habían podido dormir unas horas.

Theseus vio a las hermanas Bissed alejarse y desaparecer en las escaleras. Un momento después se dirigió a su oficina donde lo esperaba su hermano sentado en el sofá junto a la chimenea, jugando con su escarbato.

— Todo está preparado — dijo el menor cuando noto la presencia de su hermano — Será esta tarde —  su hermano asintió.

— Puedes decirlo, Newt — Theseus, que se encontraba detrás de un sillón frente a su hermano, podía ver cómo se mordía sutilmente el labio, cosa que hacía cuando quería decir algo pero no estaba seguro.

— No se lo has dicho ¿Verdad? — Newt no necesito respuesta, la cara de su hermano lo decía todo — ¿Crees que acepte?

— Eso espero… Es la única forma que tengo para protegerla — Newt y el escarbato se miraron. Esa no era la única forma de protegerla, si bien era una segura, no era la única.

El resto de la mañana los hermanos Scamander se la pasaron hablando de las últimas noticias que Dumbledore había hallado sobre Grindelwald. No eran muchas, era como si se hubiera dado por vencido, pero ellos sabían que alguien tan sediento de poder como Grindelwald no desaparecería así de fácil.

Sana mis heridas [Theseus Scamander]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora