Capítulo 18

212 21 9
                                    


— ¿Es lo que realmente desea, milord?

Inuyasha había convocado de último momento al investigador privado. Contempló pensativo las ruinas del orfanato que se alcanzaban a percibir desde la ventana de su estudio. Tras el incendio tuvieron que trasladar a los niños a un lugar seguro, exceptuando a las gemelas desde luego.

Asintió sin sentir ninguna pena. Sentía como si jugara con el destino de una persona. Que, de hecho, el abuelo de sus sobrinas había iniciado. En su afán de desaparecerlas por poco Kagome perdía la vida y eso no iba dejar pasarlo fácilmente.

Era el maldito duque Lexington y aprovechándose de eso y de la fortuna que le heredó su padre haría todo lo necesario para hacérselo pagar caro.

—Quiero todo – sus ojos estaban cegados por ira – No solo quiero que ese hombre se arrastre por el fango. Sino también el esposo de su hija. Si es preciso su hija también.

—Afectaría a la madre de esas niñas.

Él lo miró y se encogió de hombros.

— ¿Cuál madre?

No conocía que tan profundo era el dolor de esa mujer como para haber accedido a aceptar que su padre se deshiciera de sus hijas. Si comparaba a su madre con esa mujer, ella en todo momento dio su vida para que a él nada le faltara. Sobre todo, no le había importado que su propia familia le diera la espalda.

—No se preocupe por los viáticos. Van de mi cuenta.

El detective se puso en pie, hizo una reverencia.

—Partiré cuanto antes a Italia milord. Cada petición se realizará conforme lo solicitó.

Acompañó al detective hasta la salida, pero se detuvo en el pasillo al ver a su mujer de pie, bueno más bien fuera de cama. Ya que se encontraba sentada en el sofá viendo a amas gemelas jugar. Miroku estaba con ellas, en todo momento no paraba de reír por ocurrencias de ambas niñas.

Cuando entró se hizo un silencio en la sala, Miroku se aclaró la garganta y guardó compostura. Su mirada se centrada en su hermana y su cuñado. Podía percibir cierta tensión en ese par. No quería salir de ahí y dejar a su hermana sola. Aun su semblate se notaba pálido, debía haberla mandado a su habitación.

— ¿Qué haces fuera de cama?

Bien, supo que esa era la señal de retirada. Miroku se levantó y se llevó a las niñas al jardín para dejar que ellos dos discutieran. De todas formas, ya sabía quién iba a ganar esa batalla.

Kagome no solo se sentía cansada, sino que aún estaba molesta con él. Por su forma de actuar. Aunque claro, si no le hubiera dicho todas esas cosas antes de partir, ella no le habría salvado la vida a las pequeñas.

—Estoy bien – una respuesta tajante.

Él alzó una ceja, avanzó lentamente hacia el sofá y tomó asiento junto a ella. Kagome al sentirlo cerca se apartó un poco. Si, tal cual lo presentía. Estaba molesta y debía ofrecerle una disculpa.

—No estas bien – trató de tomar una de sus delicadas manos, pero ella la apartó de inmediato – Por poco mueres en ese incendio.

—Si – asintió – Por poco y lo volvería hacer con tal de salvar a esas niñas. Además, afortunadamente Miroku estaba de paso.

— ¿Tienes una idea de lo que habría pasado si él no estuviera de paso?

Ella se encogió de hombros y para echarle sal a su propia herida, añadió.

—No sé, tal vez te habrías liberado de mí. Después de todo me casé contigo por tu título. ¿No fue eso lo que dijiste?

—Kagome...— ya se sentía aún más culpable.

LADIES: ¡ESE DUQUE ES MÍO!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora