El jinete controló con mucha maestría al animal para evitar una tragedia.
― ¿A caso es usted idiota? – le habría dicho de lo que hasta se iba a morir incluso hasta en francés.
Ni siquiera había visto bien la identidad de ese caballero.
Hasta que lo vio descender, rodear al animal y ponerse delante de ella. Se quitó el elegante sombrero y Kagome tuvo que cerrar de inmediato la boca al ver esos ojos dorados que conocía a la perfección.
El jinete bajó de un salto del caballo, apresurado para ver el estado de la joven que había salido de la nada del camino.
― ¿Se encuentra...?
Pero guardó silencio al verla a los ojos, aquellos que de igual manera que ella, recordaba todos los días y por más que lo meditó no logró evitar preguntarle lo siguiente:
― ¿Kagome? ¿Eres tú?
El shock pasó y en cambió se encontró con esos ojos dorados que recordaba perfectamente. Él dio un paso hacia su dirección y ella no tuvo más remedio que retroceder con violencia. Su cuerpo se paralizó de solo verlo. No pudo evitar recorrerlo con la mirada, llevaba una elegante ropa. El rostro de joven que conoció años atrás había sido remplazado por el de un hombre maduro y esperaba que no la reconociera.
Para su mala suerte, seguía tan atractivo como la última vez que lo vio. Solo que en esta ocasión llevaba una sofisticada ropa. No pudo evitar contemplar al caballo negro del cual había descendido y era un magnífico ejemplar.
¿Se dedicaba a negocios turbios? O es que pudo hacerse de un matrimonio aventajado, casado con la hija de saber Dios que duque o conde.
Rápidamente salió de trance, aclarándose un poco la garganta y decidió hacer la cosa más estúpida del mundo, de hecho, era su única salida de escape.
Mentir.
― Se equivoca milord – sacó valor de donde fuese – Yo no soy es tal...
― ¡Kagome!
Frunció el labio en una fina línea al escuchar la voz de su hermano a la distancia.
¡Ese torpe!
Miroku se detuvo a su lado, comprobando su estado. Si su madre notaba algún rasguño en su cuerpo lo iba a matar.
Kagome lo vio y tuvo piedad de él. El pobre estaba manchado de lodo hasta las orejas y olía muy mal a causa del sudor.
― ¿Estas bien? ― Preguntó preocupado al haber escuchado el grito de su hermana ― ¿No estas herida?
― No estoy herida – respondió fastidiada, mientras intentaba apartarlo de su lado. ― Estoy bien, Miroku.
Inuyasha simplemente se quedó mudo al ver a la mujer que estaba frente a sus ojos. Sintió como el corazón lo golpeó fuerte el pecho. Kagome ya no era la niña que dejó de ver. No puedo evitar recorrerla con una mirada lenta, muy lentamente. Su cuerpo era más maduro, su voz aguda se convirtió en una suave, mientras que su cuerpo se había sido remplazado en el de toda una mujer.
Estaba bellísima.
En ese preciso instante Miroku se percató de su presencia y se puso rígido en cuanto lo vio frente a él.
― Excelencia – proclamó esa palabra con aberración.
Kagome frunció el cejo ¿Por qué le hablaba en ese tono tan formal?
― Miroku – él inclinó la cabeza, sin apartar su mirada de la de Kagome.
Miroku tomó el brazo de su hermana y la miró.
ESTÁS LEYENDO
LADIES: ¡ESE DUQUE ES MÍO!
RomanceKagome tenía altas expectativas cuando llegara el tiempo de hacer su presentación en sociedad. Su corazón latía desbocado por el hijo bastardo de un duque, pero para él solo era más que una hermana. ¿Algún día logrará conquistarlo?