Capítulo 7

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Un profundo suspiro de alivio se había escapado de sus labios al dejar atrás aquel grupo de damas y sus comentarios con respecto al duque de Lexington, incluso para su fortuna comenzaba a pasar inadvertida entre todos los invitados. Sobre todo, para Miroku y el resto de su familia, los había perdido de vista por completo.

Fue tal vez su búsqueda o el calor infernal que emanaba de las velas que comenzó a sentir una sed atroz. Delante de ella se extendía una mesa amplia con varios aperitivos. Hizo una mueca al ver la exótica decoración. Al borde de la mesa, habían colocado un cisne elaborado a base de flores blancas y el pico en color amarillas. Aunque sin duda, lo que casi le hizo reír fue que en su cuello estaba enrollado un collar de frutas. Se cubrió los labios para ocultar su risa detrás de sus guantes.

Pero lejos de la exótica o ridícula decoración, la mesa fue equipada con distintas bebidas, cada una más llamativa que la otra. Había varias copas con distintos tipos de bebidas, pero una en particular le llamó la atención. Tomó la copa y la acercó cuidadosamente a la nariz para oler el contenido, lo que sin duda era un acto de seguridad. Cerró los ojos al instante en que su suave aroma penetró sus fosas nasales, su cuerpo comenzó a relajarse. Su olor le recordaba a los rosales de su madre que tanto cuidaba con recelo, a una mañana cálida de verano, como cuando solía dar un paseo matutino acompañada por él. Sus labios formaron involuntariamente una sonrisa en cuanto esos vagos recuerdos la envolvieron.

Al abrirlos se encontró con esa bebida rosada, el brillo del líquido resplandecía bajo la luz de las velas. Bueno, sí una bebida proporcionaba ese tipo de sensaciones, era probable que sin duda era bueno.

Para su asombro, estaba exquisito, era un alcohol dulce y tenía un ligero sabor amaderado.

Si algo sabía es que toda bebida debía ir acompañada de un bocadillo y ahí sí que tenía una amplia gama por elegir. Tomó un pastelillo envuelto en betún blanco con una flor amarilla por adorno.

Ya sabía cuál comenzaba a ser el color predilecto a la anfitriona.

Una de las cosas que le desagradaba infinitamente era el hecho de que colocaran flores por adorno a la comida. No lo pensó ni dos veces para retirarla y dejarla cuidadosamente en un platito de porcelana blanco.

En cuanto le dio el primer mordisco, el sabor a zanahoria se mescló en su lengua y rápidamente la devolvió en una servilleta de seda. No era porque no le gustaba, sino porque siempre había sido alérgica a ella y la más pequeña partícula de zanahoria podría ser suficiente para asfixiarla.

Rápidamente sintió un ardor insoportable en la garganta. Un frio o calor, no sabía le recorrió la espina dorsal. El aire empezaba hacerle falta y aunque se esforzara por exhalar profundo sentía que no llegaba suficiente aire a su cuerpo. Sus manos le temblaban y la copa que sostenía con una de ellas terminó por resbalar. Cerró los ojos para escuchar el impacto del cristal y se hiciera añicos al impactarse contra el costoso suelo de mármol. Pero esto nunca llegó ya que una mano apareció en el tiempo justo y pescarla en el aire.

— ¿Estas bien?

Su nublada mente jugaba con ella, pero juraría haber vistos unos ojos dorados que la contemplaban con tanta preocupación.

Negó, entonces él frunció el cejo al ver el pastelillo que yacía sobre el plato. Con una expresión de horros lo tomó y lo primero que hizo fue olfatearlo

De la misma manera que había tomado el pastelito lo devolvió al plato. Rodeó con su brazo izquierda la cintura de Kagome y la apoyó a un costado de su cuerpo.

Ella en ningún momento protestó ante ese acto tan liberal.

— Ven, vamos a un lugar donde puedas tomar aire fresco.

LADIES: ¡ESE DUQUE ES MÍO!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora