CAPÍTULO 30

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ERIKA

MESES DESPUÉS

—Jong Hyun, se nos hace tarde—Apuro con premura en mis palabras.

—Erika, apenas es el primer día, las clases no serán interesantes.

—Lo digo en serio, ponte la corbata de una vez—La arrojo sobre la cama.

Parezco una loca, voy de un lado a otro buscando prendas.

—Te dije que lo dejaras ordenado, pero eres terca—Ajusta la corbata frente al espejo.

—A ver... déjame a mí—Me paro delante de él—. ¿Crees que la falda es muy corta?

—¿Estás usando un short debajo? —Me observa.

—Sí.

—Está bien. Te ves linda en uniforme.

Ese cumplido lo haría el pequeño Jonghyunie, pero este jamás.

—Como una niña nerd y enana—Agrega.

—Y tú te ves como un...—Intento pensar algo lo suficientemente ridículo—. Niño mimado al que su mamita le tomará una foto en su primer día escolar.

—También vas a salir en la foto, así que es lo mismo. —Ríe al intentar hacerme cosquillas.

—No, Jeong, vamos a llegar tarde—Salgo de prisa del dormitorio.

En la sala mamá nos espera con su cámara en mano. Es raro llamarla así cuando hace un tiempo era la señora Ji An, la mamá de Jong Hyun, la mejor amiga de mi madre; pero es el rol que desempeña conmigo, y me siento cómoda diciéndoselo.

—Una foto juntos, abrácense—Pide con entusiasmo.

Ojalá pudiera regresar el tiempo para ver a mi mamá así de contenta por mi primer día de clases. Aun así la recuerdo, en una imagen clara como si estuviese de pie junto a su amiga, con su melena cayendo en suaves ondas a los costados de su rostro, en un look despreocupado. Su mirada hacia mí, como si admirara algo bello. Tendría aquella sonrisa genuina que lograría encender mi corazón. Puedo visualizarla con una prenda tejida y ligera en color blanca que permite resaltar aquellos aros de flores que tanto le gustaban. Hasta fantaseo con su aroma. Mamá olía a paraíso, las flores del Edén florecían en su piel, su amor era tan profundo como las raíces de los árboles que rodeaban nuestro jardín. Aunque las estaciones cambien, su recuerdo perdura.

—Otra, porque D'angelo está en las nubes—dice a mi lado.

Jong Hyun tiene el brazo sobre mi hombro, logra hacerme sonreír con sus comentarios, aunque detesto las fotos, salgo horrible. A él le fascinan, pide una, dos, tres diferentes.

—Ya tenemos suficientes—digo—. Se nos hará tarde.

—Sí, vayan al colegio, que tengan lindo día, mis niños.

Al salir de casa no hay tema de conversación hasta la estación de Yeonsan. El uniforme me hace sentir intranquila, y sé muy bien por qué. Tengo la mano prendida al dobladillo de la falda, tiro hacia abajo con disimulo a medida que camino.

—Tu uniforme está bien, relájate—dice Jong Hyun—. Si alguien te dice lo contrario, me avisas.

—¿Y qué harás?

—Si es un chico, lo golpeo, no tiene por qué mirarte—menciona serio—. Ten cuidado, cubre tus piernas cuando te sientes en el tren y en clases.

—¿Les miras las piernas a nuestras compañeras?

—No.

—¿Miras mis piernas por alguna razón?

—No, no lo hago—responde nervioso.

Deberías darte cuenta (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora