Capítulo 4

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Se acercó al conductor, quién estaba a la espera de cualquier información por parte del duque. Inuyasha acarició el lomo de uno de los caballos y le dio una sola orden.

―Regresa a casa.

Aquel hombre fruncía el cejo, por nada del mundo se prestaría a dejar a su patrón y menos en plena noche con el riesgo de que le pudiese pasar algo.

―Milord, si regreso sin usted la duquesa viuda me arrancara el pellejo.

Él esbozó una sonrisa, si, Irasue era una mujer digna de temer.

―No te preocupes, sé cómo cuidarme perfectamente solo.

De hecho, no estaba acostumbrado a que alguien más se preocupara por su bienestar.

―Pero excelencia – insistió nuevamente.

―Solo haz lo que te indico sin hacer más preguntas. Y si la duquesa te reclama, le dices que yo te di la orden de regresar sin mí.

Al ver que por más que lo tratará de convencer de quedarse con él, tuvo que acceder a su solicitud.

―Muy bien milord. – inclinó la cabeza ― Bajo su propio riesgo lo dejo.

Inuyasha sólo asintió y observó como el carruaje se ponía en marcha.

Primero permaneció oculto en las sombras, esperando a que las luces se fuesen apagando una a una. Miró ambos lados de la calle para ver si no había algún testigo que pudiese verlo. Una vez seguro de que nadie lo veía, tomó la decisión de cruzar la calle hasta llegar a la barda que había estado analizando.

El metro noventa y tantos que tenía por estatura le ayudó para saltar sin ningún problema la barda. Se quedó momentáneamente sentado al borde de ella, asegurándose de que no hubiese ningún vigía que pudiera alertar de su presencia.

Saltó ocultándose en el tronco de un árbol y así fue cuidadoso hasta llegar a detenerse debajo del balcón de Kagome.

Esbozó una sonrisa al ver que esa escena le era dolorosamente familiar. Si bien no era como la casa anterior, se las ingenió para subirse por una enredadera.

La ansiedad por verla corría por sus venas, sobre todo ante la expectativa de poder escuchar de nueva cuenta su voz. Pero su expectativa se estrelló contra la realidad cuando intentó abrir la puerta de su balcón y descubrió que tenía seguro.

¿Era un impedimento para él?

Desde luego que no. No es que fuese la primera vez que abría una puerta con seguro, desde joven había adquirido habilidad para eso. Incluso una vez ayudó a salir en varios apuros a Miroku.

Del bolsillo de su pantalón sacó una pequeña navaja para introducirlo en la cerradura de la puerta hasta lograr vencer el seguro.

Abrió cuidadosamente la puerta entrando con mucha cautela de no ser descubierto. Una dulce fragancia femenina lo recibió. La habitación estaba completamente sumergida en la oscuridad, más no la suficiente como para poder distinguir la silueta de Kagome al borde de la cama.

Avanzó hacia su dirección con paso lento pero firme.

Se detuvo entre justo al borde de la cama como para poder contemplarla aún mejor; apoyó una mano sobre la cabecera de la cama y se inclinó un poco para contemplarla. El dulce aroma que emanaba de aquella mujer lo saludó de golpe, esparciéndose por cada poro de piel. Cerró brevemente los ojos para dejarse envolver por él.

Aquellos ojos dorados contemplaban con admiración a la mujer dormida. Era plenamente inconsciente de su presencia. No pudo evitar esbozar una sonrisa, aún seguía con aquel sueño pesado, sin darse cuenta de lo que pasaba a su alrededor.

LADIES: ¡ESE DUQUE ES MÍO!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora