THE MAZE RUNNER «Thomas»

Capítulo 12. Final

"No puedo perderte, Minho"

Todos nos miramos.

Listos para el gran final.

Lo extraño es que no estaba asustada.

No temía a morir. No le tengo miedo a la muerte. Le tengo miedo a vivir y ser de nuevo parte de su juego, de su experimento. A vivir y sentirme ahogada y controlada, esa no es vida.

La muerte es paz.

Y vivir siendo el proyecto de CRUEL, es morir lentamente, cruelmente.

No tenía miedo de no ver nunca más esos ojos cafés que tanto amo, esa sonrisa que me hace sacar una sin si quiera darme cuenta, o escuchar su ronca voz, ni jamás poder jugar con su cabello Castaño y desordenado que tanto me gusta.

Porque el tiempo que compartimos juntos fue... lo más real que he sentido.

Ese amor intenso, apasionante.

Como una ridícula película de amor, de esas donde los protagonistas viven felices... y juntos hasta la muerte. No podía pedir más, que estar a su lado, en el momento de dejar este mundo. Thomas, te amo.

Aprieta el botón de una vez.

Que todo esto termine ya.

Que esta pesadilla por fin se acabe.

—Estamos contigo, Thomas— dijo Newt.

Thomas estaba decidido a presionar el rojo botón, solo necesitaba el momento indicado.

—No— Teresa negaba frenéticamente, asustada.

—No— Dijo Ava con la misma expresión que Teresa.

—Hazlo— lo alentó Minho. Repetí las palabras de mi mejor amigo, lista.

—Estamos listos.

—No iremos allá— les dijo mi Thomas.

—Thomas...

—No hay opción.

Cerramos los ojos.

—¡Thomas!— el grito suplicante de Ava fue interrumpido por el rugido de un gran motor.

Giré mi cabeza lo más rápido que podía para ver de qué se trataba, los demás también.

Un gran camión se aproximaba a gran velocidad mientras chocaba con todo a su paso, los guardias de CRUEL le disparaban pero el vehículo no paraba su marcha.

Esto fue una grandiosa distracción.

La velocidad a la que iba fue suficiente para hacer que el helicóptero explotara al impactarse con él. Añicos de ambos transportes salieron volando, haciendo una oleada de metales.

El aire hizo que me cayera al suelo, al instante en que pegué en la arena, traté de ponerme de pie. Busqué a Thomas, chocamos miradas y me acerqué. Tenía pequeñas cortadillas en su rostro, el cejo fruncido y se notaba la energía que lo recorría.

Lo tomé del brazo y lo ayudé a levantarse. Minho, Newt y Sartén hacía lo mismo a unos metros. 

El caos reinaba en cada rincón.

Un hombre de negro recargó su arma, otros cuatro a sus espaldas hicieron lo mismo.

—¡Quietos! ¡Suelta eso!— vi como Thomas le arrojaba la bomba a los hombres sin tener otra opción.

—¡Todos al suelo!— gritó Thomas e hicimos lo que nos ordenó. Para cuando los hombres reaccionaron, el castaño hizo los hizo volar y la gran explosión tan cerca me ensordeció unos segundos.