Pasaron dos semanas desde que su hermana había dado a luz a una hermosa y sana niña, para asombro de su mamá, Kikyo y su marido decidieron llamarla igual que su madre, algo que sin duda la marquesa viuda no paraba de gozo.
A pesar de que aún no discutía con Inuyasha sobre la fecha de la boda, tanto Irasue como Megan la llevaron con la modista para tomarle medidas y que de una vez comenzara a confección el vestido. Según la duquesa, cuanto antes mejor.
Habían llegado a tiempo, pero poco a poco se le fue acumulando su clientela, a tal grado de únicamente aceptar a cuatro señoritas con sus respectivas madres. El resto de las señoras observaba desde el fondo de la salita como tomaban medidas a sus hijas.
Kagome se sentía incomoda, únicamente estaba expuesta con un corsé y una crinolina. Aunque madame Bernadette sabía perfectamente las medidas de cada cliente, siempre había una que o bien, podría perder peso o ganarlo.
Pero las tres señoritas que tenía a su lado la miraban con suma envidia. Ella se permitió darles un vistazo, dos rubias y una pelirroja.
— Es demasiado delgada ¿No creen? – susurró la pelirroja – Se rumora que habla francés con mucha fluides ¿Será verdad?
Kagome se mordió el labio ante aquel estúpido comentario. Desde luego que, si lo hacía, pero no les iba a dar una demostración. Esa pelirroja comenzaba a desagradarle en todos los niveles de su existencia.
— Además es demasiado vieja como para que su madre la tenga como debutante. Debería hacerse a un lado y darle la oportunidad a las más jóvenes que nosotras, que, en cambio, nos hemos preparado toda la vida. No sé qué vio el duque de Lexington en ella. Es una dama muy simple.
Los rumores de la próxima boda entre ella y el duque habían corrido como pólvora. Cuando pasaba por las calles acompañada de su familia, la sociedad no dejaba de verla como la joven que cometió el desliz antes de su debut en sociedad.
— Se hubiera quedado en Francia – arremetió la dama rubia de en medio – Esta temporada tenía expectativas altas de atrapar a ese lord.
Esos murmuras llegaron a oídos de la marquesa viuda, quien dispuesta defender a su hija se levantó de su asiento para ir a su encuentro, pero la duquesa le puso un pie para evitar que lo hiciera.
— No vayas.
— ¡Están insultando a mi hija!
— Si – asintió ella – Pero toda duquesa Lexington ha sido capaz de defenderse por sí misma, de lo contrario jamás podrá cargar con el peso del título. Deja que ella lo resuelva.
Megan incluso era la más molesta, porque a pesar de que el resto de las señoritas hablaran de ese modo de su hija, el resto de las madres no hacía nada por detenerlo. Incluso fingían no escuchar absolutamente nada.
Kagome apretó los nudillos de sus dedos, no solo por el modo tan despectivo que hablaban de ella ni sobre todo cuando la miraban con aire de superioridad, como si el título de su difunto padre y hermano fuese el más bajo. Compartió una mirada con la modista y ella le regaló una sonrisa.
— ¿Puede darme unos segundos, madame Bernadette?
La modista se apartó, le obsequió una sonrisa.
— Por supuesto, milady.
Giró sobre sus talones y bajó de la tarima para detenerse delante de aquellas jovencitas. Las miró con un poco de ternura, porque sin duda eran tan ingenuas y estúpidas.
— Primer punto – observó a la pelirroja y levantó un dedo – Hablo francés mucho mejor como lo que usted sabe de tejido. – se agachó un poco más – Puedo darle clases sin ningún costo. Le haría un favor en dado caso que quiera lucirse con un Lord y no quedé en la completa ignorancia.
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LADIES: ¡ESE DUQUE ES MÍO!
RomanceKagome tenía altas expectativas cuando llegara el tiempo de hacer su presentación en sociedad. Su corazón latía desbocado por el hijo bastardo de un duque, pero para él solo era más que una hermana. ¿Algún día logrará conquistarlo?